LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

martes, 29 de octubre de 2019

Otoño en los Alpes: la Barra de Ecrins

6 Octubre 2019
Barre des Ecrins
Rubén Díaz Gutiérrez



El verano se pasó entre una cosa y otra, y el otoño ya recortaba los días. Dado lo avanzado de la temporada, la opción inicialmente pensada era Pirineos, pero en paralelo hablamos de los Ecrins. La previsión de la meteo era buena, y llevaba varias semanas muy estable, así que no iba a haber nieve de más. Yo ya había escalado en octubre varias veces en los Alpes satisfactoriamente. El problema era que en el curro tenía un apurón y me estaba siendo muy difícil coger los días, así que hasta el mismo miércoles no lo vi nada claro. Y con todo, lo que conseguí nos daba para una escapada ultrarrápida: de viernes a lunes ¡cuatro días con los viajes incluidos! 

Irte a los Alpes así puede llegar a sonar absurdo, pensando que desde Asturias tenemos no menos de 13 horas de coche, pero era lo que había: o esto o nada, y a por ello fuimos.

Nunca había estado en el macizo de Ecrins, y ya llevaba varios años con ganas. Mi lista de objetivos aquí es larga, desde la aguja Dibona a la Meige, pasando por el Pelvoux. Pero desde siempre había tenido grabada en la cabeza la foto tamaño póster de la cara norte de la Barra que estaba en el pasillo de casa de Estivi: una montaña muy grande, atravesada por enormes barreras de seracs, y con una arista somital muy afilada.
Hace unos años me compré un libro de la zona, “Alpinismo fácil en el macizo de los Ecrins”. De este me salían muchas ideas. Otras las sacaba de hablar con amigos, como el Pilar Sur de la Barra, que hizo el máquina de Villa coche-cumbre-coche del tirón hace unos años (vaya jabalí), o la Allain Steiner a la Sur de la Meige, que hizo Javi hace tiempo… La referencia de la guía la tomo con cuidado porque también tengo la equivalente del macizo de Chamonix, y alguna de las vías que lista y que conozco, no son tan fáciles… El caso es que en esta época del año, y con tan poco tiempo disponible, hacer la Barra por la Normal ya se me antojaba más que suficiente.

Día 1. Viernes 4 Octubre

Salimos de Gijón a las nueve de la mañana, después de dejar a los niños en el cole. Por delante un viaje bien largo, y empezamos con lluvia intensa que nos acompaña casi hasta Pau. Después, tráfico denso cerca de Toulouse y de nuevo más tráfico cerca de Marsella, unas cuantas horas más tarde. El tramo final, ya por carreteras de montaña, lo hacemos de noche, así que no podemos apreciar el paisaje, pero sí lo mucho que va subiendo la carretera. Llegamos a Ailefroide y tomamos hacia Pre de Madame Carlé: en ese tramo vemos un corzo. Al llegar arriba, a unos mil ochocientos metros, noche estrellada total, buscamos un sitio donde plantar la tienda al pie del coche, cenamos algo y nos tiramos a dormir bastante cansados del viaje.

Día 2. Sábado 5 Octubre

Por la mañana, al levantarnos, descubrimos que estamos rodeados de grandes paredes y cumbres.



El glaciar Blanche asoma en la lejanía. Cuando se disipan las nubes vemos lo que parece la parte alta de la Barra. Sin prisa, desayunamos, rematamos las mochilas y salimos para arriba con ganas de ver lo que nos rodea. El camino enseguida remonta muchos metros y podemos admirar el valle hacia el glaciar Noire, y por detrás los contrafuertes del espectacular monte Pelvoux.




Por delante asoma la morrena terminal del glaciar Blanche, hacia el que vamos nosotros. A las dos horas aproximadamente nos tiramos a descansar y comer algo en el refugio del mismo nombre, Glaciar Blanche. Está cerrado. Se agradece tirar la mochila. Hay bastante gente de paseo por aquí. Las vistas impresionan.




Al cabo de un rato volvemos a ponernos en marcha. Tenemos que remontar bastantes metros más hasta ponernos por encima del glaciar y coger vistas. Bajamos a la morrena donde nos cambiamos de zapatillas a botas, nos ponemos el arnés, los crampones y nos encordamos: ya estamos disfrazados de alpinistas. 
El glaciar apenas tiene huella y acabamos dando algunos rodeos, pero finalmente llegamos a la altura del refugio, donde una chica catalana funde nieve para beber mientras espera a sus colegas que bajan del Dome de Neige. Cuando llegan les preguntamos por las condiciones y nos confirman que está buena la huella y que ellos no han tirado a la Barra por haberse levantado muy tarde (el día antes habían hecho la Dibona, normal!). 

Subimos al refugio (que también está sin guarda ya). Hemos tardado unas seis horas: calculamos unos mil quinientos metros positivos acumulados. Estamos solos. Nos instalamos en el comedor y el dormitorio y salimos a fundir nieve para beber. Hay poca alrededor del refugio, pero la que hay está limpia: nosotros la cogemos de la cubierta del edificio. Cada vez que subimos a coger un cazo, disfrutamos de la tremenda perspectiva del glaciar y todo el circo de cumbres rodeándolo, especialmente la cara Norte de la Barra, nuestro objetivo para el día siguiente.




Ese proceso de fundir nieve se alarga un par de horas: durante el mismo vamos comiendo y bebiendo, y haciendo más reserva de agua para cocinar, para el desayuno del día siguiente y para la larga jornada. Primero aprovechado el sol en el exterior, y luego ya dentro cuando la sombra trae la caída de temperaturas. Entre tanto han ido llegando unas cuantas cordadas más, cuatro de franceses y una pareja de neozelandeses. 

A las ocho de la tarde ya estamos tirados en la litera y yo me duermo casi de inmediato. Las horas de aproximación y el peso de la mochila me han pasado factura… Eso sí, durante la noche me despierto un montón de veces y para cuando a las cuatro le pita la alarma a un vecino, ya casi tengo ganas de levantarme. 

Día 3. Domingo 6 Octubre

Desayunar a estas horas intempestivas (cuatro y media) no apetece, pero hay que meter gasolina al motor, que el día va a ser largo. Ibuprofeno 1. A eso de las cinco estamos caminando pedrera abajo hacia el glaciar, en fila india y con cuidado, que la cosa está fina... Al llegar al glaciar dejamos guardados bajo un bloque los sacos, la comida de más, el hornillo y más cosas que no necesitamos para la ascensión. Nos encordamos a seis metros y salimos a la luz de la frontal detrás de la primera pareja que arranca ya glaciar alante. Son las cinco y media de la mañana.

El plató inicial es largo pero de pendiente suave. Ideal para calentar. En la oscuridad casi total apenas podemos ver nuestro objetivo. Pronto la pendiente aumenta e intuimos los enormes seracs por encima. Esta es una zona a liquidar rápido, no vaya a ser... Algunas cordadas nos superan, luego los volvemos a pasar nosotros a ellos. Somos seis o siete parejas, y nosotros vamos los segundos o terceros. 

Va amaneciendo cuando hemos librado la vertical de la barrera de seracs y con ella la primera pendiente más fuerte. Ahora tocan largas travesías a izquierda y luego a derecha buscando el paso entre grietas tamaño XXL. La luz mágica del amanecer nos trae vistas espectaculares de lo recorrido, y de perfiles cercanos como los de la Meige, o lejanos como los del Montblanc. 




Vamos detrás de los neozelandeses, a veces los alcanzamos pero casi siempre detrás de ellos. Por detrás vienen descolgadas el resto de cordadas, pequeños puntitos en la inmensidad de la cara norte.






Por fin llegamos a la última diagonal que cruza la pared de izquierda a derecha, para acercarse a la Brecha Loury y al Dome de Neige. En este punto hay que remontar un muro de hielo de unos quince metros en el que sacamos el segundo piolet. Los otros chavales, con uno solo, meten tornillos para superarlo con seguridad.



Desde aquí nos vamos todos al collado. Son las ocho y media de la mañana.
Hace bastante frío y viento. Un trago. Sacamos el poco material que hemos traído mientras miramos el aspecto del primer largo de roca: se ven varios cordinos ondeando al viento, que marcan el camino, imaginamos que sujetos a clavos, hay incluso restos de un abalakov en el tramo de hielo. Le pido permiso al chaval de Nueva Zelanda para pasar delante y me lo cede sin problema.



Tras una corta travesía sobre hielo vivo a unos 60 grados, me remonto al pilar de roca escalando en mixto fácil. La roca se deja asegurar bien y voy encontrando cosas puestas. A unos cuarenta metros monto reunión y Rubén sube veloz hasta mi sitio.



Desde aquí sale él escalando delicado pues hay bastante nieve posada, sin transformar, sobre placas de roca. Con cuidado estira los sesenta metros. Después de esto, la cosa suaviza pero se hace más espectacular en sensaciones: vamos montados en la afilada arista. Tiene buena roca y nos deja trepar bien. En algún punto menos evidente volvemos a montar largos de una media cuerda, pero luego volvemos a ir en corto. El cielo ya no está tan despejado como a primera hora, y el viento continúa castigando. Hace frío. Por detrás vienen los chavales de las antípodas y nadie más. El resto de cordadas se han conformado hoy con la Dome de Neige…. Y mira que Rubenín los veía como auténticos máquinas en el refugio!




El tramo final es rápido. Cresteo sencillo que nos deja en la cumbre. Hace viento y frío y la cosa no está como para pararse. Nos sacamos unas fotos de rigor. Apenas comemos algo rápido y nos preparamos para salir de vuelta. El cielo empieza a avisar del cambio anunciado para esta tarde. Arrancamos atados a cinco metros y ahora no paramos. Vamos muy rápidos, destrepando con confianza, pasando la cuerda por detrás de bloques o dientes de roca entre nosotros. A lo lejos vemos recortados a la cordada neozelandesa que se está retirando: el chaval que venía delante iba muy bien, pero su compañero era más lento... 



En poco más de una hora estamos de vuelta en la reunión para rapelar desde la Punta Loury. Lo hemos hecho más rápido que a la subida, quizá más precavidos sin saber lo que nos esperaba.



En un rápel estamos de vuelta en el collado. Se comenta brevemente la posibilidad de hacer la cumbre del Dome de Neige, pero la desechamos por varios motivos: realmente la vemos como una protuberancia secundaria de la Barra (otra cosa sería no haber hecho la cumbre principal del día…). Además tenemos por delante lo que va a ser sin duda una larga bajada. Más de dos mil metros de desnivel que perder y una buena calcetinada.



Total, que después de comer algo, volvemos a rapelar ahora unos quince metros muy verticales para librar una grieta-rimaya. Desde aquí desandamos el trayecto de la mañana: vueltas y revueltas en la cara norte, esquivando grietas enormes, pero sin mayor complicación. Cuando nos acercamos a la zona debajo de los seracs, la alerta se nos enciende. Pasamos lo más rápido posible por ella y perdemos toda la altura posible para salirnos de la zona de descarga, donde se ven restos de bloques de hielo por todas partes.
Una vez en el plató glaciar ya relajamos.


Pateada de vuelta hasta la altura del refugio a recoger los trastos dejados esta mañana. Son las tres de la tarde y el cielo empieza a nublarse. Ibuprofeno 2. La mochila ahora pesa más… Salimos siguiendo las huellas de la gente de esta mañana: no queda nadie por detrás de nosotros, somos los últimos en la montaña. 
El glaciar es entretenido en sí mismo, pero las mochilas lastran. El cielo se ha cerrado totalmente: a ratos nieva, a ratos llueve. Las horas de bajada hasta el coche se alargan, pero solo queda agachar la cabeza (para mí, Rubén va tan tranquilo). 
Llegamos abajo con la última luz, sin agua. Siete y media de la tarde. Catorce horas desde que empezamos. 
Atechados  en un tendejón del parque, mientras nos cambiamos la ropa mojada y el calzado, y rehacemos las mochilas, un descarado zorro se empeña en robarnos la comida: es realmente increíble su atrevimiento incluso tras amenazas variadas. 



Llevamos sin cobertura de móvil desde el día antes, ni siquiera en la cumbre, así que bajamos a Ailefroide a  llamar por teléfono a casa para informar de nuestra suerte. Una vez abajo buscamos agua sin éxito hasta que una amable señora de un bar cerrado nos llena un par de botellas. Es triste tener tanta sed mientras nos mojamos miserablemente por la lluvia…
Después, a la luz de la frontal, montamos la tienda en un soportal de un camping cerrado en Ailefroide, cenamos restos y nos derrumbamos en los sacos. Dormimos plácidamente la paz de los justos.

Día 4. Lunes 7 Octubre

El viaje de vuelta a casa se hace muy pesado, pero vamos muy contentos. Los planes para futuras visitas bullen a tope. Y que no falten.



Rubén, gran compañero de aventuras.

viernes, 25 de octubre de 2019

De gatos monteses y nueces

Sajambre, Octubre 2019
Por fin hemos traído el sofá cama para la salita. La idea es poder invitar a amigos a pasar el fin de semana con nosotros, más cómodos, disfrutando de esto. Después de las maniobras de desalojo de los enormes sillones orejeros y del izado y montaje del bulto de Ikea, el resultado es satisfactorio. Como el día está bueno de momento, después de comer salimos de paseo cuesta arriba, como siempre, aquí casi todo arranca cuesta arriba… 



Las chicas están poco caminadoras hoy, así que a la altura de Miraño nos abandonan. Javi, entusiasmo puro, quiere tomar los atajos hasta en subida… Llegamos a Vegabaño con bastantes nubes en el cielo, bajas y amenazantes. Lo anunciado. Con todo, y a pesar de no quedar mucho rato de luz (he traído las frontales en la mochila), nos decantamos por ir hasta Barcinera y bajar por el otro camino. El anzuelo para Javi es la posibilidad de avistar algún bicho cuando la luz vaya declinando. Y claro, eso es irresistible para él.
Empieza a llover. Primero suave y luego con intensidad. Pero no hace nada de frío. A pesar de ir de pantalón corto, con el chubasquero puesto se está muy bien. Cuando salimos de la zona arbolada nos paramos en los puntos estratégicos en los que se coge perspectiva de las camperas, ya sea por encima o por debajo de nosotros, Javi saca los prismáticos y otea en busca de animales. No hay suerte. 




La luz va bajando y la lluvia hace que caminemos otro tramo. Vamos a llegar de noche y mojados. Como me columpie habrá bronca. Pero aun así, cuando escampa un poco y cogemos ángulo volvemos a pararnos y a mirar. En un momento dado, me doy cuenta de que estoy aquí sentado bajo la lluvia, en mitad del monte, con mi hijo de diez años (diez años ya!) a mi lado, que con la capucha puesta observa alrededor con los prismáticos y me lanza continuas preguntas sobre los animales, las cumbres, las nubes… Simplemente me encanta.




De nuevo sin suerte volvemos a ponernos en marcha. Estamos dando una curva al sendero cuando, yendo yo delante, a unos quince metros de nosotros veo un gato montés. Rápidamente se lo enseño a Javi. El bicho se gira, nos ve, y sin mucha prisa sigue otros doce o quince metros más por el camino antes de girar a la izquierda y desaparecer en la espesura. Ese caminar felino, esa cola gruesa, ese color mimético con el entorno, especialmente en el atardecer… ¡La primera vez en mi vida que veo uno! Ya ha merecido la pena el paseo.



Bajamos contentos con nuestra suerte. El resto del camino, bajo lluvia intensa a ratos, y de noche cerrada a la luz de la frontal en el tramo final, vamos rememorándolo. 
En casa comentamos la jugada.
Al día siguiente subimos hacia la otra vertiente, menos habitual para nosotros: vamos hasta la majada de Güembres.



Después nos dedicamos un rato a la recolección; el viento y la lluvia, intensos durante la noche, han tirado al suelo un montón de nueces. Recogemos especialmente en la pista, o en algún prado que sabemos a quién pertenece. Entre los cuatro hacemos una buena cosecha. Son frutos pequeños, pero muy sabrosos. El patriarca las va a agradecer.







Dos días apenas, pero hay que ver cómo recargan las pilas. 
A lo largo de los años he visto en nuestras pequeñas montañas cantidad de animales salvajes: rebecos, corzos, venados, zorros, jabalíes, ginetas, águilas, buitres, alimoches, lobos, y hasta un oso. Y este fin de semana un gato montés. Como dice un amigo…”El Puto paraíso”.

martes, 15 de octubre de 2019

Al otro lado del Charco

Con el paso de los años uno se va dando cuenta de que hay muchos sitios a los que le gustaría ir, y que probablemente se vayan a quedar en eso, en un deseo...

Frey, el patio de mi casa.

Estupendo reportaje de un sitio realmente espectacular. Por su paisaje, por su historia, y por sus gentes

https://drive.google.com/file/d/1Zem-lgAXrj6hWC595zd_xD1HZ2oZiEs8/view?usp=drivesdk

Gracias Kico!

jueves, 10 de octubre de 2019

Integral Cornión - Primera Parte

Sábado 10 Agosto 2019
Parte 1 Integral del Cornión: Argaos-Peña Santa Enol
Rubén Díaz Gutiérrez


Hay actividades que uno tiene en la cabeza durante años. Décadas a veces. O no llega la oportunidad, o el compañero adecuado, o las ves demasiado difíciles, o demasiado grandes y las tienes que ir preparando por fases. Esta es una de ellas, y este fue un pegue de preparación, quién sabe si para el próximo verano…

La previsión de la meteo era regulera. Tanto así que de hecho descartamos opciones más escaladoras por miedo a que nos echara la lluvia. En esta cresta, conociéndola puedes escapar si hace falta desde bastantes puntos. Como además tengo la integral en la cabeza desde hace mucho tiempo, pues este era buen momento para probar la primera parte.

Salimos de Pandecarmen a las ocho y media de la mañana con bastantes coches aparcados. La mochila no pesa demasiado: llevamos en total una cuerda de 8.1 mm, cuatro Friends, medio juego de fisureros y unas diez express. Uno la maroma y el otro el fierro.
Está fresco y vamos abrigados a pesar de la fecha y del ritmo ligero con que me lleva Rubén. El cielo a ratos despeja y nos deja ver las cumbres, incluso dejándonos ver el sol. Otros ratos se cierra totalmente de nube oscura. Pasamos Vegarredonda sin parar, cogemos agua en el refugio viejo, y seguimos hacia la Fragua.


A las diez y cuarto (buen tiempo para mí) ya estamos sentados en el collado, comiendo algo y preparando los trastos para empezar a trepar. A y media ya arrancamos roca arriba: echo al chaval delante porque no lo conoce y las trepadas herbosas le gustan cantidad. Poco a poco vamos ganando el filo, cruzando las varias cumbres de los Argaos y sus respectivos colladinos, por los que asoman los corredores invernales. A ratos en ensamble, a ratos desencordados. Buscando el mejor recorrido siempre lo más cerca posible del filo, que es de lo que se trata al final.


La nube nos envuelve a ratos, el ambiente está muy guapo. Nos movemos rápidos hacia el Mosquil de Cebolledas, punto al que llegué en invierno hace años con Bene, un día que la nieve no estaba para nada. Pequeña parada para echar un trago y salimos dirección a la primera torre Cebolleda: este tramo es el que no conozco bien, pero es fácil orientarse: primero algo de campera para ir poco a poco metiéndonos en caliza de nuevo, a veces vertiente Este, a veces Oeste. Ganada la primera Torre la cosa coge ambiente de nuevo: filo de roca con corte a ambos lados y nubes algodonosas a ratos.





Arista aguda entre la primera y la segunda. Después hay destrepe aéreo al collado entre la segunda y la tercera: el paso da respeto, especialmente si no lo conoces. Hay un buril que permitiría asegurarlo, pero lo hacemos bien a pelo.  Venimos hasta aquí desencordados pero esto va a cambiar.



Este terreno ya es conocido para mí: pasé con Bene primero y luego con Fer, en ambas ocasiones días realmente gloriosos de escalada en los Picos (entre los mejores que recuerdo). Aquí hay un largo sombrío y atlético que me obliga a poner los gatos: con poco material no me veo en botas por estos pasos. 



Desde la cumbre de la Tercera Torre Cebolleda cresteamos hasta el rápel para bajar hacia la aguja GUA. Con una cuerda no nos da, así que tenemos que destrepar unos metros finales, fáciles.



La aguja GUA, penúltima cumbre de hoy, tiene una trepada fácil pero muy guapa, en roca compacta de excelente tacto. De esta rapelamos de nuevo hacia el collado con la Peña Santa de Enol.

Nos queda ahora el espolón Oeste: una escalada fantástica de tres largos con una roca fenomenal, y unas vistas espectaculares. Mando a Rubén delante y resuelve rápidamente: en el segundo largo le cuento cómo lo cogimos Bene y yo con hielo en las fisuras, y cómo Kico lo cogió el pasado enero verglaseado para mayor emoción…. Bicho!
Último tramo de cresta y llegamos a la cumbre de Peña Santa de Enol.
Son las cuatro de la tarde, hemos tardado cinco horas y media desde el collado de la Fragua, sin correr  pero sin parar.


Con atención a lo que hacemos, destrepamos la Grieta Rubia hasta la Horcada de Santa María.
Desde aquí (donde empezaría la segunda etapa de la Integral hasta la Peña Santa de Castilla), hoy nos echamos hacia Fuente Prieta y la Mazada para dar al día un cierre circular. 



Rebecos primero y niebla meona después, que terminó convirtiéndose en lluvia cerrada. Llegamos a Vegarredonda empapados pero contentos. Nos tomamos un Acuarius charlando con Javi y Marta, contento de verlo a él recuperado y motivado.
A las siete y media llegamos al coche, Rubén silbando, yo arrastrando algo la pierna como por otra parte ya viene siendo habitual.



En resumen: 10 cumbres: Los Argaos (5 cumbres), Torres Cebolledas (3 cumbres), Aguja GUA, Peña Santa Enol
El día con media nube ha ayudado a no pasar calor.
El material traído ha sido el adecuado.

Tenemos que venir a controlar la segunda parte de la Integral, especialmente la bajada de la Torre de Enmedio hacia las Marías, que es lo que me falta hacer. El resto más o menos es terreno conocido (muy largo, pero conocido).

Con Rubén un placer, como siempre.

Gijón 6:30 h
Pandecarmen 8:30 h
La Fragua 10:15 h
Mosquil de Cebolledas 12:30 h
Tercera Cebolleda 14:00 h
Aguja GUA 15:00 h
Peña Santa Enol 16:00 h
Vegarredonda 18:00 h
Pandecarmen 19:30 h
Gijón 21:00 h