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sábado, 13 de julio de 2019

Alpinist 61

Me di de baja hace unos meses.
Me llegaba trimestralmente pero los últimos números no me daba tiempo a leerlos. Se me iban acumulando y no tenía sentido.
El otro día, habiendo acabado el libro que tenía entre manos y pendiente decidir el siguiente, cogí el número 61, de primavera del año pasado. Apenas lo había mirado por encima en su día cuando llegó.
Como siempre me pasa con esta revista, me enganchó con varios artículos.

El primer artículo revisando la vida del malogrado Hayden Kennedy. Alpinista puntero, escalador en roca tremendamente fuerte, destacó por muchas de sus realizaciones por todo el mundo, algunas de ellas no exentas de polémica (como cuando arrancaron buena parte de los buriles de Maestri en la Sureste del CerroTorre despúes de escalar la línea sin utilizarlos). No obstante, me llamaron mucho más la atención sus reflexiones sobre cosas con menos luz, pero quizá más importantes:

"Una obsesión por garantizar el éxito puede fácilmente limitar y encerrar nuestras mentes. El Alpinismo es el arte de la libertad... Incluyendo la libertar para fracasar"

"¿Qué soy yo sin la escalada?... He olvidado las cumbres que alcancé, pero recuerdo bien las amistades que hice"

Después fue un artículo repasando la larga y prolífica vida del indomable Fred Beckey. Leyenda americana de la escalada, durante más de seis décadas abriendo vías por el mundo, especialmente Norteamérica. Realizaciones sencillamente espectaculares.
Dejando de lado las vías que abrió, lo realmente llamativo y enfatizado en el artículo es su actitud ante la vida, priorizando la escalada y la montaña sobre todo lo demás, sin desmayo, nunca, jamás. En esto me recordaba a algunos de mis amigos, ellos vivieron así durante unos años. Pero Beckey lo ejerció toda su vida y terminó convirtiéndose en todo un icono aún en vida, influyendo en generaciones y generaciones de escaladores yankees.
Es el llamado en el artículo "Efecto Beckey".

El tercer artículo, titulado "Ueli, el Eiger y yo" escrito por Stephan Siegrist cuenta una aventura con su malogrado amigo Ueli Steck. Relata primero cómo se conocieron, siendo ambos carpinteros, cómo empezaron a escalar juntos. Su pasión compartida por la montaña, sin apenas necesidad de hablar. Cuenta cómo, repitiendo una vía en su terreno de juego favorito, la Norte del Eiger, en un momento dado, no oyéndose entre entre ellos, Ueli empezó a jumarear remontando la cuerda cuando su colega solo estaba sujeto de los piolets y los crampones en mitad terreno de delicado por encima de un desplome... Cómo Siegriest aguantó a duras penas el peso de su amigo y la tensión del miedo. Cómo ese día podían haber muerto los dos de forma absurda, pero a la vez en una situación tan habitual en montaña como es no oír al compañero. Cómo su amistad era profunda y sincera.

Curioso que los tres artículos tratan sobre gente muerta... pero de forma motivante en los tres casos, valorando aspectos de la personalidad, de cómo se relacionaban con los demás y con el medio, de su saber estar.
Sin duda, Kennedy, Beckey y Steck son tres figuras inspiradoras.

Cuando me ponga al día con los otros números que tengo pendientes quizá me suscriba de nuevo a Alpinist: es una gran revista.

Leyendo esta revista, viendo sus fotos, me hace tener de nuevo ganas de estar por allí arriba... GRRRR

2 comentarios:

  1. Como sabes,escribir se hace más fácil cuando se ejerce como tributo a los amigos. Respecto a lo de leer y el tiempo.... eso ya es otra historia.

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