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jueves, 22 de junio de 2023

De humedades, dudas y retiradas

La confianza es por lo menos la mitad del asunto.
Hacía tiempo que no enfrentaba una situación de estas: son parte intrínseca de la escalada en montaña. Antes o después te la encuentras. Cuanto más escalas en el monte, y más aprietas, más a menudo. En este caso, el grado era bien bajo, pero las condiciones inciertas y la incertidumbre alta. A cinco metros del último seguro mirando hacia arriba y no viendo claro el camino a seguir. Dudar, mirar a un lado, mirar al otro, mirar arriba, mirar abajo. Sopesar si seguir, pensar si serás capaz de destrepar si toca. Sopesar si puedes asegurar. Si de ese seguro te podrías descolgar si llega el caso. Terminar destrepando hasta el clavo, levantando por otro lado, volver a mirar, volver a dudar...
Finalmente divisar un clavo lejano, con unos pasos compactos hasta él, pero por el mero hecho de saberte en el buen camino... se disipan las dudas y continuas escalando con la confianza restaurada. Esencia pura de la escalada en el monte.
La previsión era regular tirando a mala. Uno consulta una web detrás de otra intentando que alguna le diga lo que quiere leer, pero la realidad es que en general todas venían diciendo lo mismo: lluvia la noche antes, bastante cantidad, y alto riesgo de lluvia a lo largo de la jornada del sábado. Unas webs la pronosticaban antes que otras, pero todas lo decían. Además, esa precipitación podía ser en forma de tormenta, como ya había sido en los días pasados con bastante intensidad. Para qué quieres más...
Después del invierno, de la operación y de ir rehabilitando poco a poco y retomando la actividad, me apetecía mucho empezar a escalar en el monte. Llevábamos varias sesiones de deportiva y aunque no había escalado más allá de 6b+ me encontraba bien. Además, venía entrenando con cierta asiduidad, sobre todo para lo que soy yo (es decir, no hace falta mucho). La cosa es que con esta previsión habíamos descartado los Picos, no compensaba el viaje para el riesgo. La deportiva también porque daban el agua más temprano en Quirós o en Teverga que en la cordillera. Las Peñas del Prado por repetidas.
A mi sugerencia habíamos elegido intentar el encadenamiento del Puerto de San Isidro que había hecho hace unos años con Fernando: "Espolón del Trasgu" al Pico Valverde y a continuación bajar y hacer la "Directísima" al Pico Torres. Esta combinación tiene varios atractivos y también algún handicap. Los atractivos son la poca aproximación, poco más de media hora desde el coche. También los metros de roca acumulada si haces las dos vías, casi 450 metros. También combinas dos tipos distintos de roca, caliza en la primera, cuarcita en la segunda. Los puntos flacos son la entrada de la primera vía, algo cutre y poco atractiva. Además, para el día que hemos elegido nosotros, esta presenta muchos puntos de drenaje en el arranque de la primera, que la dejan muy húmeda, y la segunda vía siendo cuarcita tarda bastante más en secar. Al llegar al pie de vía se confirman las sospechas: rezumes y humedades varias. Casi para marchar para casa...
No nos arredramos fácilmente: a pesar del desagradable comienzo, Rubén se levanta por el primer largo sin mayores probemas hasta llegar al paso clave. Aquí se atasca algo más porque está pingando. Para cuando llego yo, confirmo que está bien difícil de librar (los dos pasamos en libre, pero con mucho más esfuerzo y tensión del normal). Superada la primera tirada, se sale del desagradable canalón y tras una trepada de transición nos levantamos rápidamente por el propio espolón, de mejor roca. No hay apenas seguros, así que estiramos cuerdas a tope o casi, y montamos reuniones donde nos pide la lógica o el fin del cabo. Si bien la escalada es sencilla y no presenta grandes atractivos, la roca es buena y el paisaje de montaña circundante motivador.
En poco más de dos horas estamos caminando desencordados para ganar la cumbre del Valverde. Desde esta con un pequeño destrepe salimos de nuevo a la hierba del collado entre las dos cumbre, y giramos la lastra adosada a la pared del Torres por su izquierda para llegar al pie de vía de la Directísima.
La pared sur del Pico Torres es muy atractiva desde la distancia, pero a medida que te acercas a ella va enseñando las uñas: sus defensas principales consisten en la propia morfología de la pared. Multitud de pequeños techos se suceden unos detrás de otros como resultado de las lajas que se han ido desprendiendo a lo largo de los milenios. La pared no es vertical sino tumbada. Esto permite escalar de manera menos exigente, pero no obstante, dificulta mucho la orientación en la misma: nunca tienes claro del todo si estás dentro o fuera de la vía. Gracias a que hay algunos seguros fijos, cada x metros vas confirmando sensaciones, pero con todo, se requiere un buen sentido de orientación y de lógica para no acabar embarcado.
El comienzo de la vía nos depara otra sorpresa desagradable: si bien el aspecto de la roca es seco, no lo es tanto. Por un lado las fisuras están literalmente empapadas, con agua corriendo por su interior. Por otro lado, la misma roca exterior aparentemente seca, no lo está y la confianza que nos da es reducida. Se observan enormes chorretones de agua corriendo por las placas vecinas. Por encima de nosotros el cielo presenta nubes amenazantes, pero también tenemos a ratos buenos parches de sol. Nos entran dudas.
Sin demasiada confianza de llegar a buen puerto, arranca Rubén a por el primer largo, que sí tiene un aspecto más atractivo. Lo escala rápidamente como es su estilo, aunque me va comentando lo mojada que está la roca en muchos sitios.
Le sigo yo y nos pasamos los trastos en la reunión. Salgo a por el segundo largo que comienza bien guiado por un par de clavos. Después deriva por lógica a la derecha. Al cabo de unos cuantos metros encuentro otro clavo, pero desde este me elevo con tendencia a la izquierda, superando pequeñas panzas. Cuando ya estoy a unos cinco o seis metros del clavo (terreno fácil) decido recular porque no me gusta lo que tengo encima.
Destrepado el tramo hasta el clavo me levando ahora por la derecha, y después de un buen rato de dudas (hasta sopesando montar un descuelgue) diviso finalmente otro clavo aún más hacia la derecha, a unos seis u ocho metros, y con un tramo de placa de escalar en el medio antes de llegar a él. Si bien la escalada es más fina, el hecho de saber que vas por el buen camino ya me deja escalar tranquilo. Alcanzado el clavo me levanto al recto, coloco un buen camalot y ya hago travesía compacta hacia la reunión de dos parabolts.
Curiosamente, la R está casi en la vertical por la que me quería levantar yo antes de destrepar. Todas estas dudas de recorrido, unidas a la humedad general y a la predicción de tormenta, ha venido minando nuestra confianza.
Rubén recorre el largo sin ningún problema, pero cuando nos juntamos en la reunión comentamos la situación: por encima de nosotros vemos un parabolt a unos seis metros por terreno del estilo del largo que acabamos de escalar. Luego ya no vemos nada, la pared también se oculta tras los pequeños techos que tenemos encima. No somos ninguno de los dos amigos de las retiradas. Nos joden bastante. Pero a la vez confirmamos que venimos ambos escalando incómodos, sin disfrutar, con desconfianza. Estoy seguro de que le ha influido el verme a mí dudando hace un momento. El viene mejor que yo, pero creo que mis dudas le han hecho dudar a él. Tras unos minutos de debate (en los que básicamente nos autoconvencemos de que es la mejor decisión), montamos el rápel y salimos para abajo.
Hemos escalado unos trescientos metros en total, tampoco está mal.
Dos rápeles sin problemas nos dejan en el suelo. Recogemos y salimos para el coche con las orejas gachas. Volveremos. Cerveza en Felechosa. En el trayecto de coche para casa cae una buena tormenta con agua torrencial. Ves? hicimos bien en bajarnos. Nos tratamos de convencer. No todo va a ser triunfar. Gijón 8:30 h Inicio escalada Valverde 10:10 h Cumbre Valverde 12:30 h Inicio escalada Torres 13:10 h Inicio retirada: 14:30 h Coche: 16:00 h

viernes, 20 de diciembre de 2019

Sesión vermú al Torres

Pico Torres (2104 m).
Vía Black Crowes (320 m, III,2, IV/M3) a la cara Norte, y Corredor Estrecho Oriental (430 m, ??)
Rubén Díaz Gutiérrez


En esta borrasca permanente en que estamos inmersos desde hace dos meses, apenas ha dado margen para nada. Quitando algunas tardes de esquí, muy buenas por cierto, y alguna breve salida en bicicleta, no he podido hacer más. Algunos han sabido aprovechar las breves ventanas para hacer cosas interesantes. No es mi caso.
El día lo daban bueno, pero no tenía disponible más que la mañana. Las referencias de las condiciones de la nieve no eran buenas, así que la opción San Isidro ganó.



En San Isidro, el Pico Torres y el Toneo destacan por su forma alpina por encima de los vecinos. Fue en sus palas y corredores donde aprendí a cramponear de chaval. En el Pico Torres hay varias líneas en su cara norte que nunca había hecho, y si bien Rubén ya había subido por allí, a los dos nos pareció una buena opción para aprovechar la mañana. La guía de actividades invernales de Adrados marca concretamente dos vías. Sin saber condiciones de la nieve, metimos a la mochila un cordino de 30 metros de 7 mm, y algún clavo y fisureros por si acaso.


En el parking nos encontramos a Berni, que sube con varios clientes hacia el Toneo a un curso de iniciación de alpinismo. Charlamos un rato, hacía tiempo que no nos veíamos. Como siempre, un tío muy majo.
Son las ocho y media cuando arrancamos desde la carretera general: nos hemos puesto raquetas (de Rubén), pero al poco rato ya las dejamos guardadas junto a un bloque: la nieve está buena para caminar sin ellas. 





En una hora y cuarto estamos en el collado que hace la arista que comunica el Torres con las Vallinas y hacia el Valmartín y demás vecinos. Aquí nos ponemos el arnés y los crampones, y sacamos el segundo piolet. Comemos y bebemos algo, y salimos a la sombra norte de media ladera a ver cómo pintan las cosas. 





La nieve varía, por tramos vamos en puntas delanteras y con cuidado, por tramos enterramos bota completa. En un cuarto de hora aproximadamente sorteamos un espolón de roca y estamos embocando un corredor que se estrella con una banda rocosa unos sesenta metros por encima de nosotros. Entendemos que por aquí va la vía Black Crowes.  Adrados le da cuarenta minutos para este tramo de aproximación desde el collado hasta aquí…





Remontamos el corredor. Alcanzada la banda de roca, le vemos color buscando paso mixto hacia la derecha por debajo de un pequeño desplome (debe de ser lo que el croquis marca un paso de IV/M3).





Yo de grados M no entiendo nada, pero pasamos tranquilamente: aquí lo mismo pinchamos nieve helada, que tapín de hierba, que gancheamos en bloques de cuarcita verdosa. Son apenas diez metros muy chulos, lástima no hubiera más así. Salimos de nuevo a nieve abierta que vuelve a estar algo pesada.




A ritmo para entrenar un poco (sin correr nada) le ganamos los metros que nos quedan hasta la arista somital. Nos queda un corto tramo hasta la cumbre, entretenido serpenteando entre bloques y con algo de hielo. 





Cumbre. Son las diez y media de la mañana. Desde que cogimos el corredor nos llevó media hora hasta la cumbre. Es verdad que venimos escalando a pelo, pero los horarios de Adrados deben de ser para otras condiciones (cuando haya hielo negro, o una niebla que no te deje ver a medio metro, o te han atado un brazo a la espalda, o las tres cosas juntas…).
Unos minutos para disfrutar las vistas. 





Salimos de vuelta por la arista hacia la normal. Dado lo temprano que es, ya veníamos pensando en hacer uno de los corredores de la vertiente sureste, tan llamativos desde el puerto, si es que la nieve no está demasiado pesada. Con cuidado bajamos hacia su base, admirando la trazada de esquí de alguien que controla de verdad… Veinte minutos desde la cumbre llegamos a los bloques de su base, nos encontramos con un paisano que viene con las mismas intenciones, solo. Comentamos la condición de la nieve, y con la misma arrancamos los tres para arriba. Son las once de la mañana. 


En veinte minutos más, después de haber hecho un entretenido  tramo de tapín tracción (Rubenín, que le gusta enredar), estamos otra vez jugando en la arista. De nuevo, MAA dice para estas canales 400 m y entre una y dos horas (¡!??…). 








Nos volvemos a unir a la normal y nos echamos de nuevo para abajo. Charleta continua, admirando las vistas. Recogemos las raquetas y seguimos para abajo.





Cervecita rápida en Felechosa, y en casa para el vermú. Una mañana bien aprovechada, para hacerlo más veces la verdad. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

Pisando primeras nieves

Circular vespertina y solitaria a la cuenca de Cebolledo.


Llanera 13:30 h
Cebolledo (1.650 m) 14:45 h
Pico Toneo (2.091 m) 15:20 h
Pico Agujas (2.141 m) 16:06 h
Pico la Cuerna (2.140 m) 16:38 h
Pico Redondo (2.128 m) 16:48 m
Cebolledo (1.600 m) 17:45 h
Gijón 19:00 h

Una y media, apago el ordenador y tiro para el coche. Al volante de camino, mientras decido destino entre Ubiña y San Isidro, me como un bocata, un plátano y un kitkat. En Ujo tiro para San Isidro: dan bastante viento y prefiero su perfil de cumbres. En el parking de Cebolledo estoy solo a excepción de otro coche de dos chavalas que acaban de llegar de caminar y se van. Me cambio rápidamente y meto en la mochila un poco de agua, la chupa, los pinchos y un piolet; no hay demasiada nieve pero nunca se sabe. La frontal también viene.
Arranco por la ladera del Toneo, donde por evitar las cotollas y los escasos neveros termino trepando por zonas más de roca viva, más tieso pero mucho más entretenido. En poco más de media hora y en mitad de la nube cerrada estoy en el buzón de cumbre del Toneo. Unos cuatrocientos metros de desnivel que son la mayor subida del recorrido.


Hace muchos años que no ando por estos montes, donde aprendí a cramponear de chaval.
Salgo a tientas buscando la arista que baja hacia el Agujas. Inicialmente no veo más allá de unos quince o veinte metros. Más por intuición que por otra cosa encuentro huellas recientes (posiblemente de las chicas que vi en el aparcamiento). Las sigo y me llevan hacia el collado que separa la zona de Cebolledo de la de Riopinos. Desde aquí, pisando más nieve y sin niebla ya, remonto hacia el Agujas.


El caminar es más aéreo en esta zona. Las vistas de su cara norte con sus dos corredorcillos me dan ideas para otras visitas cuando la nieve esté más asentada y transformada.


Cumbre en el Agujas. Desde aquí, dada la hora temprana, continúo por la arista dirección Sureste hacia el Pico la Cuerna. Es un tramo de entretenido cresteo sobre bloques verdes de liquen, con neveros intercalados entre ellos, más duros que antes. La temperatura está fresca pero se camina muy bien de forro fino.


Hago la cumbre del que creo que es el Pico la Cuerna, no hay nada que lo identifique, y desde su vértice geodésico miro por dónde tirarme hacia abajo. Decido seguir adelante por la cuerda, en lugar de retroceder, para buscar un collado en el que echarme hacia el norte.


Cuando llego a un nuevo collado me parece ver un mástil o un buzón en la siguiente cima. Como también está cerca, y temiendo que la Cuerna sea aquella y no la del vértice que he visitado, continúo hasta ella.


Cuarta cumbre. No sé cuál es porque tampoco hay buzón o placa (más tarde en casa veo que es el Pico Redondo). Un trago, una barrita, unas fotos y arranco para abajo. Decido tirar directo desde cumbre hacia las pistas. La pendiente es aquí más fuerte y la nieve está mucho más dura. Con las botas de verano no me siento seguro para cantear, así que me pongo los crampones. Con ellos puestos, bajo seguro unos trescientos metros de pala hasta unos enormes bloques verdes. Aquí me quito los pinchos y enlazo ya con zona de pistas de Requejines.


Las pequeñas lagunas que hay en esta zona están heladas. Por aquí hay algunas huellas grandes de ungulados y también de otros bichos no herbívoros, grandes también… Caminando en soledad y al atardecer me imagino que pronto empezarán a patrullar sus dominios.


Remonto la pista hasta el collado con la sierra de Sentiles, que ya me bajará a los edificios de la estación.Tras un rato de bajar por senderos enlazando pistas de esquí llego a la estación y al coche.


Mientras me cambio de ropa y calzado, a cuatro grados y bajando, pienso para mí que, para estar a mediados de noviembre, el invierno empieza a asomar a la Cordillera Cantábrica.
Encantado con el paseo vespertino en soledad, me monto en el coche y conduzco hasta casa.
Recorrido aproximado 7.5 km
Desnivel positivo aproximado 700 m