LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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lunes, 4 de diciembre de 2023

Cuatro horas de crampones en noviembre

Domingo 26 Noviembre, Cuvicente y Jultayu con Rubén
El placer de la montaña en su formato más sencillo. Simplemente caminar por sitios bonitos, solitarios y elevados. Remontar collados, recorrer pequeños valles, atravesar majadas, ascender laderas y finalmente recorrer las aristas y las cumbres. Enlazamos con el camino de Ario a la altura de la majada de Belbín. Espectacular sitio.
Las vistas espectaculares, tanto de las cumbres vecinas del Cornión como del Macizo Central, o de los pueblos como Caín, mil quinientos metros por debajo y a la vez tan cercanos. Además el día nos regala el lote completo, con un cielo otoñal con nubes y azules, con nieve alta pero en la mejor condición, con rebecos abundantes y muy presentes, y lobos presentes pero totalmente ocultos.
Los crampones y el piolet hoy imprescindibles.
El ambiente por un lado amable y a la vez severo, un resbalón podría ser fatal. Y la compañía, la charla, los silencios.
A la bajada, por un camino distinto que en la mañana, atravesar otras majadas donde las ruinas nos hablan de la gran actividad ganadera que existía hasta hace unas décadas.
Veranos que bullían de vida, familias enteras con su ganado, haciendo queso, dando a estos paisajes ahora desiertos la naturaleza integrada con el hombre en equilibrio.
Me cuenta Rubén las historias recogidas directamente de protagonistas de la zona. Una forma de vida ancestral en la fase final de su extinción.
Llegar al coche apurando la luz, con una buena kilometrada y desnivel acumulado. La cadera y el cuerpo en general responden bien. Ocho horas en total. Cuatro horas de pinchos. Encantado de la vida. Y todo esto es gratis oiga.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Ario, mirador excepcional

Sábado 21 Enero 2017
Nando del Pozo, Manolo Crespo
Jultayu (1.941 m) desde el lago Ercina


Después de 25 años pisando los Picos, aún me quedan sitios realmente básicos por descubrir. Me ha sucedido que, dado que yo estaba muy centrado en escalar, me han ido quedando sin conocer algunos sitios que no tienen asociadas vías de escalada reseñables.  Como últimamente escalo menos (muchísimo menos), mi atención se fija ahora en estas referencias pendientes para mí.
Hace un par de años, y porque ya me daba vergüenza, fui hasta el mirador de Ordiales. Fui solo y además del mirador ascendí a varias cumbres de la zona. Lo disfruté enormemente, entendí por qué es un sitio tan famoso.



Este sábado he tachado otro básico: Vega de Ario. Y de nuevo he flipado con el lugar.

El invierno ha llegado finalmente, y si bien ha habido poca precipitación y la nieve aún es escasa, la temperatura en cambio sí ha bajado considerablemente. Para cuando llegamos al parking a las ocho y media de la mañana, nuestro coche es el único junto con otros dos. Poca afluencia para una buena previsión meteorológica, aunque es temprano.
Arrancamos a caminar al lado del lago helado. La nieve está durísima y apenas marcamos con las botas.
Comenzamos a caminar por lo que siempre he escuchado, y ahora veo en directo, es un terreno de sube-baja, con pocas referencias evidentes. Está claro que por aquí, si entra la niebla estaríamos en problemas. El cielo del amanecer está mucho más nublado de lo que nos gustaría, tanto hacia el Este, como hacia el Oeste. Nubes oscuras cubren amenazadoras los perfiles de cumbres: comentamos que si es así, si se tuerce el día, nos daremos la vuelta sin darle margen al cielo a meternos en problemas.
Pasamos por majadas de cabañas y pequeños llanos, no hay apenas cuesta.
La nieve sigue dura como el hormigón, no hay ninguna huella que nos indique el camino, salvo algunas de animales que sí parecen seguirlo. Cuando enfrentamos un repecho más serio, paramos a ponernos los crampones.
Buscamos el mejor trazado mientras seguimos preocupados por el cielo, que hacia el Central aparece aún oscuro y de hecho nos suelta pequeños copos de nieve apretada de vez en cuando.
Por fin, después de unas dos horas y media, alcanzamos el collado que nos da vista hacia el macizo central: la estampa es espectacular.


Tras de unos minutos admirando las vistas, tando de los Urrieles como de las cumbres más cercanas y que quizá intentemos luego, nos dirigimos hacia el refugio de la Vega de Ario. Aún nos lleva otro cuarto de hora alcanzarlo. El refugio está cerrado excepto por el cuarto de entrada, habilitado estupendamente como vivac de invierno con unas plataformas de madera. Es realmente acogedor.


Después de comer y descansar unos minutos, volvemos a ponernos en marcha de nuevo, con intención de ascender a la cumbre más cercana y más fácil, el Jultayu. Para ascenderlo, aún tenemos que cruzar una buena distancia de terreno indefinido, con jous, subidas y bajadas. Afortunadamente la nieve sigue estando increíble, y se camina fenomenal.
El paisaje es fantástico, la pendiente va aumentando y cada vez hay que prestar más atención al pisar: un resbalón empieza a ser realmente peligroso. Además, hay que interpretar el recorrido, buscando el mejor camino.


Identificamos de cuando en cuando un hito que sobresale de la nieve, seguimos remontando y entrando en la sombra de la cara noroeste. Nando viene recuperando de una gripe, y en un momento dado prefiere darse la vuelta hasta un collado al sol. Manolo y yo seguimos subiendo.


El ángulo es llevadero, pero a ratos la superficie es hielo vivo: Manolo saca el segundo piolet, que yo no he traído… Salgo por fin a la arista y al sol. Mientras espero al colega me recreo con las vistas, son realmente tremendas: en frente el Central espectacular, antes el tajo del Cares con dos mil metros de desnivel, a la derecha alpino el Cuvicente, Robliza y demás, junto con la Peña Santa, espectacular. Hacia atrás toda la subida desde los Lagos y el mar de fondo…


Después de un rato en la cumbre decidimos bajar más hacia el norte, y claramente es más cómodo. Sigue estando muy helado, pero es menos expuesto que la pala por la que subimos. En unos minutos alcanzamos a Nando que nos esperaba. Desde aquí seguimos bajando.
El día ha ido mejorando, y el sol domina en el cielo.


Las perspectivas en el camino de regreso son muy chulas: a ratos veo a mis amigos circulando por enormes toboganes de nieve helada, donde los crampones no dejan marca, y al fondo aparece el mar.


Desde el collado hacia Vega de Ario hasta el coche, el camino es tan plano que prácticamente lleva el mismo tiempo de vuelta que de ida. Además, el sol va haciendo su trabajo y la nieve empieza a estar un poco más pesada.


Nos encontramos a mi amigo Rubén que sube con su mujer a disfrutar las vistas. Ya llegando a la vega del lago, vemos un montón de gente que ha subido a disfrutar la montaña a su manera (algunos salieron en el periódico a los dos días…).

A las cinco llegamos al coche.
Ocho horas de pateo, la mitad de crampones, disfrutando de una nieve y unos paisajes espectaculares. He conocido una cumbre nueva para mí, un refugio nuevo para mí, y he tachado quizá el más sangrante de los sitios básicos de los Picos que no conocía. Volveré.
Como siempre, con Nando y Manolo, muchas risas.
Estupendo día de montaña.