26 Octubre 2025
Nando del Pozo
Nando del Pozo
Macizo Vignemale, Pico Cerbillona (3.248 m) y Pic Central (3.227 m)
Visita express a Pirineos.
Salimos de casa a primera hora del sábado. La idea es subir esa tarde al refugio de Baysselance, en la zona del macizo del Vignemale. Seis horas y pico de viaje que culminan en Gavarnie, donde paramos a contactar por teléfono en previsión de perder red en el monte, como después sucedió. Está precioso con los colores de los bosques, y los perfiles de las cumbres espolvoreadas de nieve por encima.
La pista hasta la presa de Ossoune remonta el valle por varios kilómetros, se encuentra en buenas condiciones para el coche, aunque hay que prestar atención en algún punto. Por el camino cruzamos algún coche de bajada, y al llegar al final aparcamos junto a otros dos. Está la cosa tranquila.
La idea inicial de escalar algo en roca arriba se vio modificada por las previsiones meteorológicas de los días pasados e incluso de esta misma tarde noche: se anuncian nevadas y vientos lo suficientemente intensos como para descartar los pies de gato... Subiremos más ligeros, con un cordino de 30 metros por si acaso, pero sin nada de material, más allá de crampones y piolet. Es decir, vamos a caminar. Mientras preparamos las mochilas, se nos va la vista a las cumbres más altas, el Vignemale destaca altivo.
Hemos leído en la web del refugio que se ha caído hace meses el puente que cruza el río en la cabecera del valle, antes de las cascadas, así que recomiendan salir por la izquierda de la presa mirando hacia arriba. Los carteles indican unas tres horas de subida. Salimos andando tranquilos a eso de las tres y media.
El paisaje es muy bonito, el andar inicialmente es muy cómodo y con poco desnivel, hasta que se encaja el valle, y la cuesta se hace intensa. A nuestra derecha ruge furiosa una cascada de unos treinta o cuarenta metros de altura.
Remontamos sin prisa, el cielo se va oscureciendo y empieza a caer nieve. Nos ponemos las chaquetas.
Alcanzamos las cuevas Russell, curiosos refugios excavados en la roca viva.
Nos queda el tramo final que remontamos con esfuerzo. Cuando estamos llegando nos cruzamos con un grupo que baja del glaciar.
El refugio está cerrado, pero en cuanto entramos vemos que hay luz y leña. Tenemos abiertas zonas de comedor, cocina, dormitorio... Perfecto. Lo único importante que no hay es agua, poro otro lado normal de cara al invierno. Al poco rato llega el grupo que habíamos visto antes: son vascos, y vienen desde Bujaruelo pasando por el col de Cerbillona, bajando el glaciar: tremenda paliza de más de 25 km y mucho desnivel acumulado. Gente recia y además, como pronto comprobaremos, muy simpática.
Pasamos la tarde en el comedor, comiendo, charlando y apañando una bota rota de uno de los vascos.
Nando y yo salimos en mitad de la nevada a buscar un regato en el que llenar las botellas. Lo hay y no está lejos. Vemos que la nevada va in crescendo.
A última hora llega un chaval francés que viene solo, haciendo el GR. Se nos une en el comedor.
Es una sensación agradable estar en el refugio, compartiendo vivencias con montañeros, con el fuego atizado, mientras fuera nieva y sopla viento intenso.
Nos acostamos a eso de las nueve y media sin mucha prisa por madrugar porque la previsión dice que el día siguiente estará bastante bueno, pero a partir de las nueve aproximadamente.
El día amanece encapotado: nieva a ratos y la nube nos envuelve. De vez en cuando se abre la vista y vemos laderas blancas alrededor. Desayunamos y nos preparamos sin prisa. Mientras estamos en ello llega un chaval francés que viene desde Pont D´Espagna: salió a las 5 de la mañana... Sale hacia el monte un poco por delante de nosotros.
Arrancamos primero en bajada. Rodeando la arista que baja del Petit Vignemale, hay que perder casi doscientos metros de cota para girar hacia la entrada del valle que nos lleva al glaciar.
Llevamos delante al chico francés, le vamos siguiendo y al cabo de un rato lo alcanzamos. Seguimos juntos caminando laboriosamente por entre los contrafuertes rocosos que nos llevan al glaciar. Cuando lo alcanzamos, estamos en el plató llano. Aquí alcanzamos a otro grupo de tres chicos franceses y paramos a poner los pinchos y sacar el piolet.
El día ha venido abriendo, pero sopla fuerte el viento en las crestas y el frío y la roca tapizada no nos invita demasiado a la trepada del Vignemale. Aún así nos acercamos hasta la cabecera del glaciar y remontamos hasta el zócalo de roca.
Tras un corto debate, aquí decidimos cambiar de plan, vamos a intentar las vecinas cumbres del Cerbillona y del Pic Central. El Vignemale ya lo hemos ascendido los dos (yo en diciembre de 1.999 con Estivi, ya llovió!), y sin embargo las otras cumbres vecinas no. Nos despedimos del chaval francés, que se queda enfrentándose solo a la trepada.
La subida hasta el collado no presenta problemas, y de este hasta la primera cima tampoco. El Cerbillona es una bonita cumbre de 3.248 metros. Aquí el viento nos zarandea mientras miramos alrededor: se abren las vistas hacia el Oeste: intentamos identificar en las nubes los macizos del Balaitus y sus vecinos. Observamos también el valle que va hacia Bujaruelo y por el que subieron nuestros vecinos vascos del refugio el día anterior: se antoja una ascensión tremenda.
Bajamos al Col de Cerbillona y de este, en apenas unos minutos estamos en la cumbre del Pic Central. Aquí casi no paramos, está frío y muy ventoso. Al otro lado a mí la vista se me va a la arista que lleva al Montferrat, pero que en las condiciones actuales no es nada apetecible: nieve nueva sobre roca pulida y cresta afilada, con este viento...
En el Vignemale, nuestro colega francés está en la cresta, un punto diminuto de color entre la roca marrón y el cielo. Se mueve lento, con cautela. Más abajo, dos de los tres chavales franceses también van trepando hacia la cresta.
Bajamos al glaciar y nos deleitamos con las vistas hacia el Este: está el monte realmente precioso.
Vamos charlando de mil cosas, volviendo a pisar nuestras huellas de hace un rato. Perdemos toda la altura ganada hasta el cruce de Baysselllance y desde aquí subimos los doscientos metros perdidos esta mañana.
Una vez en el refugio buscamos el punto de fachada más resguardado del viento, y aprovechando el sol, nos sentamos tranquilamente a comer. Desde aquí la perspectiva es inmejorable: la Brecha de Rolando, el Taillón y los Gabietos, el Cilindro, el Casco, la torre de Marboré, los Astazous intuidos, y por detrás de todos ellos, enorme, el Monte Perdido. Esta panorámica se nos ofrece a ratos, nunca completa, con las nubes que los envuelven a veces a unos a veces a otros.
Comemos, rehacemos la mochila, y salimos para abajo encantados de las ascensiones y el ambiente del monte.
La bajada se nos hace corta. En poco más de hora y media estamos en el coche. Por en medio numerosas paradas a deleitarnos con las vistas.
Y lo mismo una vez ya en el coche, especialmente en el trayecto final bajando hacia Gavarnie.
Veníamos para quedar un día más, pero por motivos familiares decidimos acortar y volver a casa esa misma jornada. Antes de las doce en casa.
Como siempre, volvemos encantados de estas visitas rápidas. Cada nueva zona, cada nuevo valle, cada nueva cumbre. Preciosa ascensión otoñal. Qué joya son los Pirineos!

































