La primera vez que coincidí con
Simón fue en Urriellu, en uno de aquellos veranos en los que yo pasé muchos
días escalando allí. Aunque él era bien joven (yo también, somos del 75 los dos), ya por entonces era conocido. Alto
y flaco, con el pelo largo y barba de varios días, andaba por allí igual que
nosotros, escalando todo lo que podía.
Años más tarde lo vi en la semana
de Montaña de Gijón. Su proyección versaba sobre escaladas duras, de hielo y
mixto, en angostas y lúgubres caras norte de las Montañas Rocosas, no recuerdo
si canadienses o de Alaska, quizá de ambas. Fue durante la época en que vivió
allí de chaval: es decir, era un chaval cuando hacía esas jabatadas. A la gente
no le gustó mucho: las fotos, decían, eran malas. La música demasiado cañera y estridente.
La gente no tiene ni idea de lo que estaba viendo. No entienden lo que es
estar metido en uno de esos berenjenales, tú solo con tu colega, lejos de todo, pasando
frío, miedo e incertidumbre, y encima sacar fotos. No saben que muchas de las
horas de esas escaladas se hacen de noche, o en una luz muy atenuada incluso al mediodía. No se dan
cuenta de que esa música dura intenta transmitir las fuertes sensaciones que allí
se viven. A la gente le gustan las fotos con colores vivos, con buenos ángulos
y encuadres, y con música de Mike Oldfield.
Con los años, Simón siguió con su impresionante
carrera de alpinista, destacando con sus actividades por todo el mundo. Me
impresionaban sus actividades y el estilo de las mismas. Recuerdo especialmente
su escalada al Cerro Torre por la Ferrari con Josu Merino: por entonces no se
escalaba apenas aquella vertiente, fue la quinta repetición, y me pareció toda una pasada. Tenía 22 años.
Más tarde dirigió el equipo nacional de
jóvenes alpinistas durante varias temporadas. En alguna de ellas estuvo
integrado Martín y me confirmaba su fortaleza y capacidad alpinista, su talento
y su buen humor.
Simón mantenía un blog en la web de
Desnivel que me descubrió su faceta de escritor. En él derrochaba talento,
sorna e imaginación en cada entrada. Más de una me hizo partirme de risa.
También conseguía compartir cosas que se viven en la montaña y que son sutiles,
difíciles de explicar y más aún de transmitir. Se notaba en su forma de escribir
que lee mucho, y no el Marca o novelas de vaqueros, sino cosas más densas. Los
comentarios de la gente a sus entradas eran numerosos, y en muchos (entre ellos
míos) le instaban a escribir libros.
Simón no era sólo un tío muy fuerte en las montañas: también era tío agudo, parecía culto y sabía burlarse de sí mismo y buscar el lado interesante de las cosas, por raras que fueran las situaciones a las que se enfrentaba.
Hace ya una buena temporada que se
fue a vivir de lo suyo, de Guía de Montaña, a Chamonix. Seguro que los
comienzos fueron duros, pero también seguro que poco a poco se abrirá hueco en
ese ambiente competitivo y cerrado de los guías. Desde entonces dejó de postear
en la web de Desnivel, aunque sigue publicando en otros medios.
Por otro lado, ha editado su primer
libro: “Alpinismo bisexual”.
Estoy deseando ponerme con él.
Todo un tipo Simón.
Buenísimo libro
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo: lo he terminado en dos sentadas, me he partido de risa bastantes veces y me ha hecho pensar con lo agudo de sus razonamientos. A pesar de conocer bastantes de los artículos, me ha encantado.
EliminarMuy divertido!!! a mi también me ha encantado. Como bien dices Diego te lo lees en dos sentadas, incluso la gente que pase del alpinismo o no se sienta atraídos por este mundo, encontrara en este libro un buen rato entretenido con sus historias que nada tienen que ver con los típicos libros de proezas en la montañas.
ResponderEliminarÓscar, así es, precisamente lo que más me gusta de su escritura es que habla de montaña sin datos, cotas, grados... Y por supuesto, cuando no trata de montaña sigue siendo muy interesante, agudo e irónico, muchas veces sobre sí mismo.
EliminarUn saludo