LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 29 de octubre de 2010

Goulotte Modica-Noury al Tacul – Historia de una peregrinación

Octubre 2007
Javi Sáenz
Ya han pasado tres años, pero lo recuerdo muy bien.
En el curro, me sudan las manos mirando por enésima vez en las últimas semanas la meteo de Grindelwald y la webcam del Eiger. Nos vamos este fin de semana a los Alpes y la previsión a diez días vista es muy buena. Peor aún.
Tengo una sensación muy desagradable en el estómago desde hace días.
Este año, entre una cosa y otra el viaje se ha ido retrasado. Ya estamos en otoño y los días han menguado mucho, de hecho, a nivel de horas de luz es como si estuviésemos en marzo, y la temperatura, aunque no tanto, sí que se va acercando más al invierno, dejando ya atrás el verano.
La parada en Chamonix nos deja una visita a la Casa de la Montaña en la que vemos que no se están haciendo muchas cosas últimamente, las condiciones son regulares, pero la meteo es buena para la semana. Mientras nos preparamos para vivaquear en el túnel junto a Ortház, aparece Eduardo, un viejo conocido de Gijón, que ha venido solo para encontrarse con amigos más tarde. Más tarde sabremos que hizo el pilar Nosotros hemos decidido ir hasta Grindelwald, para ver de cerca la pared norte más famosa de Europa, el Eiger, y quizá intentarla. Cuando al día siguiente llegamos al mediodía al idílico pueblo suizo, el sol con su reflejo nos oculta totalmente la vista del monte. Se intuye una silueta, enorme, pero nada más.
En el parking preparamos las mochilas, apilando en un montón lo que creemos que es recomendable llevar, luego quitando cosas y dejando lo que creemos que es necesario, y por último quitando más cosas aún y dejando únicamente lo que es imprescindible. Aún así, abulta y pesa bastante en la mochila.
Nos dirigimos a la estación del tren que nos subirá a Kleine Schddeigg.
La sensación del estómago se hace insoportable, un comezón permanente que se agudiza por momentos.
Todavía seguimos sin ver apenas la pared, el sol no nos lo permite. El tren va trepando por la cremallera y de repente, después de un pequeño túnel, hemos librado el ángulo ciego y por fin vemos la Norte. Es impresionante. Nada más verla me doy cuenta de que no voy a ir ahí; esto me queda grande para esta ocasión. No hay duda.
El enorme paredón con grandes parches de nieve y roca chorreada tiene un aspecto intimidante, a esto se suma toda su leyenda.
Delante de la Norte más famosa de los Alpes: de retirada antes de empezar
Nos bajamos del tren, nos sacamos fotos, miramos por el famoso catalejo del hotel, Javi me pregunta si estoy seguro, pero no lo tengo ni que pensar. La cosa está clara.
Por fin, después de varios días, la sensación del estómago desaparece, el nudo se desata, ya no hay tensión. Ya está claro lo que era: ¡un miedo tremendo!
Esto mismo ya me ha pasado anteriormente con otras tapias o montañas, es como si necesitase verlas varias veces para hacerme idea de la dimensión antes de intentarlas. No es nada malo, de hecho creo que es incluso bueno.
Tren de vuelta para abajo, coche de vuelta para Chamonix: llegamos por la tarde.
Al día siguiente por la mañana subimos a Argentiere.
El ritual de las mochilas, cada vez distintas según el objetivo
Desde la estación intermedia del teleférico tenemos un buen pateo de tres horas hasta el refugio, que parece no llegar. No estamos solos, nos acompañan dos ingleses que esta noche se van a Les Droites; esta pared de mil metros también me intimida mucho, tiene una estampa de la leche. Javi quería haber subido material pensando en ella, pero mi posición fue firme, yo necesito algo más suave, que en hielo no tengo la confianza necesaria para esa tapia. Con mi postura y los pocos tornillos que hemos subido no hay opción al enorme espejo de la Ginat. Mi propuesta es otra norte clásica, los Suizos a Les Courtes, también de unos mil metros, pero más fácil.
Les Droites: una Norte impresionante
Les Courtes y más al fondo el Triolet, grandes clásicas
Cena temprana y a la cama; poco después de las ocho estamos bajo las mantas. Los comienzos alpinos te hacen levantarte a horas tan extrañas como la una y media de la mañana. Desayunar no apetece demasiado, pero hay que meter algo en el cuerpo para resistir lo que viene. El cielo está raso y destrepamos la morrena sin demasiados problemas. Los ingleses ya son dos puntos de luz entrando en el escudo central de Les Droites, han madrugado mucho y se mueven rápido, falta les hace. Dos horas de aproximación nos plantan en la rimaya de Les Courtes, a priori muy abierta. Después de media hora explorando nos damos cuenta de que no podemos entrar, hay un vacío de unos seis metros que sólo se corta a la derecha en un espolón de roca muy tieso y pulido… ¡Qué mal, tampoco vamos a poder intentar hacer esta clásica! Retirarte a las tres de la mañana fastidia bastante, pero no hay opción.
Retirada de madrugada en la rimaya de Les Courtes
Camino al valle, cabizbajos, miramos cada poco a los ingleses que progresan bien y ya están saliendo del escudo central de la pared cuando los perdemos de vista.
En la Casa de la Montaña nos interesamos por otras zonas, las goulottes del Tacul surgen como opción en otra zona diferente del macizo. Parece que algo se puede hacer, aunque están bastante secas, como corresponde a esta época del año. Sin perder tiempo subimos a Midi, y de allí bajamos al Valle Blanco hacia el refugio viejo de Cosmicos. Esa tarde tirados al sol en la terraza del refugio, mientras nos hidratamos sistemáticamente, con las impresionantes vistas que nos rodean, se convierte en un gran placer. Compartimos espacio con unos españoles, andaluces concretamente, entre los que uno de ellos destaca por sus comentarios torpes, en altas voces, fuera de lugar: un payaso. Afortunadamente también están un par de discretos chavaletes franceses que ayer hicieron la Modica y que nos la recomiendan: la Modica-Noury es una escalada de nieve y hielo de unos quinientos metros, graduada de III, 5+, ya tenemos nuevo objetivo. Hacemos la cena y nos acostamos pronto.
La primera luz del día nos encuentra cruzando la rimaya de la goulotte después de casi dos horas de pateo. Por el mismo corredor entran la Modica y la Gabarrou-Albinoni, pero esta última está demasiado seca.
Estamos encerrados entre pilares enormes de granito rojo a la luz del amanecer, el Gervassutti, el Boccalatte, y otros secundarios. La orientación es Este-Noreste. Arrancamos en ensamble con una cuerda, cuando la cosa se complique ya montaremos reuniones y sacaremos la otra. El caso es que Javi empieza a trepar y lo pierdo de vista rápidamente. La cuerda corre rápida por la placa, pronto se acaba y empiezo yo. El ritmo es continuo y nos elevamos por el corredor siempre separados por los sesenta metros de la cuerda de 8.1 mm. Por tanto apenas nos vemos, y por supuesto no hablamos.
Javi estira la fase de ensamble hasta terminar el material
De cuando en cuando recupero un seguro; ya sea un fisurero o un friend en la roca, o un tornillo en algún tramo más de hielo, pero nunca están demasiado cerca uno de otro; se ve que Javi quiere estirar el material para retrasar la parada.
De esta forma remontamos más de cuatrocientos metros de escalada en hielo, tramos de nieve más tumbados, y algunos resaltes mixtos donde aflora la roca.
El día está azul y no tenemos más preocupaciones que escalar.
Javi ha parado debajo de una zona tiesa, montando reunión en un pilar de roca ya bastante aéreo. Cuando llego le paso los trastos mientras cavilamos por qué lado será: a la derecha se ve más hielo, pero de un tono negruzco. Por la izquierda está más fino, pero la roca parece ofrecer más posibilidades de protección. Javi se decide a probar por la derecha, pero después de un rato cambia de idea y regresa a la reunión para subir por la izquierda.
Javi prueba primero por la derecha...
...Escalando muy fino...
...Para terminar saliendo por la izquierda, con poco hielo
El hielo está muy delgado y hay que ser fino tanto con los piolets como con los crampones. Tras unos breves minutos ya ha salido de la zona complicada y se eleva por terreno más sencillo, monta reunión y recupera las cuerdas.
Voy flipando con lo difícil que me parecen estos pasos, por aquí yo no habría pasado de primero ni de coña; abro las piernas para buscar más espesor en el hielo, aprovecho los agujeros de los piolets de Javi para no estallar más la fina capa, me estiro para agarrarme a los seguros mientras pienso lo fácil que Javi lo ha hecho a vista y por supuesto en libre. Son unos doce o quince metros, pero intensos. Desembocan en una lengua de hielo a unos setenta grados, de buen espesor, donde se puede clavar sin miedo.
Así de relajado llegué yo a la reunión
En la reunión felicito a Javi y después de pensármelo un poco decido seguir yo delante por lo que parece el último largo de goulotte, la arista parece cercana. Por terreno fácil estiro las cuerdas a tope y monto reunión, salimos a una zona de seracs que una vez flanqueada nos lleva hacia la cumbre por la normal.
El último largo y el único en que me puse delante
Hemos hecho la vía bastante rápido, algo más de cinco horas, pero es que el ensamble de tres cuartas partes es lo que tiene.
Recogiendo el material debajo de un serac en la arista
Después de un rato en la cima, la gente que había se fue marchando y nos quedamos solos; callados, comiendo algo, bebiendo, sacando fotos, disfrutamos del ambiente y las vistas, acompañados sólo por las chovas. En estos momentos entiendo qué es lo que nos hace subir a las montañas.
La bajada por la normal del Tacul está delicada de seracs y puentes de nieve. Las cordadas que van delante nos frenan. No hay prisa, vamos a quedarnos en Cosmicos.
Chaminix al fondo, en el valle, tres mil metros por debajo
Contentos por la escalada hecha dormimos esta vez casi solos. Por la mañana, una vez hechas las mochilas, nos planteamos el pateo de vuelta a Midi frente a la arista de los Cosmicos. El día está azul y no hace ni viento ni frío, nos vamos a la arista.
Desencordados vamos trepando rápidos por el granito, así se avanza muy rápido. Algún rápel corto y vuelta a trepar por roca o nieve. El ambiente es espectacular.
Un alud inmenso a la izquierda del Triángulo Rocoso del Tacul nos saca de la concentración con el estruendo. Las cordadas de la Chere o la Contamine seguro que lo han sentido cerca.
Llegamos a un resalte donde se concentran los pasos más complicados, sin cuerda y con crampones hay que estar atento. En una terraza plana sacamos por fin la cuerda para el único y último largo, que ahora se desarrolla a la sombra en la vertiente norte.
Felicidad Alpina
Terminar la actividad agarrándose a la barandilla de la terraza de la cafetería de la estación del teleférico, rodeado de gente que te mira, te saca fotos, te anima… es una sensación muy extraña.
Ha sido una bonita forma de terminar la semana, que empezó de forma bastante regular, con chascos en Suiza y en Argentiere. La peregrinación alpina del año.
Volvemos a casa contentos: uno contento al volante, el otro contento roncando. ¡Así es la vida!

Referencias:
Mont Blanc du Tacul, Goulote Modica-Noury:
"Escaladas en el Macizo del Mont Blanc" Tomo 2, Francois Damilano, Nº 222
Aiguille du Midi, Arista de los Cosmicos:
"El Macizo del Mont Blanc, las 100 mejores ascensiones" Gaston Rébuffat, Nº 17

lunes, 25 de octubre de 2010

Domingo lluvioso de Otoño


24 Octubre 2010

Fin de semana en el pueblo. El otoño ha entrado con algo de retraso pero los bosques ya se tiñen de color.
El sábado el tiempo estaba bueno, y lo aprovechamos bien paseando por los prados de alrededor del pueblo, jugando con Javi, buscando vacas y caballos que enseñarle, y más tarde buscando nueces que recoger. Hay pocas cosas que den tanto placer como el recolectar los frutos del bosque; las nueces silvestres son, como todos los frutos de los bosques de montaña, pequeñas, pero muy sabrosas. Aunque no encontramos muchas lo pasamos bien.


El domingo amaneció lloviendo tal y como habían predicho en el telediario. El plan de salir a correr peligraba, a ratos diluviaba. Hacia la una estaba ya cambiado, con los playeros puestos y el chubasquero en la mano, mirando por la ventana cómo caía una densa cortina de agua. En esos momentos dudas, en la tele iba a empezar la fórmula 1, y aunque ya sabía el resultado, la tentación era grande...

Finalmente, y pensando que cualquiera que me viera, pensaría que soy idiota saliendo a correr con este tiempo, salí de casa, me puse la capucha, arranqué el cronómetro y empecé a correr.
La densa arboleda del primer tramo de pista me atechaba ligeramente, pero más tarde la lluvia me caía encima sin piedad. Fui calentando poco a poco, las sensaciones iban mejorando a pesar de la cuesta continua. Curva a curva fui ganando altura hasta alcanzar el mirador de los Porros, ahí la cosa afloja: recuerdo que la pista, aunque sigue subiendo ya es más llevadera. Me cruzo con tres excursionistas bajando que me saludan sonrientes, se ve que disfrutan el paseo a pesar del agua.
Las ráfagas de viento me lanzan el agua a la cara, y también me traen hojas de haya, amarillas y naranjas que se me pegan en la chaqueta, yo las miro en medio de ese trance de esfuerzo regulado en el que parece que podrías seguir corriendo eternamente (esa sensación dura poco, pero es termenda).
Mi recuerdo de esta carrera en el verano me decía que lo duro estaba hecho. La leña apilada en los bordes de la pista tal y como José Luis y Diego nos dijeron ayer me avisó de que ya casi había llegado a la unión con el camino viejo: unos cientos de metros y me daré la vuelta.
Al llegar a la portilla miro el crono, treinta y seis minutos, "no está mal pienso" al darme la vuelta. Para bajar cojo el camino viejo, en la primera curva adelanto a otro grupo de unos diez excursionistas, estos me sueltan algún chascarrillo desde debajo de sus paraguas, capas y chubasqueros chorreantes. Sigo trotando con cuidado de no resbalar, la alfombra mullida de hojas de haya y roble esconde a veces baches y piedras.
Cuando cruzo entre las primeras casas del pueblo paro el reloj; 49 minutos, no está mal, 1 minuto más que en Julio...
La carrera ha estado genial: no ha parado de llover en todo el rato, pero lo he disfrutado en cada minuto.
Para cerrar el fin de semana, de la que nos vamos paramos el coche entre Soto y Oseja debajo de unos nogales y recogemos en dos minutos una buena bolsa que saborearemos durante una buena temporada: a mí seguramente me sepan a carrera por el bosque.

lunes, 18 de octubre de 2010

Hoces Free

Sábado 16 Octubre 2010
Pablo Luque, Ramón Turrado

Una vez más, la previsión no aconsejaba arriesgar en Picos, ni tan siquiera en Cordillera, el riesgo de lluvia unido a la bajada de temperaturas nos hizo desviar la atención hacia la escalada deportiva, y en una zona abrigada: Vegacervera fue la elección.
El sector conocido como Hoces Free es totalmente distinto de la clásica escalada de las hoces, donde predominan las vías de varios largos en adherencia principalmente. Este sector está a la salida a la derecha, tiene varias zonas y la escalada es variada. Vías largas de 30 o 35 metros, de grados variados, y donde escalar a vista es un placer.
Sin croquis a pesar de coincidir con un montón de gente, como primera visita a la zona, me obligaba a probar a vista de forma pura.
Así hicimos lo que en principio creemos que fueron 6b, 6b, 6c, 6c+, 6b, intentamos un 7a que ya engrosa mi lista de pendientes, y cerramos con un 6a+ donde tristemente yo ya tuve que reposar de inflao que iba.
Todos ellas buenas, largas y variadas. Además, el sol y la compañía de gente que hacía tiempo que no veía como Duba, en un gran ambiente me dejó un regusto de placer por la escalada deportiva que hacía tiempo no sentía.
De vuelta, confirmamos nuestro acierto al encontrar el Puerto a unos 6 grados y lloviendo. El trayecto de coche discurrió charlando animadamente, los piolets ya surgen entre los temas con la gana de que llegue el invierno.
Gracias a Duba localicé los croquis, y la verdad es que los grados eran más o menos los esperados: la buena noticia fue hacer 6c+ a vista, después de tan poca escalada y entreno, anima ver que se mantiene cierta forma.
Habrá que volver al sector, y como dice Luque, "este año vamos a ponernos fuertes".

martes, 12 de octubre de 2010

Kurt

1991 me queda lejos, muy lejos. Por aquel entonces empezamos a escalar unos cuantos amigos de clase: Costales, Elías, Caneja, Celestino... Estábamos pasando de forma natural de las excursiones de montaña con el grupo del colegio, a querer subir a sitios y/o por sitios más difíciles.

Uno de mis primeros recuerdos de aquella época es ir casi a diario a hacer “búlder” a las travesías de la playa, con Luque, Juaco y otros. Otro de los primeros recuerdos es mirar de forma obsesiva las fotos de un catálogo de Boreal que había cogido en alguna tienda. Por entonces (y por muchos años) no me podía permitir comprar la Desnivel, así que la iba a leer a la Biblioteca pública, pero en casa miraba y remiraba las fotos de los catálogos y pegaba fotos en la carpeta o los libros de clase.

Jerry Moffat, Edlinger, Destivelle, Arocena, Bachard hacían volar mi imaginación… Muchos de ellos estaban en esos catálogos que tenía por casa. De entre los que más me gustaban, quizá por la leyenda que acompañaban, estaban Gullich, Glowacz y Albert, todos ellos alemanes. No sé por qué pero estos tipos me llamaban la atención. Gullich se murió al poco tiempo, en un accidente de tráfico, muy triste. Glowacz sigue activo al máximo nivel y además haciendo cosas impresionantes y en un estilo impecable. Albert le ha acompañado bastante en los últimos años, y también ha seguido su camino, sin parar, alrededor del Mundo… pero su vida se acaba de terminar.

Una pena.

Kurt Albert no ha sido un tipo cualquiera, inventó el concepto Punto Rojo, el Rotpunkt: de hecho estaba definiendo en su tierra (en paralelo el movimiento existía en otros sitios del Mundo) la escalada libre. Se subía por vías existentes, eliminando los pasos de artificial, eliminando los reposos en los seguros intermedios, escalando sólo con los medios naturales de la roca y utilizando los anclajes sólo para asegurarse. Estaba, sin querer, definiendo las reglas. Cuando lograba encadenar una vía de esta forma, le pintaba un punto rojo en la base, como testimonio de que estaba hecho, que era posible. Fue una revolución.

Llevó la escalada deportiva al máximo nivel junto con Gullich. Luego subió los estándares en la escalada en pared y en sitios remotos, llevando siempre el libre como objetivo. Juntos marcaron estilo. Wolfgang murió, pero Kurt siguió con lo iniciado durante décadas.

Todo esto sería suficiente, pero además resulta que era un tipo cercano, humilde en el trato, simpático y hasta socarrón. Lo pude ver en directo en una Semana de Montaña de Gijón, hace unos años: nos enseñaba escaladas en Patagonia, en la Antártida, en zonas selváticas… Se escondía de los elogios detrás del bigotón característico, pero una vez empezaban las diapos salía abiertamente a contar con pasión sus experiencias. Además los vídeos y las entrevistas me confirman la sensación: era un tipo grande en todos los aspectos; por supuesto en los deportivos, pero más aún en los personales.

Kurt Albert merece un puesto dentro de los ilustres en la Historia de la Montaña.

Después de unos cuantos años escalando y viajando, he tenido la suerte de encontrarme en directo con algunos personajes “famosos” en el mundillo, incluso hablar, entrenar, o compartir barra de bar o mesa con algunos de ellos: Ron Fawcett, Ben Moon, Joe Simpson, Destivelle, Profit, Gabarrou… También he conocido a otros, que ya han muerto.

No me va la idolatría, al final la gente es gente, y cuantos más gallos conozco más claro me queda que son gente cercana, normal y muy humana: no hay que idolatrarlos. Pero tampoco soy un iconoclasta.

Pasan los años y la estadística no perdona. La escalada y el alpinismo entrañan riesgo, y o bien por buscar lo extremo o bien por probabilidad, la lista de gente que para mí eran ejemplo y que ya han muerto aumenta: Gullich, Ortiz, Lafaille, Udaondo, Berhault… Albert.

Ley de vida.

Cuando muere alguien de Montaña que conoces de los libros o las revistas, te impacta. Si con ese alguien has estado en persona, te impacta mucho más. A Lorenzo Ortiz lo vi en la Semana de Montaña de Gijón. Con Jean-Christophe Lafaille coincidimos Javi y yo hace años en Snell, en Chamonix, probándose botas junto a nosotros. Con Pedro Udaondo, fueron varios encuentros y conversaciones en Picos a lo largo de los años, y la última vez compartiendo mesa de cena en un albergue, también en Chamonix. Kurt Albert, aunque fuera de lejos en una proyección, de lejos, pero en persona...

Todos ellos, los que siguen vivos y los otros, irradiaban un halo de fuerza vital y de energía, un brillo especial en la mirada, el de aquellos que disfrutan intensamente de la vida.

Su imagen me acompañará siempre en los recuerdos.

Adiós Kurt.