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domingo, 23 de octubre de 2016

Recordando a Miguel

Sábado 15 Octubre 2016
Pablo Luque
Espolón Asturcones (180 m, V+), Castro Candilejas, Queroseno (120 m, V+) Cueto Agero


La salida del día era al Cueto Agero. El motivo era reunirnos unos cuantos para despedir a Miguel en ese sitio que tanto le gustaba, y dejar un punto de referencia suya allí.
Han pasado cinco meses ya. Aunque pueda parecer demasiado tiempo para esto, creo que la época elegida y el día que finalmente quedó han sido ideales. Fue Eduardo quien tomó las riendas del tema y lo coordinó todo. Y se lo agradezco. Lástima lo que pasó y que al final no pudiera estar allí.

No se me ocurre ningún sitio mejor que el Agero para recordar a Miguel y para sus cenizas. En realidad, yo para recordarlo no necesito nada especial: me viene a la cabeza cantidad de días y en los lugares más insospechados. Es lo que pasa con la gente que te marcó en la vida, que los tienes presentes aunque ellos ya no estén. En todo caso, el Agero es sitio es ideal por muchas cosas: historia, belleza, ambiente, accesibilidad…

Fotaza de Simón, Luismi y Miguel tras la segunda repetición del Espolón Sur del Agero (gentileza de Luismi)
La cita es a media tarde, así que madrugar a escalar parecía buena opción; seguro que Miguelón preferiría que estuviéramos escalando un día como este. Y puestos a escalar, qué mejor que buscar una vía suya de las varias de la zona: el Espolón Asturcones lo abrió en el año 81 junto a Luis Rubio. Si a esto le sumamos que yo no la tengo hecha, no puedo pedir nada más.


Cuando llegamos a Allende, el cielo está azul, pero algunas nubes corren veloces en altura. Hacemos la aproximación a las paredes hablando sin parar (no sin algún despiste, como viene siendo habitual). A las diez de la mañana ya estábamos amarrándonos.
Pablo y yo estamos bastante flojos últimamente (más yo), por circunstancias similares, pero el grado de la vía nos encajaba bastante bien a ambos.


Empiezo yo delante en el primer largo, donde después de navegar un poco entre bloques y desplomes, monto reunión en una terraza. El segundo largo tiene el paso más duro de la vía, un V+ de los de antes: una fisura corta pero atlética en la que resoplé para chapar el clavo, después ya bien.
La roca es excelente, y el trazado elegante. Ni siquiera los arbolillos que pueblan algunas terrazas la afean. Además sirven para montar cómodos relevos.


Pablo estira casi sesenta metros por terreno variado. El viento ha ido in crescendo y a ratos hay que esperarse a que amaine la ráfaga antes de emprender algún paso. Después de una transición sencilla vamos a por las últimas dos tiradas: aquí está el largo con más seguros de la vía, unos cuatro o cinco clavos. Escalada realmente bonita.



Ya en la arista, mientras aseguro a Pablo, zarandeado violentamente por el viento, me recreo con las vistas mientras me vuelven a la cabeza fotogramas de mis primeas escaladas en estas paredes, hace más de veinte años, por supuesto con Miguel.


Al llegar abajo, como aún es temprano, aprovechamos para escalar otro rato en el Resquilón. La Queroseno es la opción elegida: cuatro largos sobre roca buenísima, con chapas separadas con alegría siempre que haya alternativa para colocar trastos. Hacemos tres de los cuatro largos y rapelamos para llegar a tiempo a la cita.




En la cabaña ya está bastante gente que se ha acercado para la cita. Saludamos a Miguel hijo, y a Javier,  hermano. Están Luismi, Simón, Emilio…
Luismi nos cuenta lo del suegro de Edu, y cómo se tuvieron que ir. Una pena que no estén él y Noe, y más aún por un motivo tan triste.
Más tarde llegan Estivi, Javi, José Ramón… Pero esperaba más. Echo de menos a otra gente con la que contaba. Gente diría casi que imprescindible. Comentado esto entre nosotros, nos sorprende. Imagino que unos por unas cosas y otros por otras, o no han podido o no han querido venir. 
En fin, no importa, los que estamos aquí somos suficientes para lo que queremos hacer hoy. 
Además Miguel nunca fue amigo de muchedumbres y huía de los saraos y de los focos de atención como de la peste…


El ambiente es relajado, las risas están presentes de continuo recordando anécdotas varias del amigo. Simón y Emilio van buscando el sitio ideal entre las hermosas encinas que nos rodean.



Van a ser dos arbolinos, un haya y un acebo. Excavan los agujeros, colocan los cepellones, los riegan y hasta los abonan con estiércol recogido de las cercanías. Los protegen con piedras para evitar que sean pisados.


Finalmente, Javier, hermano de Miguel, saca las cenizas y las echa en la tierra de cada uno de los dos árboles. Son momentos emocionantes en los que a mí se me hace un nudo en la garganta, y se ve alguna lágrima. La luz baja del atardecer de otoño nos envuelve, filtrada entre las ramas de las encinas. La temperatura va cayendo.



Todo se ha hecho con cariño, es un símbolo y una muestra de respeto. Ha sido bonito.
Un abrazo a Miguel hijo, estrechar manos con el hermano, Javier, saludos cordiales con el resto. Nos despedimos y salimos hacia el pueblo.

Amigo Miguel, ya tengo un motivo más para venir por el Agero de vez en cuando.

2 comentarios:

  1. Muy bonito, que gañas me han entrado de volver al Agero!!!!

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    1. Ya lo sabes tú, el sitio es una pasada. Igual un día coincidimos!
      Un saludo

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