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lunes, 3 de noviembre de 2025

Cerbillona: preciosa ascensión otoñal

26 Octubre 2025
Nando del Pozo
Macizo Vignemale, Pico Cerbillona (3.248 m) y Pic Central (3.227 m)


Visita express a Pirineos. 
Salimos de casa a primera hora del sábado. La idea es subir esa tarde al refugio de Baysselance, en la zona del macizo del Vignemale. Seis horas y pico de viaje que culminan en Gavarnie, donde paramos a contactar por teléfono en previsión de perder red en el monte, como después sucedió. Está precioso con los colores de los bosques, y los perfiles de las cumbres espolvoreadas de nieve por encima.



La pista hasta la presa de Ossoune remonta el valle por varios kilómetros, se encuentra en buenas condiciones para el coche, aunque hay que prestar atención en algún punto. Por el camino cruzamos algún coche de bajada, y al llegar al final aparcamos junto a otros dos. Está la cosa tranquila. 
La idea inicial de escalar algo en roca arriba se vio modificada por las previsiones meteorológicas de los días pasados e incluso de esta misma tarde noche: se anuncian nevadas y vientos lo suficientemente intensos como para descartar los pies de gato... Subiremos más ligeros, con un cordino de 30 metros por si acaso, pero sin nada de material, más allá de crampones y piolet. Es decir, vamos a caminar. Mientras preparamos las mochilas, se nos va la vista a las cumbres más altas, el Vignemale destaca altivo.
Hemos leído en la web del refugio que se ha caído hace meses el puente que cruza el río en la cabecera del valle, antes de las cascadas, así que recomiendan salir por la izquierda de la presa mirando hacia arriba. Los carteles indican unas tres horas de subida. Salimos andando tranquilos a eso de las tres y media. 




El paisaje es muy bonito, el andar inicialmente es muy cómodo y con poco desnivel, hasta que se encaja el valle, y la cuesta se hace intensa. A nuestra derecha ruge furiosa una cascada de unos treinta o cuarenta metros de altura.


Remontamos sin prisa, el cielo se va oscureciendo y empieza a caer nieve. Nos ponemos las chaquetas. 
Alcanzamos las cuevas Russell, curiosos refugios excavados en la roca viva. 


Nos queda el tramo final que remontamos con esfuerzo. Cuando estamos llegando nos cruzamos con un grupo que baja del glaciar.

El refugio está cerrado, pero en cuanto entramos vemos que hay luz y leña. Tenemos abiertas zonas de comedor, cocina, dormitorio... Perfecto. Lo único importante que no hay es agua, poro otro lado normal de cara al invierno. Al poco rato llega el grupo que habíamos visto antes: son vascos, y vienen desde Bujaruelo pasando por el col de Cerbillona, bajando el glaciar: tremenda paliza de más de 25 km y mucho desnivel acumulado. Gente recia y además, como pronto comprobaremos, muy simpática.


Pasamos la tarde en el comedor, comiendo, charlando y apañando una bota rota de uno de los vascos. 



Nando y yo salimos en mitad de la nevada a buscar un regato en el que llenar las botellas. Lo hay y no está lejos. Vemos que la nevada va in crescendo. 
A última hora llega un chaval francés que viene solo, haciendo el GR. Se nos une en el comedor.
Es una sensación agradable estar en el refugio, compartiendo vivencias con montañeros, con el fuego atizado, mientras fuera nieva y sopla viento intenso.
Nos acostamos a eso de las nueve y media sin mucha prisa por madrugar porque la previsión dice que el día siguiente estará bastante bueno, pero a partir de las nueve aproximadamente.


El día amanece encapotado: nieva a ratos y la nube nos envuelve. De vez en cuando se abre la vista y vemos laderas blancas alrededor. Desayunamos y nos preparamos sin prisa. Mientras estamos en ello llega un chaval francés que viene desde Pont D´Espagna: salió a las 5 de la mañana... Sale hacia el monte un poco por delante de nosotros. 
Arrancamos primero en bajada. Rodeando la arista que baja del Petit Vignemale, hay que perder casi doscientos metros de cota para girar hacia la entrada del valle que nos lleva al glaciar.


Llevamos delante al chico francés, le vamos siguiendo y al cabo de un rato lo alcanzamos. Seguimos juntos caminando laboriosamente por entre los contrafuertes rocosos que nos llevan al glaciar. Cuando lo alcanzamos, estamos en el plató llano. Aquí alcanzamos a otro grupo de tres chicos franceses y paramos a poner los pinchos y sacar el piolet. 


El día ha venido abriendo, pero sopla fuerte el viento en las crestas y el frío y la roca tapizada no nos invita demasiado a la trepada del Vignemale. Aún así nos acercamos hasta la cabecera del glaciar y remontamos hasta el zócalo de roca. 



Tras un corto debate, aquí decidimos cambiar de plan, vamos a intentar las vecinas cumbres del Cerbillona y del Pic Central. El Vignemale ya lo hemos ascendido los dos (yo en diciembre de 1.999 con Estivi, ya llovió!), y sin embargo las otras cumbres vecinas no. Nos despedimos del chaval francés, que se queda enfrentándose solo a la trepada.




La subida hasta el collado no presenta problemas, y de este hasta la primera cima tampoco. El  Cerbillona es una bonita cumbre de 3.248 metros. Aquí el viento nos zarandea mientras miramos alrededor: se abren las vistas hacia el Oeste: intentamos identificar en las nubes los macizos del Balaitus y sus vecinos. Observamos también el valle que va hacia Bujaruelo y por el que subieron nuestros vecinos vascos del refugio el día anterior: se antoja una ascensión tremenda.






Bajamos al Col de Cerbillona y de este, en apenas unos minutos estamos en la cumbre del Pic Central. Aquí casi no paramos, está frío y muy ventoso. Al otro lado a mí la vista se me va a la arista que lleva al Montferrat, pero que en las condiciones actuales no es nada apetecible: nieve nueva sobre roca pulida y cresta afilada, con este viento...


En el Vignemale, nuestro colega francés está en la cresta, un punto diminuto de color entre la roca marrón y el cielo. Se mueve lento, con cautela. Más abajo, dos de los tres chavales franceses también van trepando hacia la cresta.


Bajamos al glaciar y nos deleitamos con las vistas hacia el Este: está el monte realmente precioso.



Vamos charlando de mil cosas, volviendo a pisar nuestras huellas de hace un rato. Perdemos toda la altura ganada hasta el cruce de Baysselllance y desde aquí subimos los doscientos metros perdidos esta mañana.





Una vez en el refugio buscamos el punto de fachada más resguardado del viento, y aprovechando el sol, nos sentamos tranquilamente a comer. Desde aquí la perspectiva es inmejorable: la Brecha de Rolando, el Taillón y los Gabietos, el Cilindro, el Casco, la torre de Marboré, los Astazous intuidos, y por detrás de todos ellos, enorme, el Monte Perdido. Esta panorámica se nos ofrece a ratos, nunca completa, con las nubes que los envuelven a veces a unos a veces a otros. 



Comemos, rehacemos la mochila, y salimos para abajo encantados de las ascensiones y el ambiente del monte.
La bajada se nos hace corta. En poco más de hora y media estamos en el coche. Por en medio numerosas paradas a deleitarnos con las vistas. 




Y lo mismo una vez ya en el coche, especialmente en el trayecto final bajando hacia Gavarnie. 


Veníamos para quedar un día más, pero por motivos familiares decidimos acortar y volver a casa esa misma jornada. Antes de las doce en casa.

Como siempre, volvemos encantados de estas visitas rápidas. Cada nueva zona, cada nuevo valle, cada nueva cumbre. Preciosa ascensión otoñal. Qué joya son los Pirineos!








martes, 21 de octubre de 2025

Picu La Senda. Luz mágica en Redes

Domingo 19 octubre 2025
Parque Natural de Redes, Pico la Senda (1.706 m)
Nando del Pozo

Seguimos disfrutando del otoño en la Cordillera Cantábrica.


La previsión meteorológica lo pintaba bastante feo. Ambos habíamos metido en la mochila el cubrepantalón pensando en una gran mojadura... 
Aparcamos en el arenero que está justo después del cruce del Nalón, al poco de Bezanes, llegando ya al desvío de Pendones. Estamos a unos 700 metros de altura. Aquí al lado arranca una pista que nos trae recuerdos de intensos esfuerzos ciclistas... se trata de la pista que sube al collado del Xuaco.


Salimos a las 9 y media pasadas. La cuesta es bien intensa desde el primer metro. Nos rodean árboles explotando de fruto otoñal, castaños, nogales, hayas. El suelo está tupido de su cosecha. Se ve que ha hecho mucho viento recientemente.



Remontamos las rampas pensando continuamente en nuestras dos subidas por aquí ciclando. Las dos veces con una tremenda paliza anterior acumulada ya. 
La luz está muy guapa, esa nitidez que recorta los perfiles.
Alcanzado el collado del Xuaco (1.204 m), llevamos 500 metros positivos en apenas 2.5 km... Observamos las vistas, las cabañas y el bebedero. Abandonamos aquí la pista ancha para meternos entre arbustos, camino al collado Capiella. La cuesta se mantiene intensa y el caminar intrincado.
Un rebaño de cabras junto con unas vacas están pastoreados por cinco imponentes mastines. Nos ladran intimidantes, pero menean el rabo, y al llegar hasra nosotros efectivamente no hay hostilidades. 
El collado Capiella está a unos 1.400 metros. Las vistas se abren al norte. Cordales y cumbres a nombrar... 


Al sur vemos el Cantu l'Osu, el Maciédome y el Tiatordos. Los bosques empiezan a teñirse de colores otoñales. 


Nos vuelven los recuerdos de llegar hasta aquí porteando continuamente las bicicletas al hombro desde el collado anterior... 
A nuestra derecha el Pico la Carasca. A nuestra izquierda el Pico La Senda. Esto lo sabemos ahora, porque en aquel momento creímos que la Carasca era el Pico de la izquierda...
El cielo se cierra a ratos, y empieza a gotear por momentos. Parece que nos está llegando el marrón anunciado...



Seguimos a por la cumbre. La subida va por muy buen camino, cómodo y bastante marcado. Una manada de rebecos nos observa desde un pedrero unos metros por encima. Paramos a poner el chubasquero.
En los metros finales ya arrecia la lluvia. Hacemos cumbre zarandeados por el viento. Hace frío de repente. Al mirar el buzon nos damos cuenta de que no estamos donde creíamos... Ponemos el cubrepantalón, nos sacamos unas fotos, comemos un plátano rápido y salimos para abajo.



La cosa se suaviza y va parando de llover. Quitamos el cubrepantalón. 
En Capiella volvemos a saludar a los mastines y las cabras.




En el Xuaco nueva parada breve a quitar más ropa y disfrutar de las vistas. Se han ido las nubes y ha subido la temperatura. Está muy agradable.




Charlando sin parar perdemos toda la altura ganada hace un rato. 
Vamos comentando que fue en este mismo tipo de excursiones en las que nos aficionamos ambos al monte, ambos con el club de montaña del colegio, Codema AL, si bien sin solape entre nosotros y con años de diferencia, pero por lo demás todo igual. Y nos encantan.


Ya en los metros finales, llegando a la carretera, paramos a coger nueces: hay muchas y de buen tamaño. En unos pocos minutos nos llenamos los bolsillos. 
Llegamos al coche a la una y veinte. Menos de cuatro horas pero muy disfrutadas. Apenas 10 km con mil metros pasa arriba y para abajo.
Casi no nos hemos mojado. Como tantas veces concluimos que "el mal tiempo hay que ir a verlo al monte".
Una cerveza en Rioseco y a comer a casa.

Paraíso. 


viernes, 10 de octubre de 2025

Combinada otoñal al Cantu l'osu

16 septiembre 2025
Solo 
Combinada ciclo-montañera al Cantu l'Osu (1.793 m) desde Bezanes (658 m)



Aprovechando una nueva jornada no laborable, y no encontrando compañero, me decido a dar un paseo combinado de bicicleta y caminar por Redes.

Salgo de Bezanes a medias de sol y sombra, con tiempo fresco. Las cuestas casi inmediatas me hacen entrar en calor. Los pedales están duros así en frío. 




Luz preciosa con nubes algodonosas que se van disipando y dejando ver las vistas de los cordales que me rodean.

Los primeros kilómetros son más duros, luego la cosa suaviza. Se abre el paisaje hacia el norte y las cumbres de la Cordillera, que visten una leve capa blanca de nieve reciente.






Me paro a ratos a contemplar el paisaje, las cabañas, los efectos de recientes incendios, a escuchar a los venados berrear. Y a recuperar aliento también, claro.

Alcanzo la mágica majada de Brañagallones. La belleza parece aumentar con la soledad reinante. Sólo intuyo vida en una de las últimas cabañas, de la que sale leve humo.



Como un bocado mientras decido qué hacer. Continuar hacia Valdevezón y el collado de las Arenas era el plan, pero hay algo de nube a ratos, y la sensación de soledad me invita a repensarlo.

Se acerca el paisano de la cabaña del humo. Charlamos unos minutos. Tras hablar de temas varios, me comenta que pasa aquí largas temporadas. Solo. Es un tipo peculiar. 
Finalmente decido subir al Cantu l'Osu por el camino normal desde la majada. Dejaré la bicicleta detrás de un arbusto y subiré caminando. 

Me cambio de indumentaria. Me pongo botas que había traído al efecto. Y salgo por la canal arriba remontando suavemente. 





Llego a la cumbre cresteando. Vistas. Colores. Yeguas y potros. Dos águilas planean señoriales. Me demoro sin prisas disfrutando el momento. Esto es claramente un privilegio. 






La bajada hasta la braña se me hace corta. Al llegar recojo la bicicleta y me arrimo a saludar al único habitante de este reino. Hablamos del privilegio de disfrutar estos sitios. De pesca, de incendios, de turistas, de falta de cultura y exceso de narcisismo, del necesario respeto a lo que nos rodea. Roberto me cuenta que pinta y esculpe, me enseña algunos de sus dibujos y sus tallas. Me resulta una persona muy interesante. 



Al rato nos despedimos. Me subo a la bicicleta pensando en que, cuando vuelva por aquí, sin duda pasaré a ver si está para saludarlo. 


La bajada es tendida al principio y permite disfutar las vistas.  Más tarde se hace más veloz y con ello la necesidad de prestar atención a la bicicleta. 




Llego a Bezanes.  Me cambio y me voy a tomar un café al único bar abierto. En la terraza junto con varios paisanos y paisanas de charla relajada, repaso mentalmente las vivencias del día.

Regreso a casa con las pilas cargadas por ese paisaje espectacular. Redes. Paraíso.