LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 13 de marzo de 2015

Tiempos modernos en el Mampodre: Norte Polinosa

Sábado 7 de Marzo 2015
Mon Turrado y David Rodríguez
La Polinosa (2.159 metros), Canal Norte clásica (350 m, III,2)


No lo entiendo.
Tiene que ser que me falta mundo, porque lo que vimos el pasado sábado, a mí simplemente no me encaja.
En una zona en la que históricamente ha habido restricciones hasta para caminar (¡!).
Desde luego parto de la base de que quienes lo hacían, contaban con permiso para hacerlo. No me cabe en la cabeza que lo estuvieran haciendo sin él.



Después de dos meses de temporales, por fin se asienta el anticiclón.
Son las seis de la mañana cuando nos juntamos en Noreña Mon, David y yo, y partimos de charla animada dirección a la cuenca. A David lo acabo de conocer, pero a los pocos minutos es como si fuéramos amigos de siempre, hablando sin parar de temas varios. Mucha risa.



La mole de Peña Ten
La temperatura varía mucho en muy poca distancia: pasamos con cuatro grados positivos por el puerto de Tarna, y llegamos con seis negativos a La Uña. En Maraña hace un poco más de “calor”; menos cinco.
En el amanecer, los perros del pueblo salen a saludarnos, y Mon se encuentra con su amiga Chispa, protagonista la pasada temporada de una buena aventura alpina.



El día está azul y la nieve como el hormigón: yo a la entrada del valle de Valverde me pongo el casco y los crampones, aunque Mon y David siguen sin ellos. Dos días antes ellos estuvieron por Ubiña y también disfrutaron de una buena cramponada.
Alcanzada la base de las palas que ya nos dirigen a la canal, hora y media larga desde que salimos, paramos a comer algo, poner el arnés, ordenar el material y sacar los piolets. Hasta aquí aún nos acompaña Chispa, que por cierto acaba de cazar un topo delante de nosotros con la mayor facilidad. Al arrancar, y con objeto de intentar evitar un nuevo episodio de alpinismo canino, azuzamos al animal a base de voces y aspavientos para que se aleje de nosotros. No estamos seguros al principio, pero parece que finalmente lo hemos logrado.


Chispa y el topo que acababa de cazar
En la banda de roca al lado de la entrada de la canal montamos una reunión y salgo yo delante sin preguntar: Mon ya ha hecho la vía sin cuerda hace años y David prefiere ir viendo cómo va la cosa.
La nieve está perfecta para escalar. La roca está limpia y sobre ella voy colocando seguros de cuando en cuando. Terminando la cuerda supero un pequeño resalte con algo de hielo, y después monto reunión. En pocos minutos, hablando sin parar, llegan Mon y David.







Repetimos esta secuencia varias veces, siempre disfrutando con la escalada, recordando a los amigos, hablando de mil cosas. Queremos estirar el tema un poco y no nos damos prisa, porque si no, se nos acaba la actividad demasiado pronto: lástima la canal no mida otros trescientos metros en este mismo plan…
Me lo paso fenomenal buscando emplazamientos para los seguros, montando las reuniones, metiendo algún clavo cuando no hay alternativa… En mitad de una de estas se me escapa canal abajo el fisurero del 5: más de quince años en el arnés!


Estamos como a media altura cuando oímos un helicóptero cerca. Parece que está posándose en el collado que da acceso a la norte de nuestro Pico. Seguimos a lo nuestro, buscando el mejor camino, evitando las zonas descarnadas (esperábamos más continuidad, aunque se consigue serpenteando un poco).
Ya en el tercio superior me avisa Mon de que procure no soltar cosas, que vienen dos tíos por debajo escalando sin cuerda (de los que llegaron en helicóptero). La nieve está realmente muy buena, pero hemos pasado dos resaltillos en chapa fina que yo personalmente en estos momentos no me los habría hecho a pelo…
Cuando nos alcanzan, Mon los reconoce como amigos de León. En la siguiente reunión nos saludamos, comentamos lo guapo que está el monte, y ellos siguen hacia cumbre más rápido.
En las últimas palas, ya al sol, asoma más tapín que antes, pero está helado y la sensación de seguridad al pinchar es total.




Una vez en la cumbre volvemos a coincidir con los dos leoneses, que ahora son tres con otro amigo que llegó por la normal. Nos despedimos: ellos se van ahora a hacer la Cruz.
Nosotros unas fotos, algo de picar, seguimos con el cachondeo.





La bajada por la normal de la Polinosa es bastante alpina, con palas de buena inclinación en las que conviene no despistarse, y heladas como hoy menos aún.


Ya estamos de nuevo en el fondo de la cuenca norte cuando vuelve a sonar el pájaro, y ahora lo vemos posarse a unos cientos de metros de nosotros, en nuestro camino de regreso al valle de Valverde. Ha venido a recoger a los que dejó antes, de los cuales acaba de llegar uno.



Cuando llegamos a su altura, después de saludar (al piloto lo conocemos todos, pero Mon además conoce a más gente), seguimos nuestro camino.
Al poco rato nos pasa veloz por encima, camino del pueblo.
Unos minutos más tarde vuelve a pasarnos por encima valle arriba; se ve que a recoger a los que no habían llegado antes. Yo simplemente no doy crédito. Esto empieza a ser demasiado desde mi punto de vista.

Se ve que soy un antiguo, pero es que a mí esto me cruje. Por lo menos en montañas de nuestra escala. Además, el recuerdo de lo que sucedió el pasado verano aquí mismo, le da para mí al tema aún mayor frivolidad. Lo siento pero no lo veo.


Voy hablando con David de sus muchos viajes y proyectos, Mon se ha adelantado. Vamos todos disfrutando del día.
Ya en el pueblo me encuentro con mi amigo Chus y otros dos colegas que han hecho la Cruz y que también comentan, como más gente por allí, lo excesivo del tema helicóptero.


En el bar nos tomamos unas cervezas, invitados todo sea dicho, precisamente por la gente del helicóptero.
Más tarde, ya solos, Josu nos saca unas tapas de cecina, de queso y de chorizo de venado: damos buena cuenta de todo ello.
Como decía Mon al salir hacia el coche, hoy hemos tenido un día de actividad “alto, rápido y Chigrero”. Bueno, muy rápido tampoco. Pero sin duda un gran día de montaña. Un placer de compañeros y de escalada. (algunas de las fotos son de David)

Noreña 6:00 h
Maraña 7:30 h
Pie de canal 9:45 h
Cumbre 12:40 h
Maraña 15:00 h

miércoles, 4 de marzo de 2015

Montañas de papel

Porque las montañas no son solamente las de roca y hielo. También hay otras que nos hacen soñar. Las Montañas también pueden ser de papel.

Las montañas de papel son esas a las que nos traslada cierta gente que tiene la difícil capacidad de transmitir su pasión por la montaña en sus escritos. Gente que en unas pocas líneas puede hacer que te suden las manos, o que te den escalofríos por la espalda. Esta gente te sabe contar sus esfuerzos, sus alegrías, sus inquietudes, miedos y deseos de forma que te hacen parte de ellos.

Desde siempre he disfrutado con la literatura de montaña, encontrando en ella un complemento fundamental a mi afición, digamos, física. En los libros (también en artículos en revistas, y más recientemente en webs, blogs y demás) encuentro fuentes de inspiración.

Ha llegado por fin un libro esperado hace tiempo: “Historias de Vivac” de Alfredo Iñiguez.


 Sé que el mío es uno de los primeros ejemplares como cliente particular. Para esto he partido sin duda de una posición privilegiada. Nada más cogerlo ya se me puso una sonrisa en la cara y no tardé más de diez minutos desde que salí de la tienda hasta que lo empecé. Desde su primera página (incluido el prólogo) me está gustando. Voy casi por la mitad en dos sentadas.

Su autor simplemente derrocha talento. A lo largo de las páginas, con gran ritmo, va pasando por descripciones detallistas de las situaciones más variadas, algunas realmente inverosímiles. Serio en algunas ocasiones, cargado de ironía y de humor en las más. Imaginativo y sagaz. Con continuas referencias históricas que reflejan su respeto a sus predecesores.

En este libro se nos describe la Edad de Oro de la escalada libre en España, desde un punto de vista protagonista. Esa época en la que se amontonaron (en el tiempo, no en el espacio) la mayoría de las aperturas de las vías que hoy llamamos clásicas.


En un momento dado Iñiguez agradece la ayuda de la gente con la que empezó a escalar, gente gracias a la cual él mismo dice adelantó años de aprendizaje. 
Curiosamente yo tuve la gran fortuna de conocer a varios de esos mismos elementos históricos (Luis Rubio, Miguel Rodríguez, Luismi Cuartuquilo…), década y media después que él, y también tuve el privilegio de aprender de ellos y compartir con ellos muchos días de montaña. A lo largo de los años me han ido contando historias y anécdotas varias de aquellos días (me encantaría que también las escribieran). Iñiguez lo ha puesto por escrito y además lo ha hecho de forma brillante.

Para mí, el hecho de conocer bastantes de los escenarios narrados, algunas de las gentes y sumado al haber recorrido muchas de sus vías, hace que me sitúe, que la sensación aumente y que disfrute el libro intensamente.

Además del relato de esta época histórica, por otro lado Iñiguez nos transmite de múltiples formas su pasión por la montaña en su concepto más amplio y sincero, desde el fondo del asunto y sin necesidad de maquillajes o postizos adicionales. Esa pasión no se quedó en los ochenta sino que continuó a lo largo de toda su vida y abarca la montaña en todas sus dimensiones.

Leo con avidez pero también con pena porque lo voy a liquidar en muy poco tiempo. Aunque lo bueno si breve...

Lamentablemente Iñiguez nos dejó hace unos años ya, en un mal día en su querida Quirós. 
Los textos ya estaban listos por entonces, pero ha sido gracias al empuje de su familia que ahora los podemos disfrutar.
También sin duda gracias a Boza por haber apostado por su edición: estoy seguro de que va a ser un éxito.


No hace falta tener las botas puestas o la cuerda amarrada para vivir la montaña. 
Gracias Iñiguez, pleased to meet you.