Sábado 16 Junio 2012
Intento “Travesera de Redes” versión BTT
Nando del Pozo
Me quedaba un cartucho. Uno solo. La fecha estimada se
acercaba y ya no podía estirar más la goma. Mi intención habría sido escalar
algo por Picos, pero la verdad es que el tiempo inestable de las últimas
semanas no lo había permitido, y el previsto no invitaba a hacerlo con
garantías. En estas circunstancias, la bicicleta de montaña era la mejor
opción.
El compañero habitual de las últimas andanzas en bici era
Nando, así que con él me planteé el cierre de mi temporada pre-bebé con una salida
ambiciosa, como no podía ser de otra manera: inspirados en la jabatada de
Alberto y sus colegas unas semanas antes, la Travesera de Redes versión BTT
empezó a tomar forma (una versión sin duda más Light que la suya).
Se trataba de recorrer varias zonas de la reserva de
Redes, enlazando valles y majadas, para abarcar lo máximo de su territorio en
un día. Las limitaciones las marcaba nuestro físico (concretamente el mío,
porque Nando va muy fuerte), pero también teníamos que unir zonas que no
controlábamos del todo. El recorrido lo iniciaríamos en la Encrucijada, a menos
de 650 metros, para empezar bien desde el principio con las tremendas rampas de
subida hacia la Infiesta y la Felguerina (900 m aprox). De allí remontaríamos
con dirección al lago Ubales, hasta la Collada de la Canalina (1563 metros), para
pasar de allí a Mericueria (1350 m), Brañagallones (1200 m), Bezanes (658 m), volver
a subir a la Majada el Xuaco (1204 m), Collada Capiella (1439 m), para enlazar
con el camino que viene de Melordaña y de ahí a Orlé, Campocaso, y vuelta hasta
la Encrucijada. El resumen estaba en torno a los 55 Km. y el desnivel
aproximado sobre los 2000 metros. Nada, un paseo…
No somos gente tecnológica (y lo pagaremos), así que no
llevamos GPS, ni track ni wilkiloc ni nada. Vamos a la antigua, con un mapa
fotocopiado con el recorrido marcado a mano. Entre los dos conocemos más o
menos todo, aunque por algunas zonas yo hace muchos años que no paso y por
otras no lo sé. Nando parecido. Tampoco sabemos si habrá tramos grandes no
ciclables. Un poco de aventura en la vida siempre viene bien.
Madrugamos. El día, tal y como lo anunciaban, arranca
dudoso, con nubes gruesas que cubren las crestas. Alguna gota se ha escapado
mientras veníamos en coche. En la Encrucijada, después de equiparnos, salimos
poco a poco por la carretera, remontando lo que va a ser un buen desnivel. De
la Felguerina para arriba, se termina el asfalto y tomamos una pista con buen
firme, que sigue castigando con rampas muy duras alternadas con rampas duras (estas
para relajar).
A ratos voy tan despacio que cuesta mantener el equilibrio.
Me fuerzo a dosificar, y en un par de repechos
concentrados echo el pie a tierra por unos metros: no compensa forzar el
“encadene” del tramo, sabiendo lo mucho que hay por delante. Pienso en las
escaleras de los glaciares en las expediciones frente al enorme reto de la
montaña completa.
La pista serpentea por el cordal arriba, el paisaje es
espectacular. Vengo todo el rato detrás de Nando, que tira de mí, aunque menos
de lo que él podría. Por fin alcanzamos la collada Vallegu, que nos da vista
hacia la vertiente de Aller, por encima de nosotros la sierra de Corteguero.
Desmontamos, comemos y bebemos. Encima de nosotros se intuye la cuenca del lago
Ubales, a donde no vamos a subir, sino que cortaremos a media altura hacia la
braña de Mericueria. El corte “a media altura” consiste en otras enormes
cuestas arriba, por una pista que combina enormes y afilados cantos en los que
rebotar, con la trampa de la blanca arena de cuarcita, que te agarra al suelo
como un freno de disco apretado a dolor. También hay cortos tramos de bajada,
en los que las sensaciones son igual de intensas: rebote por los cantos, y
hundimiento en la arena…
El cielo deja caer algunas gotas, las nubes siguen
cubriendo incluso sierras bajas como la de Braña Piñueli, y dudamos de nuestras
posibilidades de completar el recorrido si el día sigue así.
En la collada de la Canalina (1.563 m) rodeados de arbustos
de erikas de vivos colores, por fin comenzamos el descenso hacia los mullidos
prados de Mericueria.
Vamos disfrutando el paisaje, el recorrido y el esfuerzo.
Bajar siempre es más fácil: los frenos trabajan con intensidad por primera vez
en el día. Después de la braña nos metemos en el bosque, la oscuridad nos
envuelve en la densa selva de esbeltas hayas, que se elevan buscando luz. Aquí
ciclar es un placer, sendero estrecho serpenteando en bajada por la ladera
boscosa. Nos alternamos delante, nos sacamos fotos, disfrutamos del silencio.
El camino por medio del bosque se ensancha y el llano
vuelve, paramos a comer de nuevo. Una lluvia fina cae sobre nosotros, aunque la
temperatura es muy agradable. En mitad de este paisaje de cuento, a escasos
cincuenta metros, un corzo pasa saltando.
Arrancamos de nuevo ahora en falso
llano, sube-baja, hacia Brañagallones. No sin esfuerzo la alcanzamos, y de
nuevo, como tantas veces, nos extasiamos con lo que se ve y lo que se siente en
este sitio espectacular.
Hay algo de ganado, vacas y caballos. Muy poca gente.
De aquí a Bezanes tenemos una bajada de varios
kilómetros, por buena pista. Vamos rápido, no tanto como para no hablar, pero
sí lo suficiente como para sorprender a una hembra de venado y su cría que
también cruzan nuestra pista asustadas.
Llegamos a Bezanes con los discos calientes: por sus
calles hay abundante gente vestida de domingo, suenan gaita y tambor, nos
acercamos a curiosear: hay comuniones. Tirados en un banco comemos y rehidratamos.
Estamos en lo que podría ser el final de una muy buena excursión de BTT, pero
nuestra propuesta aún sigue por bastantes kilómetros y metros de desnivel. Me
noto cansado, aunque todavía con reserva para seguir. Dice Mark Twight que la
cabeza se adapta a las circunstancias: que al llegar a cumbre después de una
vía de 600 metros estás cansado, pero que después de 600 metros similares de
una vía de 1000, no tienes la misma
sensación, porque la cabeza sabe que tienes que seguir.
Consultado el mapa confirmamos por dónde debemos
abandonar la carretera de Tarna: en una curva después de un puente arranca una
pista de inmaculado hormigón blanco; mala señal, nadie hormigona porque sí
(aunque con fondos mineros se han hecho cosas muy raras). Efectivamente, desde
el primer metro impone un desnivel duro, a ratos muy duro para mí. Por varios
kilómetros remontamos entre los árboles y cabañas.
En varias ocasiones me bajo de la bicicleta, ya sea para
descansar o para empujarla. Nando me espera, pero claramente podría seguir
tirando. Nos estamos acercando a la niebla, que envuelve la sierra que nos
rodea.
Cuando alcanzamos la majada del Juaco, estamos totalmente
inmersos en la nube. No se ve nada. El camino aquí se desdibuja por entre los
helechos. Mirando el mapa, indecisos, decidimos tomar lo que parece nuestra
dirección. Caminando ahora con la bici de la mano o al hombro (demasiado
estrecho, demasiadas piedras) vamos cruzando dos regatos que nos tienen
descolocados. Durante media hora estamos moviéndonos alante y atrás sin tener
claro hacia dónde vamos: finalmente nos parece que esta es la dirección del
Collao Campigüeños. Vamos mal. Tenemos que dar la vuelta.
Al llegar de nuevo al
Juaco, hemos perdido más de una hora. La energía ya limitada (a mí se me va a
encender la luz de la reserva en cualquier momento) y a la incertidumbre de la
niebla que persiste, nos decide a emprender la retirada. En estas estamos
cuando por encima aparecen dos parejas caminando. Vienen del Collao Capiella
nos dicen: bien, es nuestro camino, aunque nos confirman que durante un buen
rato no es ciclable, lo vamos a intentar. Llevamos ya otros veinte minutos
cuesta arriba bici al hombro, abriéndonos paso entre los arbustos, cotollas y
helechos, yo parándome cada veinte pasos a
recuperar el aliento, estilo ochomil. Me empiezo a notar vacío: la
sensación la conozco, la pájara me ronda. Suelo saber cuántas pedaladas me
quedan dentro. No quisiera acabar tirado en el suelo, mareado, desfondado y sin
apenas nada de comer en la mochila. Le doy una voz a Nando, que va un rato por
delante. Abortamos la misión.
De vuelta en la majada, retomamos la pista, ahora hacia
abajo. Es increíble la cuesta que hemos subido. Cuesta dominar la velocidad.
Los discos cantan calientes. Pasamos a las dos parejas. En un rato estamos en
la carretera de Tarna. Ahora todo es fácil: me queda agachar la cabeza en los
kilómetros que nos faltan: Bezanes, Soto de Caso, Campocaso, y de allí a pasar
los túneles hasta el desvío de Caleao y el tramo final, subiendo levemente,
llegar a la Encrucijada.
El recorrido en retirada en realidad fue más largo en
kilómetros que lo que nos quedaba por nuestro trazado objetivo, pero menos duro
y mucho menos inquietante.
Una retirada más en el año. La aventura sólo empieza
cuando algo se tuerce: es lo que pasa cuando uno busca sus límites. Queda
pendiente para la próxima temporada. Puliremos el recorrido y volveremos (yo
espero que más fuerte).
Dieguín,
ResponderEliminarCuando se está fuerte la bici da mucho juego, pero cuando no se está fino te lo hace pagar.
Gran post, una vez más; gracias por acercarme cada poco un trozo del Paraíso Natural. Aunque no lo creas se disfruta mucho en la distancia...
Un abrazo
Pedazo de descripción, no falta detalle...!! una ruta muy dura que tenemos que acabar... habrá que llevar mas "poción mágica"!!!,y mientras a ver si sale otra "combinada".
ResponderEliminarPor cierto, que yo iba también con lo justo...y es que las rampas de esta ruta son realmente duras.
Como siempre, un placer compartir ruta contigo.
Nos vemos
Nando
David máquina, tienes razón, pero es que además el segundo tramo de subida es realmente duro, son unos setecientos metros de desnivel concentrados en apenas cuatro kilómetros... me fundió!
ResponderEliminarUn saludo para Alemania
Nando yes un gallu, voy a tener que empezar un plan de entreno específico (y no sé si secreto!) para seguirte la estela... ya estoy cavilando la siguiente,
ResponderEliminarun saludo
Que chulas las fotos Diego, las del bosque sobre todo, para la siguiente no hay que olvidar Sobrescobio dentro de una Travesera a Redes, el territorio Coyán es muy interesante, al igual que el Casín. Una propuesta puede ser comenzar desde Rioseco a Soto de Agues, subir Isorno y bajar Caleao (es posible en bici en un 97%), bajar a la Encrucijada y otro pegue al vuestro recorrido. Y una vez en Orlé, bajar a Casu. De esta forma se comunican ambas capitales de Concejo. También es cierto que el desnivel y el kilometraje aumenta, pero yo creo que merece la pena por el recorrido y el paisaje.
ResponderEliminarUn saludo.
A.B.
Alberto, gracias.
ResponderEliminarTienes razón con lo de Sobrescobio, aunque me parece complicado meter más desnivel (que no por los km) para mi capacidad, es algo a estudiar. Lo del final de Orlé a Campocaso y vuelta a la salida ya lo teníamos pensado. Quizá te pida información detallada más adelante de lo de Isorno.
Un saludo
Por favor, por favor, por favor, llámame para la siguiente!. Enaguo cuando leo crónicas como ésta.
ResponderEliminarDani M
Ese Dani, ya sabía yo que estas palizas tienen su parroquia... vete pensando que para junio lo queremos intentar de nuevo, así seremos más compartiendo penurias y agonías
ResponderEliminarhola que tal?que kilometros hay desde la encrucijada hasta mericueria,sabrias decirme??
ResponderEliminarHola José Manuel, la distancia no es mucha, calculo que unos 13 km, pero es un tramo realmente duro. También muy guapo. Tengo otra entrada posterior en el que completamos el circuito. Si lo haces, ya me contarás qué te pareció! Un saludo
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