LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO
Mostrando entradas con la etiqueta Conscrits. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Conscrits. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de agosto de 2018

TrelaTete, Alpes a pinrel

Lunes 23 Julio 2018
Rafa Belderráin
Aguja Norte TrelaTete (3.892 m)

Habíamos venido perfilando la semana mientras viajábamos. Las quince horas dan bien para eso y para más. La idea era buscar una actividad “de aclimatación” de cara a nuestro objetivo principal, que era la Arista Meitin al Grand Combin. Esta es una escalada relativamente sencilla (creemos) pero en altura, terminas a más de 4.300 metros y a eso es mejor entrarle con algo de altura en la sangre y en la cabeza.


Las opciones barajadas para aclimatar eran: la  Midi-Plan (un poco brusca y corta quizá), algo por la zona de Le Tour, pero  el Alberto 1º estaba completo la noche del domingo, o algo por Conscrits, y para allá que nos fuimos.
Después de hacer noche en la gité de otros años, verificar la meteo en la Casa de la Montaña y comprar algo de comida, salimos para Saint Gervais.
Cuando dejas el coche en Montjie-Les Contamines y arrancas camino a Conscrits ya sabes que tienes por delante un buen pateo hasta el refugio. Son  unos 1.500 metros directos de diferencia de cota, pero la realidad es que, debido a los grandes altibajos del camino después del refugio de Trelatete, salen algunos más acumulados (yo diría que unos 200 más, pero no llevo gps).


Es un camino que habíamos recorrido en parte dos años antes con los Piñera Brothers, pero entonces nos desviamos al glaciar por recomendación de los guías en Saint Gervais por un problema en el camino normal. Esta vez íbamos a ir “mejor” dado que ese camino normal no presentaba problemas.



El pateo es bonito, el paisaje una chulada, las vistas espectaculares, pero lo cierto es que no estamos de llevar mochila con tantos trastos y la cosa se hace larga. Cuando finalmente llegamos, estamos muy contentos de posar la carga. Rosca importante para mí.


El resto de la tarde la pasamos admirando las vistas, charlando con un guía vasco, Aitzol Oiarzábal, y su cliente, y pensando si la cosa pintaba bien para hacer la travesía propuesta en el libro “Alpinismo fácil en la zona del Montblanc”: esto es, crestear hacia el Este haciendo cumbre en la Aiguille Blanche, y bajar desde el Col des Glaciers. La verdad es que ese descenso se veía con bastante hielo negro y detritus de caída de restos de seracs y piedras.
La cena en el refugio es excelente.
Nos levantamos a las cuatro a desayunar después de una buena noche. Salimos del refugio con menos nieve que dos años antes, siguiendo los hitos en la ladera sur de la cuerda de Miage. Al cabo de un buen rato paramos a poner los pinchos y a encordarnos cuando tocamos finalmente el glaciar. El cielo está totalmente despejado pero no hace frío. A lo lejos, delante, vemos unas cuantas frontales. Nos metemos en el glaciar siguiendo la huella y vamos ganando altura y rodeando sin problemas algunas zonas de grietas. La nieve está helada, muy dura, pero ondulada por el calor y el viento, formando continuas olas que dificultan ligeramente el paso.


Con el amanecer coronamos la remontada de glaciar y abandonamos la huella de la gente que va hacia las Domes de Miage. Nosotros viramos a la derecha para afrontar, ya solos, la vertiente de seracs de nuestro objetivo: la cumbre norte de la Aiguille TrelaTete. No hay huella. Leemos la descripción de la guía de nuevo y nos queda claro que tenemos que pasar por debajo del serac principal. Lo hacemos rápido (lo rápido que me da a mí la caja, porque Rafa tira como un bestia). La nieve está muy helada y apenas marcamos huella. El ambiente es grandioso conforme nos elevamos sobre el glaciar.


Seguimos ganando altura, separados por los ocho metros de cuerda que nos hemos dado de margen entre nosotros. Hacemos una breve parada en un hombro de roca a comer y beber algo. Poco después, en un momento determinado decidimos sacar el segundo piolet cuando la pendiente se hace algo más seria.
Se nota la altura en la respiración y en el corazón. De cuando en cuando voy haciendo parar o ir más despacio a Rafa.


Después de unas cuantas zetas alcanzamos la arista: paramos de nuevo a descansar, comer y beber algo. Por primera vez en el día, nos da el sol. Ya estamos por encima de las Domes de Miage, a unos 3.750 metros. Las vistas se abren desde la Bionnassay hasta la vertiente salvaje del Montblanc.




Rafa me muestra por dónde subió el año pasado con Juanín, por la vía del Papa: glaciar espectacular, arista aérea hasta el Pitón de los Italianos. Más a la derecha, imponentes Innominata, Brouillard, y a ratos entre la nube también asoma intimidante la Negra de Peuterey.



Nos queda un último empujón, más pino que hasta ahora, para hacer cima. Aquí también agradecemos el segundo piolet que ayer nos costó portear… La nieve helada y sin ninguna huella nos lleva hasta la misma cumbre, dando carácter a la ascensión. Estamos solos, a casi 3.900 metros, con este paisaje espectacular solo para nosotros.






Un vistazo hacia la vertiente Este, por donde discurre la arista propuesta por la guía, nos hace descartarla definitivamente: se ve bastante roca, tramos largos, de los que no tenemos referencia y para los que no hemos traído material. Unido esto a lo ya visto ayer sobre el delicado descenso al glaciar, nos hace decidir sin problema. Además, y no es poco, queremos bajar hoy al coche para mantener la agenda de la semana.


Estiramos la vista para ver a lo lejos Ecrins, el Monterrosa, el Cervino y otras cumbres grandes que no identificamos.
Salimos para abajo justo por donde hemos venido, destrepando a ratos cara al valle, a ratos cara a la pared. Con cuidado y atención: sin seguros ni anclajes solo nos tenemos el uno al otro. El espíritu de cordada se hace muy presente en estos momentos. La confianza mutua se hace total. Eso no quita para que nos recordemos continuamente prestar atención, y nos paremos a descansar unos segundos cuando parece que esta baja.


Una vez en el glaciar, la tensión se relaja aunque no del todo. A esta hora, la nieve es menos firme y las grietas acechan.  Sigo a Rafa en su navegar, guiado en ocasiones puramente por su instinto, que nos lleva laboriosamente a la seguridad de la ladera y a los hitos de la huella de vuelta al refugio. Nos quitamos  los crampones después de ocho horas. De aquí, otro rato al refugio.


Un bocata con una cerveza para celebrar la bonita ascensión, y para coger fuerzas para el largo descenso hasta el coche.
Y comienza la odisea de destrepes, trepes, cuerdas fijas, bajadas y subidas, remontadas, puente colgante, y más y más patear hasta llegar de vuelta al refugio de TrelaTete, a 1.970 metros. Y todavía tenemos que bajar otros setecientos más…


Rafa afloja el ritmo para no dejarme atrás. Llegar al coche se vuelve algo suplicio para mí. A las ocho y media de la tarde, más de quince horas más tarde de comenzar el día, por fin llegamos.


Como actividad de aclimatación nos ha quedado un poco fuerte. Es lo que tiene venirse a una de las pocas zonas del macizo del Montblanc donde las aproximaciones son a pinrel desde el mismo coche, sin alternativa mecánica.
Pero seguro que ha cumplido su objetivo.
Noche de recuperación en la gité, ya pensando en el día siguiente.

lunes, 8 de agosto de 2016

Les Domes de Miage

24 a 29 Julio 2016
Juan y Juaco Piñera, Rafa Belderrain
Travesía de Les Dômes de Miage (3.673 m)


Después de varias temporadas por fin consigo volver a los Alpes. Es una visita express, como todo últimamente, pero estoy feliz.
Como siempre, los compañeros y el destino final no se definieron hasta el último momento. Es difícil cuadrar las ventanas de tiempo disponibles de los amigos, y que además estas se ajusten a los distintos gustos de actividad. Nos vamos cuatro: Rafa, Juan, Juaco y yo.
Yo quería volver a las montañas, sin importar demasiado la dificultad de las vías o ascensiones a acometer. Bueno, sin importar, pero que fueran fáciles, que no está uno en forma precisamente.
Hasta dos o tres días antes de salir, la intención era tirar a Ecrins, con multitud de opciones a intentar por allí. Pero Rafa sugirió probar con la travesía Dômes de Miage-Bionnassay, y claro, esto es irresistible.
Las referencias de la web de la Casa de la Montaña hablaban de buenas condiciones, así que para allí nos fuimos.

Cuatro paisanos con sus correspondientes aperos montañeros ocupan lo suyo, así que mi coche iba hasta arriba. Salimos a primera hora del domingo con intención de llegar esa misma tarde a la Meca. El viaje por Clermont-Ferrand se hace pesado, pero el paisaje nos parece más interesante que por la ruta del sur. Hacia las nueve y media de la tarde/noche estábamos en Chamonix, entrando en la gité que Rafa había reservado por teléfono. Para 18 € la noche está más que bien. Dormimos como lirones.
Por la mañana, la vista de las agujas de Chamonix, el Dru, la Aiguille de Midi, el Montblanc... Me sorprende lo muy grande que lo veo todo. La falta de costumbre.

A media mañana, en Les Contamines, paramos en la Oficina de Turismo a informarnos de los horarios de los autobuses para la vuelta y de paso entramos en el Bureau de Guides: nos informan de que la ruta normal para subir al refugio de Conscrits está cerrada y que debemos subir por el glaciar. Bueno, menos mal que nos hemos enterado, pensamos.


Aparcamos en Cougnon y después de preparar las mochilas con mimo, arrancamos bosque arriba a por los mil quinientos metros de desnivel que tenemos que remontar. Hace calor y hay mucha humedad. Sudamos como pollos hasta alcanzar el refugio de Trè de la Tette, donde hacemos una parada a descansar. Desde aquí, el paisaje empieza a ser más alpino y hay menos gente. Vamos acercándonos a la cabecera del glaciar, hay que destrepar bastante.




Desde lejos vemos gente cruzando el torrente glaciar con dificultad. Cuando llegamos al punto en cuestión, dudamos por dónde ir. Parece que con lo avanzado del día, el caudal ha subido mucho y las zonas de paso están complicadas. Después de quitarnos las botas y cruzar las gélidas aguas a un lado y al otro, finalmente volvemos atrás y remontamos por la ladera izquierda. Somos ocho personas buscando el paso a la parte alta del glaciar, lidiando con peligrosas morrenas. Yo me pego un buen susto en una grieta tapada por la nieve.
Sufriendo con las últimas cuestas y bajo las gotas de lluvia de una inminente tormenta, llegamos al refugio. Nos damos cuenta de que la gente no ha subido ni de coña por donde nosotros: estaba delicado y no había ni una huella. Creo que la chica del Bureau de Guides no nos ha informado bien.

La tarde, la cena y la noche fueron bien. A las cuatro de la mañana ya estamos desayunando (somos de los últimos). Salimos a las cinco pasadas aún de noche, ladera arriba. La nieve está perfecta. Vamos ganando altura a la vez que va a amaneciendo.




Cuando llegamos debajo de la aguja Bérangeré y su franja rocosa, adelantamos a dos grupos numerosos que son cursillos. Primera cumbre, de casi 3.600 metros: tocan ahora trepadas sencillas de roca para bajar al collado con el siguiente Dome.
Desde aquí el paisaje es el esperado de esta travesía: cumbres blancas, redondeadas, con arista nevada, a ratos más afilada a ratos menos.



A partir de la segunda cumbre nos empezamos a cruzar con gente que viene haciendo la travesía desde el otro lado. Todos ellos, igual que nosotros mismos, llevan una enorme sonrisa en la cara. Es terreno sencillo pero no permite errores: las laderas heladas se escapan cientos de metros a cada lado.



Vamos disfrutando como enanos, enlazando las cumbres de 3.600 metros, hasta un collado en el que la gente se tira a la derecha al glaciar para volver a Conscrits, y donde nosotros tenemos que ascender a una última cima para poder bajar hacia el pequeño refugio Durier, una cajita metálica en un collado a los pies de la Bionnassay, con vertiginosas laderas glaciares a los dos lados.
Esta última cima se presenta más difícil, y por primera vez en el día nos encordamos. Trepadas fáciles sobre roca, sube-baja e incluso un pequeño rápel final para posarnos en el último tramo de arista que finalmente nos lleva al refugio.
Mientras recorremos los últimos metros, vemos a dos cordadas destrepando en la parte alta de la Bionnassay hacia nosotros. Qué alpina se ve. Será para mañana.



Una vez en el refugio de Durier, a más de 3.300 m, nos pasamos el resto de la tarde primero holgazaneando al sol. Mientras comemos y bebemos, bromeando, nos deleitamos con las vistas: la sobrecogedora vertiente italiana del Montblanc se eleva inmensa, la arista del Brouillard, los enormes glaciares. Las enorme caída de dos mil metros hacia los valles de Saint Gervais. A lo lejos identificamos macizos vecinos como los Ecrins. Estamos colgados en una atalaya privilegiada…
Nuestro objetivo de mañana me transmite incertidumbre, con su bastión rocoso y su afiladísima arista de bajada.


Más tarde, cuando la nube nos envuelve, nos metemos dentro a dormir la siesta en las literas y a charlar con el resto de la gente en el pequeñísimo refugio donde nos hacinamos casi veinte personas.
Cena temprana y a dormir, que el día siguiente empieza a las tres!

Hoy ha sido sin duda para nosotros una gran jornada de montaña en un ambiente espectacular. Totalmente recomendable.
Seguro que el día siguiente también lo va a ser.