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martes, 1 de abril de 2025

En recuerdo de Seoane

26 Julio 1992, 
Aguja de la Canalona (2.530 m), vía Normal (AD sup, IV, 90 m)
Torre de las Corteras Rojas (2.453 m), vía de la Chimenea (IV, 160 m)
Invierno 1993,
Los Argaos (2.160 m), Corredores Izquierda (II,2, 170 m) y Derecha (II,2, 170 m)
Con Alejandro Seoane

Mis primeras escaladas en montaña, en los Picos de Europa, fueron el verano de 1.992, cuando yo tenía 17 años, y algunas de ellas las hice con mi amigo Alejandro Seoane.

Las que hoy recuerdo aquí son algunas escaladas sencillas en una zona espectacular del macizo Central y del Cornión de Picos de Europa:

La Aguja de la Canalona es una torre que cualquier escalador que la vea querrá ascender. Nuestra vía de escalada fue su Normal, como es lógico cuando estás empezando en el tema, como era mi caso. Arrancó delante Alejandro en el primer largo y luego me dejó a mí tirar el resto de la vía, otros tres largos cortos. ¡Qué disfrute llegar a esa cumbre espectacular!

Después de bajar de esta, nos dirigimos a la pared vecina, justo al otro lado de la canal.

Los Coteros Rojos, o las Coteras Rojas como también se llama, es una cumbre muy cercana a la anterior. Es una cima secundaria adosada a la Peña Vieja que ofrece una pared interesante en la vertiente que mira hacia Cabaña Verónica. Tiene varias vías en torno al llamado Pilar de Nazaret: a su derecha, la vía de la Chimenea es quizá la menos atractiva, pero a la vez es la más evidente, fácil y clásica. Hicimos la vía alternando cabeza de cuerda en cinco tiradas cortas.

En la cumbre de la Canalona, con Alejandro aquel día, la única foto que tengo

Escalamos las dos vías seguidas, en la misma jornada. En mi libreta de escaladas indica que la primera nos llevó una hora de ascensión y veinte minutos de rápeles. La segunda nos llevó dos horas y cuarto de escalada. De esta se baja caminando.


Aunque el recuerdo que tengo de aquellos días está ya muy difuminado, ha pasado mucho tiempo, poniéndolo en perspectiva resulta que fue iniciático para mí; vivaqueando, vagando por esas paredes y cumbres.

Y mi compañero de acampada y de cordada, compartiendo la experiencia aquellos días, fue Alejandro Seoane. No tengo ni una foto con él...

En aquellos años también compartí cuerda con Alejandro en temporada invernal. En el macizo del Cornión escalamos juntos algunos de los corredores de los Argaos, típica actividad de iniciación, que era lo que yo estaba haciendo por entonces. Recuerdo escalar con un piolet, una maza de invierno y crampones de correas, todo ello alquilado en el club Torrecerredo. Recuerdo meter clavos montando reuniones, rapelar de vuelta hacia la vertiente de la Llampa Cimera… 


Mismas temporadas, mismos corredores, pero aquí con Rubén

Por Ubiña también hicimos alguna cumbre invernal juntos.

A lo largo de los años he hecho otras escaladas a esas mismas cumbres o paredes. Más difíciles, más estéticas e interesantes, con compañeros y amigos variados, también he repetido algunas de estas mismas escaladas en solo. Pero aquellos días están en lugar destacado por el hecho de ser de los primeros vividos en este plan en los Picos; vivaqueando, caminando y escalando.

Después de aquello creo que ya no escalé más con Alejandro en las montañas. Sí que compartimos cuerda alguna vez más en zonas de deportiva. No obstante Alejandro continuó siempre presente.

Apenas hace cuatro meses Alejandro se puso malo. Un día se empezó a encontrar mal, le costaba respirar, y cuando le revisaron en el hospital ya era demasiado tarde para nada. Y así fue la cosa, en apenas unas semanas se apagó, consumido por el bicho. Rapidísimo. Terrible.

Alejandrón, como yo acostumbraba a llamarlo, por su metro noventa. Mis recuerdos suyos son muchos. Tantas sesiones de entrenamiento en el Grupo, saliendo a correr, entrenamientos en el gimnasio: teníamos muchos amigos comunes así que las tertulias eran continuas, largas y entretenidas.

Recuerdo tardes en el Café Gregorio, del que él era un cliente habitual, con charlas de temas variados, pero casi siempre sobre montaña.

Durante unos años estuvo en la organización de la Semana de Montaña de Gijón. En esta tarea recuerdo su invitación para que yo hiciera de traductor para Steve House. Aquello me hizo mucha ilusión.

También recuerdo vernos alguna vez en Soto de Sajambre, él al volante de un Landrover largo cargado de turistas, camino de Vegabaño, para seguir más tarde hacia Valdeón.

Una persona especial, a la que le encantaban las montañas, y que siempre las tuvo entre sus prioridades. Adaptando la actividad a su nivel de cada momento, es decir, como todos. Siempre subiendo al monte a caminar, a escalar, en bicicleta, a sacar fotos.

Recuerdo vernos múltiples veces atravesando Gijón en bicicleta, y parar a charlar. Siempre una palabra amable, preguntándome por Paula o por los niños. Ese ritmo propio sin prisas, ese estilo a medias entre lo desordenado y lo agudo.

Una de las últimas veces que coincidimos fue precisamente dando un paseo por el Muro, frente a la playa, lugar habitual tanto para él como para mí. Apenas unas semanas antes de su hospitalización.

En su funeral en la iglesia de San José estaba una buena representación de los aficionados a la montaña de Gijón. Me gustó ver a mucha gente de la montaña despidiendo al amigo.

No somos nada. La vida sigue. Nos olvidamos rápido.

Alejandro, se te recuerda y se te echa de menos.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Bodas de Plata

Verano 1992

Rubén Díaz Gutiérrez, Iñaki Diez Maneiro, Alejandro Seoane, Iván Blanco...
Urriellu, Canalona, Coteros, Peña Santa, Tajahierro, Porrubolu, Tercer Castillín...

Érase una vez hace veinticinco años… Yo tenía diecisiete por entonces.

Llevaba poco más de un año escalando; básicamente en escuela (antes, a las zonas de escalada deportiva se las llamaba escuelas, porque la escalada “de verdad” era otra, en montaña).
Este verano, empecé a escalar en montaña.

Montañero desde niño, la atracción de las cumbres me dominaba. Y de entre las cumbres, por cercanía y por mito, estaba por supuesto el Naranjo, el Picu.

El 28 de Junio tuve mi bautismo en escalada en montaña: había hecho mi primera vía alpina en la zona de Ubiña. Fue la vía San Claudio al Tercer Castillín (180 m, V+), con Rubén y con Ramón Juidía. Allí Rubén tiraba de primero, metía clavos, organizaba, tenía experiencia. Ramón me indicaba a mí las cosas en las que debía fijarme.
En aquella ocasión había ido toda la vía de segundo.

Con trece o catorce años había estado en Vega Urriellu con unos amigos.  Recuerdo estar allí sentado en una piedra, mirando pa la tapia flipaocon la boca abierta, identificando las pequeñas figuras de escaladores que por ella se movían como hormigas. Me quedé impactado. Cuando más tarde empecé a escalar, tenía claro que allí quería subirme.

Llevábamos subiendo a la Vega Urriellu tres fines de semana seguidos. Los dos primeros, el tiempo no acompañó. Era temprano en la temporada y recuerdo estar con mi amigo y tocayo Diego vagando perdidos por la nieve del Jou tras el Picu, en mitad de una niebla que podías cortar con cuchillo. Resistiéndonos a retirarnos hasta el último momento. Al siguiente fin de semana llovía,  otra vez para abajo con el rabo entre las piernas.
Al tercer fin de semana, por fin, el tiempo era mejor.
El día antes subimos Rubén y yo al refugio y matamos la tarde por allí, yo nervioso con la escalada del día siguiente. Rubén y yo nos conocimos en las excursiones del club Torrecerredo. Un tío muy majo y fuerte deportista. Habíamos subido el material que teníamos, poco. En mi caso seguramente cosas prestadas. Quizá incluso el arnés. No tenía nada. Nada, menos ganas y empuje.

Madrugamos y salimos Celada arriba con prisa por ser los primeros en la vía: la Directa de los Martínez (180 m, IV+). Al llegar nos preparamos y sorteamos quién tiraba: yo estaba allí para escalar, no para que me subieran. La escalada la recuerdo vagamente, pero lo que sí recuerdo era el buen rollo entre nosotros, cómo resolvíamos sin problema los largos, y las maniobras en las reuniones fluidas. Al llegar arriba, la grandeza del escenario histórico. En la cumbre, la Virgen. No la de ahora, ni la anterior, sino la anterior a esas dos.

No tengo fotos: yo desde luego no tenía cámara, y creo que Rubén tampoco.

Fue llegando más gente y nosotros nos fuimos hacia los rápeles. Volví a casa feliz. Creo que yo ya estaba por entonces enganchado a la montaña y a la escalada. Aquel 19 de Julio fue un día muy especial.

Una semana después escalé con Alejandro en la Aguja de la Canalona, y en la torre de los Coteros Rojos. Luego en Tajahierro… El Porrubolu con Iván, con su padre y con Iñaki,  con aventura previa incluida... Semana tras semana, al monte, a caminar o a escalar. Sin fallo.

Al mes siguiente, en agosto, hice mi primeravía en la cara Este del Picu: la Martínez-Somoano (280 m, V+), con Iñaki, en su primera escalada al Picu. A largos. Desde entonces fuimos cordada.

Ya en septiembre Iñaki y yo hicimos nuestra primera vía larga de verdad: la Sur clásica a Peña Santa de Castilla (600 m V). A largos. Éramos dos mindundis. Cómo lo pasamos de bien!

Al año siguiente, en Junio, nuestra primera Oeste, ya con Miguelón. La Leiva. A largos. Siempre.

La única foto que tengo de todo ese verano de escaladas es esta que me sacó Alejandro en la cumbre de la Canalona, camisa de franela y pies colgando al vacío…


Así que, desde hace ya veinticinco años, Bodas de Plata, de cuando en cuando, aún me da por ir a subirme por las rocas. Será que lo paso bien.

Para mí sin duda fue un verano mágico el del año 92.

viernes, 23 de julio de 2010

Cinco rutas en el día: Escalada rápida en roca en Picos de Europa, Julio 2004

Javier Sáenz

“Maraya” a la torre de los Horcados Rojos, 190 m V+
“Demencia Senil” al paredón de Santa Ana, 100 m 6a+
“Palacio de Invierno” y “Diedro José Rubio” a la Aguja Bustamante, 150 m 6a+ y 90 m V+
“Capricho” a la Aguja de la Canalona, 120 m V+
“Pilar de Nazaret” a los Coteros Rojos, 150 m 6a+

El verano avanzaba y ya llevábamos unos cuantos fines de semana en Picos. Cada cual tenía sus planes: unas cordadas tiraban a completar una apertura, otros a repetir tal o cual vía.
Javi y yo ya habíamos hablado hacía tiempo de intentar un encadenamiento de varias vías en el día: los nombres los propuso él. Yo ya las conocía y las había hecho todas, eso sí, por separado. Por supuesto, en el caso de Javi también; en realidad él había abierto varias de ellas. Ninguna de las seleccionadas era especialmente difícil, todas tenían un estilo y dificultad bastante homogéneos. El atractivo por tanto estaba en el hecho de enlazarlas todas en un mismo día.
El vivac de “Villa Ratón” es un sitio perfecto para escalar en esta zona de Picos, con aproximaciones casi nulas a paredes estupendas. Lo único malo es la falta de agua.
Comienza, como decía Mariano, “un nuevo día glorioso en alta montaña, en Picos de Europa”: cielo azul en trescientos sesenta grados.
Pie de Vía Palacio de Invierno, la 3a vía
El amanecer nos encuentra aproximando al primer pie de vía, en el extremo derecho de la pared la Sur de Horcados Rojos. “Maraya” es una vía clásica moderna, su grado máximo es V+, sus cinco largos en doscientos metros tienen ambiente de montaña y continuidad, con los seguros justos. Alternamos los largos de forma fluida, progresamos rápidamente. En poco rato alcanzamos la arista somital: hemos completado la primera vía y sin contemplaciones destrepamos hacia los rápeles instalados en el collado con Santa Ana. En pocos minutos estamos en la pedrera calzándonos las botas que nos ha acercado Estivi.
La aproximación a la segunda vía es muy corta, apenas cinco minutos.

“Demencia Senil” es una vía de tres largos, unos cien metros básicamente de placa, aunque también con canalizos. Con pasajes de hasta 6a+, y con algo de exposición en algún paso. De nuevo, empieza la escalada delante aquel al que le toca por riguroso turno. Nos elevamos por las placas de este frontón que es Santa Ana. Alcanzada la última reunión, en este caso no se llega a la arista, iniciamos maniobras de rápel. De nuevo en el suelo recogemos las cuerdas para acercarnos al pie de vía siguiente.

Diedro José Rubio a Bustamante
El hombro de Bustamante es un pilar que arranca directamente del camino a Peña Vieja. “Palacio de Invierno” es otra de esas vías que al poco de abrirlas, los Cholos ya sabían que se iba a convertir en una clásica de la zona: dificultad media, máximo 6a+, ciento cincuenta metros en cinco largos variados y con buena roca, fisuras, placa, algún desplomillo… De nuevo dejamos las botas y la mochila, que Estivi, junto con agua y algo de comer, recogerá y subirá por nosotros a la base de la normal de la Aguja Bustamante. Esta inestimable ayuda nos librará de parte de los esfuerzos “desagradables” de la escalada. Alcanzado el hombro, tomamos una de las opciones para hacer la cumbre de la aguja, la “Vía del Diedro” o “José Rubio”. Otros cien metros en dos largos estirados por un diedro perfecto de V y alcanzamos la cumbre, donde antes de rapelar nos permitimos el lujo de ponernos de pie: una sensación increíble de vacío todo alrededor te invade cuando te estiras. Rápel y de nuevo en la pedrera.
El cansancio en mi caso empieza a notarse. El sol de verano aprieta, los gatos también aprietan, y mi compañero de cordada que parece el conejito de Duracell, este no veas lo que aprieta…
Nos dirigimos al cuarto objetivo, la Aguja de la Canalona. Tenemos que cruzar la pedrera en horizontal y después elevarnos por el corredor que da acceso al inicio de la vía: “Capricho” es una vía de tres largos, unos ciento veinte metros máximo V+, que recorre la pared oeste de esta aguja, y de nuevo como las anteriores, con una calidad excepcional. Afortunadamente no hay gente a pesar de ser una vía bastante repetida. Alternando el primero de cuerda alcanzamos la cumbre plana de la Canalona. Mientras rapelo hacia la vertiente opuesta, por donde sube la vía normal, me pregunto cómo habré sido capaz de subir por aquí, ya dos veces, sin cuerda. La respuesta es fácil, las cosas siempre impresionan más cuando se rapela que cuando se está escalando.
Última aproximación al pie de vía de los Coteros Rojos. Sólo hay que cruzar en horizontal la pedrera en unos cinco minutos. La verdad es que el encadenamiento está bien diseñado en la elección de rutas. En esta pared vamos a hacer la vía “El Pilar de Nazaret”. Como su nombre indica, la vía se levanta por un pilar bastante marcado de la pared, a lo largo de unos ciento cincuenta metros y cuatro largos. El primero es bastante duro, 6a+, con una zona de roca dudosa. Tira Javi. Cuando por fin alcanzo la reunión resoplando, y me toca pasar delante, renuncio y le pido que complete él la vía, que yo bastante hago ya con seguirle… Llegamos a la cumbre a media tarde, con bastante luz aún por delante. Estivi nos ha subido de nuevo las botas, librándonos de su peso durante la escalada.
Ha sido una jornada muy buena de escalada en Picos. Hemos recorrido un montón de metros de roca, escalando varias paredes y cumbres, con sus descensos incluidos. Hemos ido con lo justo de material, de ropa, de agua… Por supuesto con menos de lo que hubiera sido necesario sino hubiera estado Estivi de apoyo logístico. Estamos cansados; bueno en realidad yo estoy reventado.
En conclusión, hemos escalado de forma ágil y en un estilo minimalista. Hemos escalado alto, rápido y ligero. Buen entrenamiento para la visita programada a Chamonix pocas semanas después.