Pico Samelar (2.229 m) desde el Jito Escarandi (1.276 m)
Esquí de montaña con Rosana, Chusa, Toño, Pablo y Nando
El amigo Toño mostrando cómo se hace
Ha sido un invierno de precipitaciones. Ha llovido y ha nevado de forma bastante continua y uniforme a lo largo de los meses. Apenas ha habido huecos de buen tiempo. Los pocos que hubo fueron breves y a menudo en días de entre semana. Con todo esto, las opciones para salir al monte no han muchas, y dado el gran volumen de nieve no transformada, el esquí de montaña ha sido casi la única opción.
En el Jito Escarandi ya apenas queda sitio para aparcar. Somos bastantes con la misma idea. Venimos seis: Chusa, Rosana, Nando, Pablo, Toño y yo. Salimos foqueando casi desde el mismo coche, aunque la cosa está un poco justa en algún punto ya. Vamos subiendo por la pista del Casetón de Andara adelantando gente caminando o con raquetas, y a otros con esquíes. También nos pasan otros.
El día está azul y en calma, sin viento. La nieve va mejorando conforme ganamos altura. Solo hay que preocuparse por hacer frente a la cuesta.
El objetivo final es el Samelar. Después de pasar por el Casetón y remontar unos giros y vueltasmaría por encima, alcanzamos un collado donde podemos ver bien su cara Norte, por la que nos tiraremos abajo.
Antes tenemos que bajar un poco para coger un pequeño valle hacia la derecha y ya remontar el tramo final.
Es desnivel va haciéndose notar, y más aún con los zuecos de nieve que se nos forman bajo las tablas, que hacen que pesen mucho más y nos levantan hasta treinta centímetros por encima del suelo…
Nos reagrupamos en el tramo final de ascenso, para el cual yo termino quitándome las tablas: sorteamos algunas rocas y la nieve está más dura que antes.
En la cumbre hace viento y este nos enfría rápido.
Salgo el último después de babear con los giros de mis amigos. En mi esquí de supervivencia consigo ir librando, e incluso disfrutar a ratos. La nieve está suelta y me deja girar a pesar de mis gestos, sin llegar a pasar miedo, incluso cuando el ángulo se pone más duro. En un momento dado decido dejarme derrapar por unos cuantos metros para librar la zona más difícil.
Mis amigos me animan y vuelven a salir para abajo con facilidad y fluidez. Pronto salimos de la zona más norte, llegamos a terreno más plano y castigado por el sol, y la calidad de la nieve baja.
Con todo, seguimos pasándolo muy bien, incluso al remontar al collado del Macondiu entre resoplidos.
La pala final hacia el Casetón está ya muy pesada y no consigo girar para nada. Afortunadamente, Toño y Nando han bajado por delante, desviando la atención de la numerosa audiencia congregada a la puerta del refugio. Yo paso disimulando, trantando de no caer, por detrás de un morro que me oculta de su vista.
El tramo final lo hacemos por la Canal de las Vacas.
Lo hemos pasado muy bien, pero como todo es siempre mejorable, rematamos la jornada en la preciosa cabaña de Rosana, a la orilla del Duje, rugiente por el deshielo, disfrutando del sol, de la cerveza, de la comida y por supuesto, de la conversación.
Un día de disfrute completo.
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