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jueves, 6 de febrero de 2025

Trainning lap

Con Rubenín.

Otra salida rápida en plan entrenamiento. Una más de tantas. Como siempre pasándolo muy bien.

Llegar al parking y solo está nuestro coche junto con otro y una furgo de gente durmiendo. El Meicín cerrado. El Macizo vacío. Todo para nosotros. 

En lo alto de Covarrubias nos encontramos con Juaco que viene con dos clientes (los del otro coche del parking?). Charlamos un rato poniéndonos al día y comentando las condiciones del invierno. Muy prestoso. 

Hay poca nieve asi que vamos a asegurar la actividad en la norte clásica. Juaco y compañía van para allá también. 

Hoy, a sugerencia de Rubén, decidimos meternos por una pequeña variante de entrada que yo no había hecho nunca: se trata de una pequeña cinta de nieve, estrecha y a ratos encajada, a ratos más abierta y colgada. Para cogerla hay que bajar un poco por la senda de las Merinas dirección Este, pero apenas te desvías cinco minutos. Tiene alguna zona mixta y alguna con la nieve algo delicada. Nada grave tampoco. No coge mucho ángulo y le da ambiente. Es una opción chula y para repetir otras veces, la verdad.


Después de esta pequeña variante de entrada, que puede medir unos cientocincuenta o doscientos metros, nos unimos ya a la clásica asturiana en la primera campa. Aquí entramos por la izquierda mixteando un poco.

Para arriba la combinación clásica de dosificar esfuerzo, analizar la nieve y regular la exposición. Jugamos con el poco hielo que nos encontramos.




Hacemos cumbre encantados. Otro pegue de entrenamiento en este terreno de juego tan guapo que tenemos al lado de casa.

La Fana de bajada está perfecta. 



Probando a jugar un poco con la GoPro de mi hijo Javi (a Rubén no le gusta nada...).



Y otra vez más, solos en cumbre en un día soleado y con buenas condiciones. 
Cerveza de rehidratación en Espinedo. Muy guapa jornada de monte.




lunes, 23 de diciembre de 2024

Entrenamiento matutino en el Cellón

Sábado 14 diciembre 2024

Solo, Cellón desde Pajares.

No contaba con ello, pero surgió la oportunidad y la aproveché.

Dejo a la niña a las nueve y media en su colegio para ayudar en la Operación Kilo de Navidad; tengo hasta las dos libre cuando he de pasar a recogerla, así que subo a casa cojo los aperos y tiro hacia Pajares.

Por el camino hablo con Carlos y Cris que suben también, aunque finalmente tiran al Tresconcejos.  Ruben está por San Isidro hoy. No me gusta mucho ir solo con esquíes, pero imagino que al Cellón tendré compañía. 

Aparco en el puerto y sin demora me calzo, cojo las tablas y me salgo a la nieve. 

Son las once menos cuarto cuando empiezo a deslizar las tablas. Me marco como objetivo estar de vuelta en el coche a la una máximo.  Tengo dos horas y cuarto para subir y bajar, a ver hasta dónde llego...


El cielo está raro. Hay una capa de nube negra pero a lo lejos y por debajo de ella se ve sol... En mi montaña la nube envuelve la parte alta. No hay problema, subiendo por la llomba cumbrera y pegado a la alambrada no tiene pérdida. 

Hay bastante gente por la zona. Con esquíes, con raquetas y también a pie sin añadidos. Voy buscando mi ritmo, adelantando a algunos, y recortando distancia a otros. 

La nieve para subir va bien, ya veremos luego bajando. En una pala algo más empinada paro y coloco las cuchillas. En cuanto libro de ángulo las quito de nuevo. La subida es irregular y alterna lomas con algunos llanos y hasta pequeñas bajadas. Sigo pasando gente. 

Todos comentamos que a ver si abre el cielo porque el sol se intuye a través de la nube, pero hay momentos en que apenas se ve más allá de unos cincuenta metros...

Voy controlando el reloj.  Viendo el estado de la nieve y con los comentarios de algunos esquiadores que ya vienen de bajada creo que me va a llevar tiempo, así que me he marcado hora límite las doce para dar la vuelta. 

Sigo apretando pero con esfuerzo controlado, me encuentro bien. Adelanto ahora a un grupo de cuatro con equipación algo racing... como los coja uno que corra de verdad les arranca las pegatinas. 

Poco después de esto, en mitad de la nube y sin ver a más de diez metros, decido llegar hasta un punto que parece un poste con nieve adherida por el norte y ahí mirar la hora: cuando lo alcanzo veo que es el vértice geodésico!  Miro la hora: las doce en punto. Perfecto.


Cierro botas, quito pieles y arranco para abajo con cuidado.

Nieve venteada, con muchos relieves que te hacen rebotar. En tramos más lisos te acanala y me resulta hasta peor... Nada, está claro que hoy no va a ser para mí una esquiada fácil ni disfrutona (de bajada, porque de subida sí lo ha sido). Lástima porque la tarde anterior lo gozamos en Celleros...

El cielo ha abierto un poco y por momentos tenemos vistas.

A ratos tengo que remontar lomas, hasta me quito las tablas y también llego a poner de vuelta las pieles... bueno, todo es práctica. 

Comento las condiciones con la gente que me voy cruzando. Hay que tener cuidado porque la verdad es que, como ya me habían dicho antes a mí, así las cosas es fácil hacerse daño. Por otra parte hay que intentar disfrutar de la nieve, cada año más efímera por estas latitudes.

Las palas finales sí me dejan hacer algunos giros más relajados, pero poca cosa. 

En la zona más baja cerca ya del parking hay un montón de gente jugando con los críos. Llego al coche. La una. Perfecto. Me cambio y arranco para casa. Llego a tiempo y con las piernas más suaves...

Objetivo cumplido. Buen entrenamiento. Unos 5 km para cada lado y 650 metros positivos y negativos. Lástima la bajada.

Para casa encantado. 

Gijon 9:40 h

Puerto Pajares 10: 40 h

Inicio foqueo (1.385 m) 10:45 h

Cumbre Cellón (2.029 m) 12:00 h

Puerto Pajares (1.385 m) 13:00 h

Gijón 14:00 h

martes, 29 de octubre de 2024

El Rinconín

Con el cambio de hora, la luz de tarde se reduce mucho. A las traves apenas les da el sol y por tanto las condiciones de humedad complican la cosa.






Aunque seguramente arañemos alguna otra sesión, vamos a ir dando por cerrada la temporada de búlder en la Lloca.

Ayer por la tarde, con Marcos y compañía, despidiéndonos.  Qué lujo!

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Entrenando el mismo día a 0 y a 2000 m

Viernes 8 diciembre. Paula y Noelia. Asturias tiene muchos problemas de todo tipo. A la vez tiene otras ventajas importantes. Aquí se puede ver una; de mañana paseo costero, de tarde esquí de montaña.
Paseo de mañana con Paula, desde casa, en cota 0 m. unos 10 kilómetros a buen ritmo.
Las vistas de la senda costera tan chulas como siempre. Y por supuesto, la compañía inmejorable.
El mismo día por la tarde, intentando aprovechar la poca nieve caída hasta ahora, paseo en esquíes de travesía con Noelia en Fuentes de Invierno, casi 8 kilómetros en dos subidas hasta cota 1900 m.
Una subida completa y otra parcial. La nieve mucho mejor de lo esperado.
Resumen del día: unos 18 kilómetros recorridos y unos 700 metros de desnivel positivo acumulado. Todo suma.

jueves, 13 de febrero de 2020

Sesión de entreno desquite

Viernes 7 Febrero 2020
Rubén Díaz
Sesión de tarde a Peña Ubiña (2.417 m) Norte Clásica Asturiana



Uno es uno, y sus circunstancias. 
Dos semanas más tarde repito escenario.
Las condiciones lo son todo. 
Bueno, sino todo, desde luego cuentan mucho.



Dos viernes más tarde de verme rechazado con Rafa aquí mismo, y confirmando de nuevo lo terco que puedo llegar a ser, estoy otra vez en Tuiza, otra vez a las tres de la tarde, arrancando camino del Meicín y Peña Ubiña con la misma intención. Esta vez, el compañero de andanzas será Rubén.



Para no repetir al 100% el error, Rubén ha metido por si acaso un cordino de 7 mm y 30 m, y yo cuatro cintajos, dos clavos y tres fisureros. No traemos ni arnés.



Entrenar es bueno y desde siempre me gusta, pero cuando además lo haces haciendo monte, pues mucho mejor. Yo trabajo a nivel del mar, y que el mismo día hagas una cumbre de 2400 m, cramponeando un buen rato, es un lujo casi asiático.



La nieve está cada vez más alta, pero sigue resistiendo hasta casi el fondo de Covarrubias. A las cuatro, en poco más de una hora desde el coche, estamos en su cabecera. 



Al pie del Cuitu les Cabres nos ponemos los pinchos y salimos hacia la norte, hoy también con nubes enganchadas a ratos. La nieve está dura y con mucha huella marcada (nada que ver con las zonas de polvo y las planchas heladas del otro día) y sin apenas paradas recorremos sus palas, corredores y tramos mixtos hasta llegar al paso que nos rechazó el otro día. Hoy está aún más seco, pero las condiciones son otras. Ni siquiera nos acordamos del cordino o el material.



A las cinco y veinticinco de la tarde hacemos cumbre. Dos horas y media, mil doscientos metros positivos. Todo el monte para nosotros dos. Lujazo.


Salimos hacia Terreros ramaseando tramos muy largos, apenas tenemos que dar paso. Charleta.
En el Meicín paramos a quitar algo de ropa y saludamos a Juaco (Joaquín Álvarez), que ha subido para hacer esta misma actividad con un cliente al día siguiente. 



A las siete de la tarde en el coche, sin haber encendido la frontal (por poco la verdad).

Las condiciones lo son casi todo. 

Tuiza 15:00 h
Cueto las Cabras 16:30 h
Cumbre 17:30 h
Tuiza 19:00 h


viernes, 18 de mayo de 2018

Friday I'm in love

Hace unos años revisaba mi nueva forma de entrenar, obligada por las circunstancias personales, especialmente las familiares, y de cómo había ido recortando la duración de mis sesiones hasta límites que rozaban el absurdo. Más tarde empecé a escuchar eso de los llamados entrenamientos de intervalos, y no pude evitar reírme. Sigo con el mismo método y no hay queja: lo último que me han recomendado, los métodos de la Inquisición: en 15 minutos para el arrastre. Perfecto.
Hace ya bastante tiempo  me vengo fijando en que, igual que las sesiones de entreno, las sesiones de salida al monte están sufriendo desde hace bastante tiempo el mismo proceso de reducción temporal (en algunos casos, realmente rozando el absurdo).  Sin embargo, al igual que los beneficios del entreno de intervalos, me pasa lo mismo con las “micro salidas” al monte.

Estas salidas, gracias a mis ventajosas condiciones laborales, típicamente suceden los viernes, y funcionan más o menos de la siguiente manera: por la mañana trabajo en la oficina, normalmente hasta la una y media o dos, a esa hora salgo conduciendo al punto de quedada si es que voy con alguien, o al destino directamente si voy solo. Hago lo que tenía planeado o alguna variación dependiendo de las condiciones meteorológicas, de mis sensaciones, de la nieve, etc. Luego vuelvo al coche y conduzco de vuelta para recoger a los niños en casa de mis padres e ir a hacer la compra de la semana.

Unos pocos ejemplos de los últimos meses:

Viernes XXX Mando, Luque, Cuitu Negru, Pajares, Esquí de montaña


Viernes XXX Nando, Carlos, Cris, Cellón, Esquí de Montaña


Viernes XXX Mon, Lapuente, Morcín, escalada deportiva


Viernes XXX Solo: San Isidro Valmartín esquí de montaña.



Viernes XXX Brojos, Cristina: Figares Escalada Deportiva



Viernes XXX Nando: Gamoniteiro esquí de montaña


Viernes XXX Boza: Pelúgano Escalada Deportiva


Viernes XXX Solo: Ubiña por la arista Este



En total la media no suele superar las 3 horas y media coche-coche, por lo tanto, son ventanas de actividad realmente cortas.
Sin embargo, tengo más que comprobado que incluso así, el efecto es altamente positivo para mi estado de ánimo.
Hay quien me dice que para ir así, mejor no ir. Yo discrepo (y además pienso que los que opinan así, o bien tienen mucho más tiempo que yo, o bien no les gusta el monte tanto como a mí, seguramente el reparto sea al 50%).

Cuando no hay opción para más, esta es la mejor de las opciones, y a mí me sirve.

Por todo esto, la conclusión para mí es la misma que sacaba Robert Smith allá por 1992.

domingo, 28 de mayo de 2017

Ganas de vomitar

Terminamos de comer. Recojo y me siento diez minutos. Son las tres y media.
A las cuatro estoy vestido de romano saliendo de casa. Hace calor de tormenta.

Tengo múltiples opciones disponibles de recorrido, pero a los veinte minutos, sin saber muy bien cómo o  por qué, ya estoy debajo de la puta cuesta.

La cabrona es corta, apenas dos kilómetros y medio, pero muy intensa: más de trescientos metros de desnivel. Me saluda de lejos con su hormigón. Hormigón burlón pienso mientras me acerco.

Es una vieja conocida (no voy a llamarla amiga, sólo faltaba). Cada curva, cada bache, cada sombra me las conozco de muchas, muchas veces ya.
Hoy yo sé que estoy bajo de forma. Y me está maltratando más que de costumbre.

En los repechos intermedios me pregunto por qué, para qué, si total ya...

De cuando en cuando echo miradas furtivas a los piñones, con la esperanza de que por arte de magia haya nacido uno más, más grande.

Pienso que bien podría darme la vuelta ya mismo y nadie se enteraría (no hay nunca mucho tráfico por aquí...).

Pero algo me empuja a seguir.

A pesar de las malas sensaciones, del dolor de piernas, de la respiración sofocada, del corazón acelerado. A pesar de las ganas de vomitar. A pesar de todo, sigo.

Y de puro cabezota, como tantas veces, corono.

Cincuenta minutos. Cuatrocientos cincuenta metros de desnivel directos. Algo más de quinientos acumulados. Apenas diez kilómetros. Los ojos inyectados.

El regreso no tiene relevancia. Básicamente es dejarse caer. Con todo, en los llanos de llegada a casa, las piernas protestan de nuevo, duros los cuádriceps pidiendo tregua.

Hora y diez. Diecinueve kilómetros. Unos quinientos metros positivos. Entreno intensivo.
Ganas de vomitar incluidas. Masoquismo.

Tengo que repetir más a menudo.

martes, 14 de marzo de 2017

Entreno vespertino en Ubiña

Viernes 10 Marzo 2017
Peña Ubiña (2.417 m) por la arista Este, Solo


Una y media de la tarde, apago el ordenador y salgo de la oficina: una bofetada de calor me pega en la cara. Con casi dos semanas de invierno por delante, la sensación es de verano. Conduciendo, en Mieres el coche marca 28º. Increíble. Y yo con los crampones en la mochila…
A las dos y media ya me he cambiado en el aparcamiento de Tuiza. Aquí está más fresco, sólo hay 23º… Madre mía. Insisto en meter los pinchos, que nunca se sabe. En la mochila forro, chupa, guantes, polainas, piolet y crampones. Yo salgo en camiseta y pantalón arremangados. Menos mal que he traído las botas de verano.
Camino del  Meicín cruzo varias personas que vienen de bajada. Mucho más normal su horario que el mío, subiendo a estas horas. A las tres estoy en el refugio cogiendo agua. No hay mucha nieve, pero sí tiene más o menos continuidad desde pronto en la vertiente noreste. Salgo hacia el valle de Covarrubias con intención de intentar coger la sombra lo antes posible. Buscar sombra en marzo. Manda narices.
En la soledad propia de mi horario abro huella en nieve húmeda, aunque bastante portante. No obstante, me he puesto las polainas para no acabar empapado. Buscando la sombra, confiando que la nieve esté mejor, he ido derivando hacia la izquierda en las palas bajo el Cueto les Cabres. Aquí, bajo sus paredes, el blanco ya domina totalmente y llego a echar de menos los crampones en un buen tramo. Bien, pienso para mí mientras regulo la respiración, quizá tengamos suerte.


Al asomarme a la Norte, mientras descanso, echo un rato intentando identificar las líneas clásicas o las más nuevas (Fendas e Ferralla). Viendo cómo está la nieve, seguramente me podría subir por la norte clásica asturiana sin problemas. Me lo pienso, pero luego veo el sol asomando ya en la arista y recuerdo el pequeño resalte final. Mal sitio para cogerlo en condiciones precarias: a ver quién es el guapo que decide recular allí arriba sin darle un tiento…
Para evitar tentaciones derivo hacia la senda de les Merines, camino del pie de la arista Este.
Una vez llego a la comba de la arista Este, paro a ponerme los crampones y saco el piolet. Son las 4 y cuarto. Desde aquí tengo que trepar más y es mucho más entretenido. Enlazo pequeños corredores con resaltes de caliza de calidad, con pequeñas campas de nieve más tumbadas. Hay algo de huella vieja, desdibujada.


Poco a poco, la cosa va cogiendo más ambiente, siendo siempre muy fácil. En un momento dado, justo en un tramo más aéreo sobre roca, con buena caída hacia ambas vertientes, veo salir por el cielo un parapente que ha despegado de la cima. Seguramente la última persona que quedaba por encima de mí en todo el macizo: son casi las cinco de la tarde.


Como siempre en estas situaciones, me obligo a ser consciente de lo que hago, de la exposición de la situación (aunque sea fácil). Sigo disfrutando la trepada y al cabo de un rato, saliendo de una travesía bajo bloques, por fin veo la cumbre y el vértice geodésico.


Cuando llego son las cinco y cuarto. En la luz dorada de la tarde, tiro unas pocas fotos que, como siempre, no consiguen captar la belleza y grandeza del paisaje que me rodea.
Saco un bastón de la mochila y arranco por las huellas de la normal dirección al collado de Terreros. La nieve sigue estando sorprendentemente bien y apenas me hundo nada. En un rato alcanzo las combas que llevan al collado, y desde aquí, aprovechando los neveros, enfoco hacia el refugio.


En el Meicín paro a quitar las polainas y el forro. Me saludan Ur y unos cuantos perros más, con ganas de cariño. Dentro del refugio oigo rumores de voces.
Sigo para abajo y llego al coche a las seis y media pasadas.


El coche sigue marcando 22º. Como no enfríe y entre un temporal, se nos va la nieve mucho antes de tiempo.
Currar la mañana y aprovechar la tarde de crampones y piolet, escalando un rato en mixtos fáciles, haciendo una cumbre de 2400 m y disfrutando de la montaña entera para mí… Impagable.


Por otro lado, una buena sesión de entrenamiento: me duraron las agujetas hasta el lunes.

Tuiza 14:30 h
Pie de vía 16:20 h
Cumbre Ubiña 17:15 h
Tuiza 18:40 h

domingo, 14 de febrero de 2016

A la recherche du temps perdú

Tarde de viernes 22 Enero 2016
Tuiza-Peña Ubiña-Peña Cerreos-Tuiza
Solo, entrenamiento


Con la cabeza apoyada en los bastones, intento recuperar la respiración. En este último tramo la pendiente ha aumentado bastante, y la nieve profunda me hace hundirme hasta las rodillas. Solo, en mitad de la nube, con apenas quince metros de visibilidad alrededor, pienso para mí que algunos somos realmente necios.


Cuando tu coche es el único del aparcamiento, deberías reflexionar al respecto.
Mientras me voy quitando el uniforme “de bonito” de la oficina y me voy poniendo el “de faena”, miro el cielo gris y opresivo que tapa las cumbres principales del macizo. Sólo el Portillín se recorta alpino, desafiante, sugerente. Son las dos y cuarto de la tarde del viernes. Estoy aquí gracias al horario flexible de mi trabajo, y a que soy bastante cabezota. A partes iguales.
Sólo vengo a pegar un pateo de entrenamiento, pero la verdad es que no está la cosa ni siquiera para eso...
En la mochila los crampones (iluso), el piolet, tres barritas y una botella vacía. Unos guantes, un forro fino y la chupa ligera. Llevo hasta las botas de verano.
La temperatura es alta y es probable que me moje de lluvia más que de nieve, pero todo es entrenar.
Son casi las dos y media cuando arranco pueblo arriba, dirección al Meicín.

Cuando al cabo de un rato llego al refugio, la puerta está cerrada, como me esperaba. Retrocedo unos metros por el camino hasta el último punto donde cogí red con el móvil a mandar algún mensaje. Cuando vuelvo, me encuentro de frente a un schnauzer gigante, negro: es Ur, el perro de los guardas. Extrañado me acerco de nuevo a la puerta, ahora abierta. Saludo a Tania, que acaba de llegar ahora mismo de dar un paseo. Me comenta que la cosa está como aparenta, es decir, desagradable. Le indico que pretendo tirar para arriba, a Cerreos o Ubiña en el mejor de los casos, y que a la vuelta paso a saludar de nuevo.


Enfrentar la montaña solo, en invierno, y con visibilidad reducida, aunque sea un terreno conocido, me resulta intimidante. Es bueno que así sea, ya que de este modo recuerdo tener precaución y prestar atención a las cosas.
Salgo hacia arriba por las praderías saturadas de agua, cada vez más blancas de nieve. Voy regulando la respiración, procurando mantener un ritmo constante. A ratos llueve, a ratos no. Me pongo los guantes porque con la humedad se enfrían las manos, no por la temperatura.

Al coronar el collado de Terreros (1.886 m) voy ya derivando a la derecha, hacia peña Ubiña. Desde aquí, la pendiente se agudiza y la nieve que lo cubre todo se va haciendo más profunda. No hay huella, así que tengo ese privilegio todo para mí. Sigo igual, intentando parar poco, remontando la loma en medio de la nube, con una visibilidad de unos treinta metros. Afortunadamente ha dejado de llover y no hace nada de viento. Solo me tengo que concentrar en el esfuerzo y en disfrutar la grandiosidad de la montaña que aunque no la veo, sí la siento.


Reconozco algunos accidentes del terreno en medio de la niebla: los espolones de roca se van cerrando en el canal final. Además se intuye algo de huella desdibujada, de bajada por lo recto del trazado. Un giro a la derecha hasta coronar una comba y ahora vuelvo a la izquierda. Sé que la cumbre está cerca.


Los metros finales de arista tienen algo de hielo aguado. La vista hacia la vertiente de León es nula.
En el vértice geodésico me saco una foto. Es difícil explicar qué sensación se tiene en una cumbre, y más aún cuando no hay vistas, ni paisajes, ni amigos con quien compartir. El caso es que como siempre me pasa, yo estoy encantado. Son las cuatro y veinticinco. Dos horas para 1.200 metros de desnivel positivo. Después de un minuto salgo para abajo siguiendo escrupulosamente la huella; mi huella.

La bajada de presión hace crecer Ubiña hasta la altura del Picu...
Bajar siempre es más rápido. En un rato estoy de vuelta en el collado y miro a Cerreos que se asoma entre nubes algodonosas, aparentemente tan cercana. Sigo hacia allí.
Vuelve a llover. Es desagradable y podría simplemente dar la vuelta para abajo. Ya ha estado bien por hoy. Pero no sé por qué, sigo subiendo.
Sufriendo más de lo esperado llego al buzón de cumbre (2.110 m) a las cinco y veinte. Me siento en una piedra de la trinchera a comerme dos barritas y echar un trago. Tres horas, 1.500 metros positivos acumulados. Flojera.

Cuando te gusta el barro...
A los cinco minutos me pongo de nuevo en pie desandando lo andado. Para de llover y puedo dejarme deslizar por las palas de nieve hasta el collado primero, y luego de este para abajo.
Paro en el refugio tal y como me comprometí para saludar y avisar de que sigo para abajo. No puedo ni tomarles un café, me he dejado la cartera en el coche…


A las seis y media llego de nuevo a Tuiza. Encantado. Poco más de una hora más tarde en casa.
Me paro a pensar que podía haber venido directo del curro a casa, como tantas veces, y simplemente no habría ningún cambio en mi vida. 
La diferencia es que hoy he aprovechado la tarde, y que las endorfinas generadas corren por mis venas.