LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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lunes, 4 de mayo de 2015

Cabrones-Torrecerredo solo

Conduciendo solo por la enorme planicie tejana, en mitad de un exilio laboral de tres semanas, uno echa de menos muy intensamente a la familia. Mucho.
La falta de relieve también hace que eche de menos otra cosa: las montañas.
Por momentos la melancolía me invade. Menos mal que el amigo Rosendo Mercado me anima con su provervial energía.
Los planes futuros se amontonan junto con los recuerdos...

Sucedió entonces que me quedaba algo de tiempo libre. Acababa de llegar de regreso de los Alpes, venía solo después de dejar a Javi en Santander y aún tenía un par de días sin obligaciones. Eran otros tiempos.



Con el hematocrito alto después de escalar en altura, me apetecía darme un pateo y hacer alguna cumbre. Me dirigí pues a Poncebos, donde una vez aparcado preparé una mochila ligera con el saco, la esterilla y algo de comer. Crucé el Cares y encaminé mis pasos a Bulnes, con intención de subir a dormir a Cabrones.
La subida la recuerdo larga pero sin sufrimientos: Bulnes, Amuesa, los Traves, Cabrones. Venía fuerte y no llevaba ni peso ni prisa, así que a mi aire llegué al refugio donde por entonces estaba de guarda Sergio. Tenía clientes por allí y más que llegarían, pero a mí no me importaba; pensaba vivaquear. Estuvimos de charla un rato.

Mi  idea se había ido afinando mientras remontaba las pedreras de Amuesa, o quizá ya lo tenía pensado desde el principio aunque no lo supiera: quería hacer la Integral Cabrones-Cerredo solo.
Cuando Sergio se liberó de sus tareas, salimos juntos hacia la normal del Pico de los Cabrones. Remontamos las gradas y los pequeños pasajes que nos llevaron hasta esta cima, en la que yo únicamente había estado una vez antes: la verdad que el ambiente de este circo alpino es espectacular. En la cumbre charlamos un rato, disfrutamos de las vistas, y yo luego me despedí para tirar hacia la arista.


Sergio, un guaje de aquella
Recuerdo la trepada de la arista como aérea, elegante, muy bonita. Salvo en un tramo más compacto aún cerca de Cabrones y el tramo ya final para remontar a la cumbre del Torre, al resto no le vi complicación. A pesar de ir con las botas de invierno (las que traía de Alpes), los pasos de escalada no me costaron especialmente y en muy poco tiempo estaba sentado en la cumbre más alta de los Picos, observando un grupo de gente que venía por la normal, aún lejos de mí.


La arista
Sentado allí solo, recordaba cómo unos años antes, en invierno y con unos cuantos amigos, nos tuvimos que dar la vuelta para abajo apenas a quince metros de la cima. En aquella ocasión, allá por el 95 o 96, el mismo pequeño resalte de IV que acababa de hacer sin pestañear, a pesar de ir encordado y armado de trastos hasta los dientes, había sido entonces demasiado para mí: la nieve posada sobre la roca y el fuerte viento me hizo retirarme para rapelar cientos de metros de la Casal-Martínez.


La Casal Martínez, ambientazo
También recordaba cuando junto con mi gran amigo Rubén Gutiérrez hicimos esta misma cumbre por el Espolón Norte, una bonita vía clásica del señor Udaondo. De eso aún hacía más tiempo: creo que fue por el 93...
Uno es uno y sus circunstancias, y a veces las circunstancias lo cambian todo.
Bajé por la normal saludando a la gente que subía. El resto de la tarde disfruté del paisaje alpino vagueando por allí. Esa noche vivaqueé en un pequeño parche de hierba por encima del refugio y al día siguiente me bajé de nuevo por los Traves y por Amuesa hasta Poncebos sin cruzar a nadie.




Guapa arista la Cabrones-Cerredo. Tengo ganas de repetirla.

2 comentarios:

  1. Nos hacemos viejos ....93-94 unos mas que otros jejejeje que el ritmo no pare

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    1. Jajaja! Que no pare! 40 tacos me cayeron hace un mes chulo

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