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lunes, 13 de febrero de 2017

Peña Ubiña - Corredor de la Aguja

Peña Ubiña (2.417 m) Corredor de la Aguja (300 m, +250 m arista)
Miguel Rodríguez
Bene Santos
Enero 2009

Bene y Miguelón, grandes amigos, disfrutando el momento

En las montañas cantábricas, las cotas por encima de los dos mil cuatrocientos metros están muy localizadas. El macizo de Ubiña es una de esas zonas. Es este un macizo muy alpino, pero a la vez muy cómodo y accesible: a diferencia de los Picos o de la montaña Palentina, las aproximaciones aquí son mucho más llevaderas, y en poco más de una hora y media estás ya intentando cumbres que superan los dos mil trescientos metros. Además, el trayecto de coche desde mi casa es también breve. Si bien la roca no es la mejor del mundo, sí se pueden hacer cosas. Personalmente, cuando realmente me gusta es en invierno.


Debido a la particular orientación de la línea de cumbres que va de Peña Ubiña hasta los Fontanes, sucede que hay vertiente norte en las dos provincias, Asturias y León. Es algo bastante chocante que en la Cordillera Cantábrica y en cumbres que hacen frontera, escales en cara Norte estando en León, pero así es.





Desde Torrebarrio el acceso es a través de una pista ancha y de desnivel suave, que permite acceder a los pies de Peña Ubiña en poco más de una hora. Después, para llegar a la entrada de las vías, aún se tarda otro rato, pero en cualquier caso es rápido.





Dentro del gran abanico de posibilidades que ofrece la abierta cara norte, algunas líneas se marcan más características que otras. Es el caso del corredor de la Aguja, que como su nombre indica es un corredor y además tiene una aguja asociada que le da nombre. Se trata de un corredor de unos trescientos metros y de inclinación variable. Como casi siempre en invierno, el grado de dificultad varía mucho en función de las condiciones. Al comienzo del mismo se hacen unos ochenta o cien metros fáciles, hasta alcanzar la base de un resalte, paso clave, que puede presentar dificultades si la carga de nieve/hielo es escasa. A continuación se suceden otros tres largos más, en los que el corredor es más ancho, con pequeños resaltes que variarán de nuevo de dificultad en función de la carga y calidad de la nieve o hielo, hasta poder pasar prácticamente desapercibidos. Al ser una de las primeras vías desde el espolón Oeste, sucede que desemboca en una arista que hay que seguir durante un buen trecho hasta hacer la cumbre, pero dicha arista, si bien no tiene gran entidad en sí misma, le aporta envergadura y le da también gran ambiente a la ascensión.



El material instalado es más bien escaso, apenas algún clavo en los puntos clave, que varían con los inviernos. No obstante, casi siempre se puede colocar algún seguro flotante, o en último extremo, clavar uno mismo.
Siendo un corredor clásico, estando la nieve en condiciones, y siendo fin de semana, lo normal es encontrar gente. Aunque habíamos adelantado a varios en la aproximación, y a pesar del ritmo intenso, no fuimos los primeros y en la boca del corredor coincidimos con dos chavales. Se veía más gente hacia las otras clásicas como el Elixir de la Suerte.
Miguel viene rápido como siempre, aunque algo protestón comentando la falta de forma. Lo justo, pienso, cuando le digo que el largo duro es para él: tal y como esperaba, no lo duda y tras colocarse los trastos, sale poco después del segundo de la cordada que nos precede. El corredor hace un embudo y se pone tieso, a unos 80º al menos por dos o tres metros. El espesor de hielo no da demasiada confianza, en su base, después de pelear un rato, Miguel se arregla para meter un clavo. Después de esto, con un par de bufidos característicos se remonta encima del paso y a partir de aquí la cuerda corre rápida por la placa de seguro. Una voz de aviso nos pone a Bene y a mí en movimiento. 


Desde aquí a la cumbre es un placer de recorrido, con buena nieve que permite moverse con seguridad, rodeados por nubes que entran y salen por las aristas, ocultan o muestran las cumbres vecinas. Es en ese tipo de momentos en los que más claro tengo por qué me gusta el monte: ¡qué ambiente!

 


En la espera se me han enfriado los pies, pero calentarán pronto. Paso el último por el resalte, ya escaso de materia para pichar, y Bene me tira una buena sesión de fotos. Cuando llegamos a la reunión cojo el material y salgo a por la siguiente tirada: variada y entretenida, aunque mucho más fácil que la anterior. Después de aquí se mantiene la tónica y pronto alcanzamos la collada con la arista Oeste.








Ya en la cumbre, unas fotos, algo de comer y para abajo. Está frío y no invita a mucho regodeo. 


La bajada hasta el collado Terreros, con la Pequeña delante, de charla variada con los amigos y buscando el mejor itinerario. Gran jornada.
(las fotos buenas, de Bene, se nota)

Miguel y yo hablando de ello: seguro que me estaba contando sus últimos planes... Un crack!
Una de mis últimas escaladas con Miguel. Gran maestro, visionario, alpinista, pero sobre todo, Amigo.

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