Sábado 18 Febrero 2012
Peña Celleros, Pajares
Nando Pozo y Manolo
La nieve por fin ha llegado y su ansiado manto blanco se extiende por la cordillera.
Hace tres semanas subíamos a Ubiña sin tocar nieve hasta los 2.300 metros: parecía que este año íbamos a tener un invierno totalmente seco, y ya casi estaba resignado.
Después de las nevadas, a la espera de que los días de estabilidad y sol asienten y transformen la nieve, para poder volver a acercarnos a las cumbres más alpinas con ambiciones de escalada, siempre es para mí un buen sustituto esta otra variante de los muchos placeres invernales: el esquí de travesía.
Peña Celleros, Pajares
Nando Pozo y Manolo
Arista cumbrera de Celleros, al fondo las Marías como polos |
Hace tres semanas subíamos a Ubiña sin tocar nieve hasta los 2.300 metros: parecía que este año íbamos a tener un invierno totalmente seco, y ya casi estaba resignado.
Después de las nevadas, a la espera de que los días de estabilidad y sol asienten y transformen la nieve, para poder volver a acercarnos a las cumbres más alpinas con ambiciones de escalada, siempre es para mí un buen sustituto esta otra variante de los muchos placeres invernales: el esquí de travesía.
Una mañana de sol, con un par de amigos, disfrutando las sensaciones de foquear trabajosamente ladera arriba, para descenderlo más tarde en unos pocos pero intensos minutos.
Admiramos las caprichosas formaciones de nieve que el viento ha dejado agarradas a los postes de hierro del cierre de esta arista, arista que separa aguas vertientes y provincias. Afiladas esculturas de nieve helada que marcan, como veletas estáticas, la dominancia de fuertes vientos del suroeste en días pasados.
Hoy reina la calma, y mientras repetimos el ritual de quitar las pieles, abrigarnos, y apretar las botas, nos deleitamos con las vistas. Charlamos despreocupadamente imaginando múltiples excursiones en todas direcciones.
La bajada siempre se disfruta más intensamente después de haberla ganado metro a metro: encadenamos los giros en una pala con la nieve en unas condiciones inmejorables, simplemente perfectas.
Yo, aunque calzo esquíes desde pequeño, nunca llegué a aprender bien la técnica: vamos que sobre las tablas me siento terriblemente torpe. Me esfuerzo por vencer el miedo de los primeros giros de la temporada, y por atender a las indicaciones didácticas de los compañeros. Aunque nunca vaya a conseguir tener ese estilo que tanto envidio, desde la tensión de mis viciados gestos, creo que a mi manera sí podré seguir disfrutando de las sensaciones únicas del esquí de montaña.
Cuando ya abajo alcanzamos la pista de la estación aún es temprano, así que decidimos remontar un nuevo trecho para estirar un poco más la jornada: vuelta a poner pieles y levantar las alzas.
Después de una cerveza en Campomanes, llegamos a casa para comer.
Yo, aunque calzo esquíes desde pequeño, nunca llegué a aprender bien la técnica: vamos que sobre las tablas me siento terriblemente torpe. Me esfuerzo por vencer el miedo de los primeros giros de la temporada, y por atender a las indicaciones didácticas de los compañeros. Aunque nunca vaya a conseguir tener ese estilo que tanto envidio, desde la tensión de mis viciados gestos, creo que a mi manera sí podré seguir disfrutando de las sensaciones únicas del esquí de montaña.
Cuando ya abajo alcanzamos la pista de la estación aún es temprano, así que decidimos remontar un nuevo trecho para estirar un poco más la jornada: vuelta a poner pieles y levantar las alzas.
Después de una cerveza en Campomanes, llegamos a casa para comer.
9:15 h empezamos a foquear desde El Brañilín (1.375 m)
10:30 h cumbre Peña Celleros (1.864 m)
11:00 h pista de la estación
11:30 h coche
14:00 h Gijón
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