LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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jueves, 28 de agosto de 2025

Peña Beza, kilómetro vertical

2 agosto 2025
Soto de Sajambre (950 m), Peña Beza (1963 m), Soto (950 m). Solo


Mucho ambiente en el pueblo ante la semana de fiestas. Hace buen día y no demasiado calor. Después de comer ligero y reposar un rato, a eso de las 4 y media salgo de casa. 

No quiero llegar tarde para poder aprovechar con la familia, así que arranco ligero. 
Voy sin estrés, procuro mantener ritmo que pueda aguantar bien. Después de dejar la pista de los Collaos me enredo un rato entre felechos altos y cotollas pinchudas flanqueado el Jorcueto. Este tramo siempre es peleón. Al salir a los prados la nube asoma desde la Portillera cubriéndose todo. Visibilidad a 20 metros. Mejor, más fresco.

En lo alto de la Canal de Misa paro a echar un trago. Miro la hora. Llevo justo 1 hora. Bastante bien.

Salgo a por el tramo superior, como siempre fuera de la ruta normal hitada, y más bien cerca de la arista, trepando los zócalos calizos para hacer más entretenida la ascensión. 

Cumbre. Mar de nubes. Asoma por encima el perfil del Cornión, Cabronero, Ten y Pileñes, a lo lejos el Mampodre, el Tiatordos. El resto bajo la nube. Una vez más celebro estar en la montaña. Me vienen a la cabeza los amigos. Algunos hoy mismo de monte por el Central o por Pirineos, algunos otros lesionados, otros que hace mucho que no veo. Y otros que ya se fueron...





Bebo casi todo lo que me queda en la botella. Tiro un par de fotos, mando un mensaje a Paula de que arranco para abajo.

Pronto vuelvo a estar metido en la nube. Atento a los pies. Cencerros lejanos. Todo va bien y al rato vuelvo a pasar por los puntos de control, Canal de Misa, collada, enlace con la pista. Una vez en esta, al cabo de un rato caminando, las piernas se me van solas a un trote suave, minimizando impacto, pero que casi podríamos llamar correr... Santa prótesis de cadera.

Al llegar a la plaza paro el reloj y veo que salen 10 km justos ida y vuelta. 5 km por trayecto. Esto es 20% desnivel medio.



Han sido 2 horas 43 minutos total. 1 hora 30 minutos subida. 5 o 6 minutos en cumbre. 1 hora y 8 minutos bajada.


Está muy lejos de mis mejores tiempos para este recorrido, de subida (1 h 10 min) y de bajada (45 min), pero estoy realmente contento con las sensaciones. Y como siempre, ese algo tan especial cuando estoy en el monte...

Entro al pueblo y me encuentro un montón de gente delante de casa de Esther que me saluda, ¡y yo con la gran sudada!

Más tarde disfrutamos en el prado de la Pascualina de un estupendo concierto de un grupo folk. Cerveza en mano, rodeado de familia política, amigos y conocidos.


Casualidades de la vida, me encuentro con mis amigas Rosa, Raquel y algunas más de las UnaaUna que fueron hoy hasta la Bermeja. Tras un rato en el prado, tengo que buscar asiento que el cuerpo está cansado... 

Al día siguiente paseo tranquilo con la familia hasta el mirador de Los Porros, al Fortín como venimos haciendo tantas veces. 


Soto (950 m), Los Collaos (1350 m), flanqueo Jorcueto, Puerto de Beza (1511m), Canal de Misa (1700 m), Pica Beza (1963 m).


domingo, 5 de enero de 2025

Cuitu Negru por tres

20 diciembre 2024

Valgrande Pajares. Solo.

Un año más parece que se repite el patrón. Nieva tarde y poco, y luego las subidas de temperatura quitan lo poco que hay.

Antes de que limpie del todo aproveché para dar otra sesión de entreno, en este caso en Pajares estación, aunque haciendo las subidas por el Vallón apenas lo notas; estas pistas están cerradas, no hay nadie y además no das vista a las otras pistas hasta la parte alta. No tienes apenas sensación de estar en una estación. 

La primera

En esa zona de enlace me salgo a la ladera izquierda y está más helado. Me pongo cuchillas para ese tramo. Después ya queda solo coronar el Cuitu y bajar por las pistas.

La segunda 

Tres subidas. Tres bajadas. Casi 1300 metros positivos. Muy buenas sensaciones hacia arriba. Bastante buenas hacia abajo. 

La tercera bajada ya con la estación cerrada y nadie más por allí...

La tercera

Al llegar al coche coincido con Cristina que estaba también foqueando con su hija pequeña.


Muy prestoso tanto el entreno como el encuentro con Cris.

viernes, 6 de diciembre de 2024

Atardecer por la Sierra de Sentiles

Viernes 21 Noviembre 2024, solo.

Puerto de San Isidro - Sierra de Sentiles 


La primera nevada y aprovecho para subir a pasear y pisar blanco.

Apenas ha caído nada, pero el parking de Cebolledo tiene una fina chapa de hielo que resbala que no veas. Aparco a la altura del arranque de la pista del lago Ausente al lado de una autocaravana. Me pongo las botas, cojo piolet y crampones, los bastones y algo de ropa. Está fresco.

Salgo caminando por la pista del lago, pero al rato me desvío a la derecha para remontar directo hacia el collado entre la cresta de Sentiles y la Peña de Requejines. 

Hay nieve pero muy poca. En esta vertiente norte lo justo para tener la ilusión de invierno. Cojo las marcas del PR y subo son problemas. Las torres de roca y la luz oblicua dan ambiente.

Alcanzado el collado a unos 1900 metros me desvío a la izquierda hacia Requejines y Ausente. Corono el primero, Requejines (2.026 m), un par de fotos, sigo hacia el segundo.


Corono el segundo, Ausente (2.041 m), un par de fotos. Y vuelvo sobre mis pasos de vuelta hasta el collado de antes.

Desde aquí continúo dirección oeste por la cresta, pisando todas las pequeñas cumbres que me voy encontrando. Son unas cinco y todas en torno a los 1.950 m.


No se ve a nadie por ningún lado. La luz está preciosa. Destrepando por entre los bloques de cuarcita me recuerdo prestar atención a los gestos.

En el tramo final de la cresta no corono la penúltima torre más roquera y alpina. La última es más alta. Me paro unos minutos a hablar por telefono con Javi, en Inglarerra con ganas de surf y de nieve...

Sigo después hacia las pistas de Cebolledo, girando de vuelta hacia el aparcamiento. 


Hace frío; los regatos están helados.


Cuando llego al asfalto me lo encuentro totalmente helado. Difícil de caminar tranquilo. Me desvío al borde izquierdo y llego hasta el coche. 

Dos horas y media, unos 600 metros positivos. Contento con pisar nieve y confiando en que tengamos un buen invierno...

domingo, 31 de diciembre de 2023

Cierre de año

Nadie. Paisajes demasiado secos para la época. Remontar con esfuerzo cuestas y laderas en silencio.
Los amigos en las aristas. Cramponaje de media ladera sin marcar huella. Latidos fuertes de corazón, resoplar intenso. Silencio. Viento en el collado.
Cumbre. Nadie. Silencio. Sensación de pequeñez. Descenso tranquilo pero atento a los pies. Cramponaje sin apenas dejar rastro.
De vuelta en la horcada, un bocado y un trago. Nadie. Silencio. El soplar del viento. Laderas verdes. El refugio cerrado. Nadie. Charla con los amigos en el aparcamiento. Regreso a casa con las pilas de las piernas gastadas, y las de la cabeza recargadas.
Tuiza 13:15 h, Meicín 13:45 h, Forqueta Portillín 14:45 h, Cumbre Fontán Sur 15:30 h, Tuiza 17:15 h, Cuatro horas de montaña.
Buen cierre de año. Ahora a por el siguiente. Salud y montaña.

martes, 19 de septiembre de 2023

Después de la tormenta

Lunes 11 septiembre 2023 Peña Ubiña (2.417 m) Solo
La noche previa habíamos tenido una tormenta tremenda que duró varias horas. Truenos, rayos, lluvia a lo bruto. De esas que dan miedo si piensas en que te pille a la intemperie. Con ese escenario salí de casa pensando en que a la mínima señal me daba la vuelta. El cielo tenía nubes y claros. Solo había otro coche en el aparcamiento. Me puse las botas y arranqué por las cuestas que desde el mismo pueblo te reciben en esta entrada al macizo de Ubiña. La luz parece otoñal, los perfiles se recortan definidos. Alcanzo el Meicín a la media hora de empezar, me reciben los perros se los guardas. En las camperas pastan yeguas, vacas y ovejas. Paisaje idílico.
Sigo ganando metros, llegando al collado me cruzo con tres paisanos que vienen de bajada. Al coronar, una hora desde el coche, me dirijo paralelo a la alambrada hacia la Fana.
El cielo se mantiene, aunque ha llegado a chispear. Con esfuerzo sigo ganando metros, pensando que es mejor subir esta zona con nieve que sin ella: los resbalones en la piedra suelta, el buscar el paso, y la cuesta claro, me lleva unos buenos cuarenta y cinco minutos llegar a cumbre.
La sensación de cumbre entera para mí; las vistas son estupendas, nubes que entran y salen cubriendo las cimas cercanas. Buitres planeando.
Me como una manzana y una barrita de dátiles, y salgo para abajo. A media bajada del collado, un buen grupo de buitres ronda los restos de una yegua, ya muy aprovechados.
Paro en el refugio a tomarme una caña y charlar con el guarda. Comentamos la meteo, tan inestable este verano.
En la bajada hasta el pueblo, a mitad de camino me pongo el chubasquero unos minutos, parecía que iba a arrancar a llover, pero no fue a más.
Paro en Casa Angel en Espinedo a comer un estupendo bocata. Observo y escucho al paisanaje. Me monto en el coche y conduzco hasta casa, encantado con la jornada montañera.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Soledad embarrada

En estos tiempos que todo se mide, se contabiliza, se parametriza, ¿cómo conseguir medir mis sensaciones atascado en mitad de aquel barrizal? ¿cómo transmitir mis contradictorios pensamientos?, por un lado renegando, insultándome a mí mismo, y por otro encantado de lo que estaba pasando. No es fácil de explicar.
De cara a una excursión larga en bicicleta en poco más de una semana con unos amigos, había decidido por mi propio bien cambiar una tarde es escalada deportiva por una salida en bici a rodar un poco más de lo habitual, a acumular kilómetros y desnivel, a percibir sensaciones. Salí de casa con el recorrido en la cabeza, pero sin tener claro si lo iba a hacer entero o lo iba a recortar en algún punto intermedio. La cosa era salir dirección Deva, subir por alguna de las pistas del camping a la Olla, desde allí remontar al Curviellu, bajar a Peón perdiendo casi todo el desnivel ganado, luego coger la carreterita que lleva al Alto de la Cruz. Desde ese punto recorrer el Cordal de Peón, con sus continuos subebajas hasta la Collada Fumarea, remontar hasta el Fario y desde este punto culminante, bajar por el bosque de pinos dirección Caldones y terminar retornando a casa por la senda de la Camocha. Los primeros tramos, los habituales en mis salidas cortas, se sucedieron sin incidencias. La tarde está con nubes que entran y salen, amenaza lluvia. No hay nadie. En el Curviellu me tiro por la trialera que baja al fondo del valle de Peón. Desmonto en algún tramo por respeto. Abajo, en Casa Pepito empieza a llover, con ganas por momentos. No hago caso y sigo dirección a la subida de la Cruz. Este puerto es precioso, corto pero continuo, de carretera estrecha con un paisaje muy guapo. Se me hace largo, especialmente en el tramo final. En los últimos kilómetros adelanto gente caminando, peregrinos dirección a Covadonga imagino. Ni una bici. Coronada la Cruz giro a la derecha hacia el Cordal. En la primera encrucijada cometo el error del día: en lugar de seguir de frente por la pista principal, me decido por una a su derecha, ya recorrida anteriormente. La cosa no arranca mal, pero poco a poco va habiendo más barro. Se nota que han estado trabajando los madereros, y después se ha adecentado con palas. El barro que inicialmente me dejaba ciclar, en el desarrollo más corto de la bici a pesar de ser casi llano, poco a poco me va agarrando cada vez más, hasta que me obliga a posar pie y continuar caminando. Lo razonable habría sido dar la vuelta y coger la pista correcta. Pero algo me impulsa a continuar. Cada vez a más barro, cada vez peor, y sin embargo, sigo.
En estas situaciones llega el punto en que te paras, miras atrás, miras alante, y valoras qué hacer. A mí este punto me llegó atascado en barro consistente, hundido hasta cerca de las rodillas, con la bici al hombro (ni siquiera podía llevarla rodando, atascaban los pasos de rueda con tacos consistentes de barro).
Allí solo, atascado, en mitad del ambiente brumoso, rodeado de árboles, huellas de animales alrededor, con muchos cientos de metros recorridos, y aparentemente con cientos de metros similares por delante, renegaba de mí mismo. La bicicleta pesaba varios kilos más de lo normal: barro denso agarrándose a la horquilla, al cambio, a los discos de freno...
Momentos de zozobra. Y seguir adelante. A ratos me cuesta enormemente sacar el pie de la masa marrón, tengo miedo de dejarme la zapatilla atascada en el fondo. El peso de la bicicleta clavado en el hombro,el sabor del barro en la boca... Aproximadamente una hora para un tramo que en condiciones normales se rueda en cinco minutos... Pies mojados, barro denso por todo el cuerpo. Cuando se termina por fin el tramo "arreglado" por la pala, después de sacudir los tacos gordos adheridos al cuadro, por fin me subo de nuevo a la bici.
Continúo por pista boscosa, con charcos profundos, zonas rápidas y otras no tanto. Enlazo con la pista principal. Rodar cansino de subebaja hasta alcanzar el bebedero de ganado donde paro a lavarme a mí y a la bici, a conciencia. Veinte minutos restregándome, me quedo algo frío con tanta agua que me he echado por encima... Sigo desde aquí pedaleando hacia la Fumarea. Sin ver a nadie. Llego a la collada: miro la hora y sopeso darme la vuelta por el valle de Peón, o continuar hacia el Fario. La nube cubre totalmente la cumbre. Decido seguir para arriba: remontar hasta las antenas me exige apretar los dientes. Llevo acumulados kilómetros, desnivel, e incertidumbre.
En las antenas, punto culminante del día, bajo la nube densa, enfría. Paro y me pongo el chubasquero. Como las últimas gominolas y echo un trago de agua.
La bajada del bosque de pinos está preciosa, luz mágica de sol colándose por entre las ramas, atento al suelo con mucha piedra suelta, voy recorriendo estos tramos tantas veces disfrutados. Sigue sin haber nadie. Gijón, doscientas ochenta mil personas, numerosas tiendas de bicletas, y nadie de nadie. Todo esto para mí. El resto del descenso, por la Llomba, Granda y luego la senda de la Camocha,llego a casa encantado. Me meto en la ducha con la ropa puesta, y con las zapatillas en la mano. El agua corre marrón durante minutos. Cuarenta y cinco kilómetros, mil metros positivos, unas cuatro horas. Esos son los datos medibles.
Una pequeña aventura solitaria en el patio de atrás de casa, en una tarde nublada de viernes. Eso es lo que no es medible, y que cuenta mucho más.