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martes, 9 de octubre de 2018

Arista Forbes a la Chardonnet

Miércoles 25 Julio 2018
Rafa Belderráin
Aiguille de Chardonnet (3.824 m), Arista Forbes


Sentados en el alféizar de la ventana del buró de cambio debatíamos la situación. Habíamos parado únicamente porque Rafa sabía que en el refugio de Valsorey había que pagar en metálico, y a poder ser en Francos suizos. Aquí, en la frontera, a media mañana y con un cielo incierto, yo analizaba el grado de cansancio de mis piernas, y me imaginaba esta misma tarde remontando los casi mil metros de desnivel para llegar al refugio, y pocas horas después y aún en la penumbra del amanecer, negociando roca inestable, cubierta de una buena capa de nieve fresca, en una arista hacia una cumbre de más de cuatro mil trescientos metros… Simplemente no lo veía claro.

Mira que me resultaba llamativa la arista del Meitin al Grand Combin. Sobre todo desde casa. Pero mi estado físico después de la paliza del día antes, y la incierta previsión meteorológica me decía que no. Tampoco ayudaba el comentario del guía vasco Aitzol dos días antes respecto a la baja calidad de la roca. A lo largo de los años he aprendido a escuchar mis sensaciones, y a hacerles caso. El tema es que Rafa también pensaba parecido (aunque estoy seguro de que su físico no iba a ser problema).

Un cuarto de hora después, con la decisión tomada, conducíamos de vuelta hacia el valle de Chamonix, confirmando las plazas en el Alberto Primero y llamando para cancelar al refugio suizo, cosa que no les hizo ninguna gracia. Nuevo objetivo, la arista Forbes a la Aiguille de Chardonnet.

Quince años habían pasado desde que subiera a esta montaña con Javi. Uno se da cuenta de lo rápido que va la vida cuando hace cuentas de este estilo. Entonces habíamos escalado el espolón norte, el Migot, con un tiempo inestable (truenos incluidos) que solo nos permitió hacer esta ascensión en aquella visita anual a los Alpes que parecía que teníamos en la agenda. Y con un canto en los dientes. Ya por entonces me había quedado con la copla de la arista Forbes: clásica, estética, elegante. Otra más para la lista de objetivos pendientes.

Gracias a mi insistencia, sacamos billetes hasta el Col du Balme (Rafa prefería la estación intermedia). La aproximación hasta el Alberto Primero se hizo reamente placentera. El refugio que yo había conocido en 2003 se queda casi como la caseta del perro al lado del nuevo mostrenco: es inmenso. Hay gente pero no demasiada, calculamos a ojo que estará a la mitad de capacidad. El refugio es como un hotel, una pasada.




Cuando nos registramos e indicamos a los guardas nuestra intención de hacer la Forbes, nos sugieren desayunar a las dos, a lo que nos negamos espantados y lo retrasamos a las tres y media. Con un par. Como siempre respecto a estas cosas desde mi primera visita a los Alpes… (y por el momento sin problema).



Tarde de relax, cena sabrosa y litera temprana. Alarma y en pie. Tras un desayuno no muy apetecido, salimos del refugio entre grandes grupos de gente que parecen ir todos con guía hacia alguna de las muchas cumbres sencillas pero bonitas que rodean el glaciar de Tour.

A la luz de la frontal, después de un rato remontando en roca, entramos al glaciar: nos ponemos los crampones y nos encordamos a seis metros. Son las cinco de la mañana.

Rafa va delante, y de cuando en cuando mete una marcha más para adelantar a esos grupos de seis, u ocho enchorizados. En esas fases, con el aumento de ritmo y el salirse de la huella, se me pone el corazón en la boca a pesar de venir aclimatados del otro día… Apenas un minuto de reprís que tardo en recuperar otros cinco. ¡Justo para que Rafa repita la operación de adelantamiento al siguiente pelotón!

Al cabo de un rato, en la luz del amanecer, ya no tenemos a nadie por encima. Vamos derivando a la derecha hacia nuestra montaña, que preside majestuosa todo lo que nos rodea. Ya no tenemos huella que seguir, así que nos guiamos por la intuición para sortear un enorme espolón de roca y coger la vertical de una zona de seracs por la que creemos que tenemos que subir.

Cuatro diminutos puntos por encima de la barrera de seracs
Una vez cogemos ángulo, bastante altos por encima vemos inicialmente cuatro puntitos, que luego son seis: vamos a tener compañía en la arista. Esto no me preocupa porque, por el tipo de recorrido no resulta ningún problema adelantar y tampoco te pueden tirar nada. Además, ayuda a guiarnos. Con esfuerzo vamos remontando, esprintando bajo los seracs, cruzando con cuidado alguna grieta grande y haciendo travesías para terminar de remontar el tramo glaciar de nuestra ascensión. Hemos venido recuperando terreno a la gente que nos precede, y para cuando finamente llegamos a la roca apenas nos sacan un largo de cuerda.

Al tocar granito, sacamos los trastos y paso a ponerme delante yo. Hacemos un primer largo, aún de nieve, en el que sacamos el segundo piolet.


Monto reunión ya junto a las tres cordadas que habíamos visto de lejos: resultan ser todos ingleses, tres parejas tío tía, variados de edades y además muy majos. Charlamos alegremente mientras trepamos, pero me queda claro que los tenemos que adelantar cuanto antes mejor. En las siguientes dos tiradas cortas ya hemos pasado a dos de las cordadas. La escalada es muy guapa, trepadas fáciles de bloques, destrepes, sobre un granito dorado precioso.

Algo de tráfico británico
En un tramo más desagradable de bloques inestables intercalados con nieve adelantamos a la tercera cordada. Después de esto, la escalada vuelve a la tónica anterior: bloques, riscos, flanqueos… aunque también empezamos a encontrar algún pequeño rápel para bajarse de pequeñas torres intermedias. También hay algunos tramos de nieve en travesía que obligan a sacar el piolet.



Las vistas a la vertiente de Argentiere son espectaculares, con las nortes famosas de la Verte, Droites, Courtes, Triolet, Domino… todas bastante secas y en hielo negro. Por detrás asoman altivas las Grandes Jorasses por un lado, y el Montblanc por otro.




Alcanzamos ahora a otra cordada más, también de ingleses, también chico chica, pero que no tienen que ver con los anteriores. Nos confirman que no hay nadie más por delante, ya somos los primeros en la montaña (a pesar de desayunar hora y media más tarde….). Esto es, vamos recortando horario.


Venimos hace rato trepando sin guantes, primero con chupa y luego sin ella. Buena temperatura y nada de viento. Aunque las nubes, cada vez más amenazadoras, nos rodean a ratos y crecen espectaculares alrededor.
Tal y como anunciaba la previsión, se augura una tarde movida. Tenemos bastante incertidumbre con la bajada porque venimos con una sola cuerda, limitando por tanto nuestra longitud de rápel y duplicando el número de ellos. Estos dos factores me hacen ir aún más rápido y azuzar a Rafa a lo mismo.


Las horas van pasando y la escalada se nos va haciendo larga, aunque venimos disfrutando enormemente. En una zona más aérea decidimos estirar largos de cuerda en lugar de movernos simultáneamente. Después volvemos a atarnos en corto.


El máquina de Rafa en la cumbre
Más y más pasos y finalmente alcanzamos la cumbre. Felices de llegar, comemos, bebemos y nos sacamos unas fotos. Estamos algo preocupados por las otras cordadas que vienen por detrás: calculamos que les pueden faltar unas dos horas para hacer cumbre, y por el estado del cielo, les puede coger la tormenta…

Después de leer una vez más las descripciones de la bajada, arrancamos ansiosos hacia la arista oeste. Pronto llegamos al corredor descrito y encontramos una primera instalación de rápel.


Empezamos una secuencia que repetiremos unas diez veces (o más): cada treinta metros vamos encontrando material del que descolgarnos. Los tramos de nieve intermedios, aunque fáciles, están bastante mal de condiciones como para destrepar, así que incluso aquí rapelamos.  Las nubes entran y salen. Suenan truenos lejanos alrededor.


En el tramo final para llegar al glaciar nos metemos en un corredor entre paredes que encauza el drenaje de todo el hielo y nieve superiores, así que hay un auténtico arroyo que empapa nuestra cuerda.
Debemos haber hecho una docena de rápeles cortos. De todo esto apenas recuerdo nada de la bajada con Javi después del Migot en 2003.


Por fin llegamos a la silla glaciar donde encontramos huella de días anteriores. A pesar de quedar tramos delicados, nos relajamos. Desde aquí ya no hay rápeles, sino más bien caminar y algún tramo corto de destrepe.
Hacemos una nueva parada para recoger el material de roca y comer algo más.
Rafa vuelve a liderar el tramo glaciar, siguiendo la huella y tirando de mí a ritmo (quizá en venganza por azuzarlo antes en la roca...). La aguja tiene ahora la nube enganchada, nuestros pensamientos vuelven a los ingleses…


No hay forma de relajar hasta el mismo refugio: un glaciar es un glaciar hasta que sales de él. Grietas a rodear, algún salto, respeto… En el tramo final empieza a llover, pero ni nos inmutamos.


Llegamos al refugio a las ocho y media de la tarde, unas quince horas después de empezar esta mañana.
Una jornada típica de Alpes.
Nos quitamos los pinchos y la mochila y subimos a avisar al guarda nuestra llegada e informarle de  cómo dejamos las cosas en la montaña. Nos comenta preocupado que una de las cordadas está bajando por la Charlet-Bettenbourg, una vía de invierno mucho más aérea.
Nos ponen una excelente cena tardía de pollo al curry con un montón de vegetales. Esto junto con una cerveza y el postre nos hace celebrar la ascensión por todo lo alto. Nos dan una habitación para nosotros dos solos y dormimos como troncos.

Finalmente los ingleses llegarían a la una y media de la mañana, sin más problema que haber estirado la jornada hasta casi veinticuatro horas. Esto nos lo contaron al día siguiente por la mañana. Contentos pero cansados física y mentalmente.



Nosotros bajamos a la estación intermedia del Col du Balme con una sonrisa de oreja a oreja. Hemos hecho una escalada clásica muy muy guapa. Con razón el señor Rebuffat la tiene incluida dentro de su lista de actividades seleccionadas del macizo del Montblanc.

Con la Aiguille TrelaTete nos ha quedado una visita muy completa. Yo firmo para las siguientes con que salgan igual de bien…
Con Rafa, como siempre, un placer.

Inicio aproximación 5:00 h
Inicio hielo 7:00 h
Inicio Arista 8:15 h
Cumbre 14:30 h
Silla glaciar 18:00 h
Refugio 20:30 h

Referencia:
"El macizo del Montblanc, las cien mejores ascensiones" Gaston Rébuffat, Actividad 28

viernes, 30 de septiembre de 2011

Espolón Norte Aiguille de Chardonnet

Julio 2004
Aiguille de Chardonnet, 3.824 m, Espolón Norte, 600 m AD+
Javi Sáenz
La Aiguille de Chardonnet, arista Forbes a la izquierda, el espolón Norte en el centro, marcado en rojo
La cosa no pintaba nada bien: todo este viaje para verlo llover… El caso es que irnos al Verdon tampoco nos apetece mucho, además, si allí también llueve entonces estamos apañados… No, no, de ir al Verdon nada, lo que queremos es pisar monte, aunque sean aproximaciones por glaciares. Esto íbamos discutiendo sentados en la mesa de la Casa de la Montaña después de ver el poco halagüeño parte de la meteo. Una vez más le preguntamos a la rubia, la veterana, que es la que más pilota. Finalmente puede que haya alguna opción para el alpinismo: la norte de la Aiguille de Chardonnet, por el Espolón Migot, se lleva haciendo asiduamente los últimos días.

Comiendo cerca de Ortaz
Suele pasar aquí en Chamonix que la gente buscamos referencias de vías que escalar en las reseñas de la Casa de la Montaña; quizá haya otras muchas vías en condiciones, pero el hecho de poder leer los comentarios de alguien que la ha escalado hace pocos días, que la encontró en condiciones, y demás, es una garantía nada desdeñable. Por eso se repiten las escaladas obviando otras zonas. Por amarrar actividad, vaya.


Pues nada, la Meteo es regulera tirando a mala, pero habrá que arriesgarse, si luego llegamos allí y se hay que retirar, al menos lo habremos intentado.

La Chardonnet es una cumbre esbelta por casi todas sus vertientes. Supera los tres mil ochocientos metros. La cara norte está dividida en dos por un espolón de unos seiscientos metros, con zonas de roca, partes mixtas a media altura, y más nevado en la zona somital. Este iba a ser nuestro objetivo.


El glaciar de Le Tour
El pueblo de Le Tour se encuentra al final del valle de Chamonix, en dirección al Col de Montets, camino de Suiza. Las laderas boscosas que se elevan antes de llegar al pueblo fueron barridas hace unos años por una brutal avalancha de nieve que apisonó una aldea cercana. Los cadáveres de los árboles peinados hacia el valle sirven de testimonio permanente de la fuerza de la naturaleza. Nosotros cogemos el teleférico que sube al Col du Balme. Desde allí, en unas dos horas de cómodo camino llegaremos al refugio Alberto Primero. El día empieza con sol, la estampa de la Chardonnet es impresionante recortada por encima de la cascada de hielo del glaciar de Tour. El camino aprovecha una morrena para remontarse cómodamente. Las cumbres se ven amables a la luz del sol, incluso a pesar del corte afilado y alpino que presentan.

Vamos subiendo con calma, pero aún así alcanzamos el refugio pronto, nos queda la tarde para disfrutar del paisaje. Hay un montón de gente en la zona, aunque muchos parecen más turistas que montañeros: desde aquí se hacen varias travesías clásicas hacia otros refugios, cruzando collados y glaciares. Por este refugio cruza la Chamonix-Zermatt. También se hacen varias cumbres fáciles. Para los escaladores, las opciones son variadas: la arista Forbes es una clásica que algún día habrá que hacer, también las goulottes Escarra o Charlet-Bettembourg. Sólo pienso en no tener cordadas con las que disputarnos la vía.

“Tú, mira a quién tenemos ahí” me dice Javi por lo bajo. Yo miro al otro extremo de la mesa del comedor y veo a un tipo veterano, con la cara curtida de la intemperie, que nos mira sonriente, su rostro desprende confianza y cercanía. Está con dos personas algo mayores que él, con ropa más vistosa y más nueva, seguramente sus clientes. El tipo lleva ropa gastada, con unos guantes parcheados de cinta americana manipula el cazo en el que calienta una bebida sobre el hornillo. El caso es que me resulta familiar, pero no caigo. “Patrick Gabarrou, tío, es Patrick Gabarrou”. Increíble, una leyenda viva del alpinismo contemporáneo, autor de tantas primeras de hielo y roca que marea (como ejemplo Divine Providence en el 84). Así es Chamonix, puedes compartir mesa e incluso conversación con gente de la que llevas quince años leyendo en las revistas…
Nos acostamos en un dormitorio atestado, donde pronto empieza la sinfonía de ronquidos, toses, pedos… tengo calor, poco sitio, así no hay quién duerma. El despertador nos pone en movimiento, nos vestimos con cuidado, hay gente que se levanta más tarde. Un vistazo desde la puerta nos da un mal panorama; el cielo está encapotado, aunque por alguna zona se ven estrellas… Habrá que confiar.


Penumbra de amanecer entre nubes
Después de desayunar, nos terminamos de vestir y repasamos las mochilas. Salimos al exterior para sorprendernos con la alta temperatura. Iniciamos el ascenso por el glaciar de Tour hacia nuestro objetivo. Se intuye cercano, pero en montaña las dimensiones siempre engañan, y no pasa menos de hora y media de rápido caminar para cuando situamos en la base del espolón. La rimaya se cruzará sin problemas, hay una zona de un extraño hielo gris, sucio, durísimo: hielo fósil, según me dice Javi mientras nos encordamos. 
Una cordada ya está unos sesenta metros por encima de nosotros. El cielo ha ido empeorando, ahora a ratos incluso llueve. Javi no hace ni caso de estas señales y arranca a toda velocidad por la pala arriba. No lleva ni veinte metros cuando empiezan a caer piedras a escasos dos metros de mí: ¡son piedras del tamaño de un puño! Joder, a ver si salgo de aquí rápido, porque estoy en mitad de una bolera, y yo soy el único bolo…


Apuradas las cuerdas arranco para arriba sin mucha confirmación de si Javi montó reunión o no. 
El terreno es fácil así que no me preocupo mucho, con tal de salir de mi posición de diana. El caso es que yo creo que ya llevo un buen rato sin parar y no alcanzo a este elemento. Pronto me doy cuenta mientras desmonto un cintajo que enhebra un bloque de granito rojizo, de que vamos en ensamble ganando metros a gran velocidad. Alcanzo y supero al segundo de la otra cordada, un tipo grande y alto que, manda narices, es de Oviedo. 


Alcanzando al chaval de Oviedo
El vasco de la cordada que pasamos
Aunque no lo conozco, en las pocas palabras cruzadas sí que nos damos cuenta de que tenemos amigos comunes. La escalada transcurre por hielo básicamente, con algún paso mixto entre bloques que la hacen más entretenida. Nunca difícil. En un momento en que se pone más aérea llego a la altura del líder de la cordada vecina: es un vasco en la cuarentena larga, se le ve tranquilo y con experiencia. Nos saludamos para no vernos más, el ritmo del Pequeño me aleja de esta gente mientras vamos ganando altura y la pendiente progresivamente va cediendo. Llevamos toda la vía con una sola reunión montada. A este ritmo vamos a hacer cumbre muy pronto y quizá nos libremos del mal tiempo que acecha.

Javi en la nube, en un tramo final en el que yo fui delante
Ha amanecido y estamos llegando a la cumbre, voy algo apijotao de la altura y de la velocidad del ascenso. Entre jirones de niebla nos movemos por la arista atados en corto. Veo a Javi echarme miradas de reojo controlando mis movimientos.


Cumbre, al fondo las nortes de Argentiere
En la cumbre paramos a echar un trago y comer algo, por fin consigo ver por entre las nubes las inmensas caras norte de la Verte, Les Droites, Les Courtes, el Triolet, alucinantes, con el inmenso río de hielo del glaciar de Argentiere entre nosotros y ellas. Unos meses antes, en abril, nos pasamos cuatro días en el refugio de Argentiere, solos, acosados por las nevadas continuas: no conseguí ver nada de este paisaje alucinante. La bajada entonces fue toda una aventura...

Ambiente alpino en la arista


El viento y las nubes nos aceleran hacia la ruta de descenso, destrepando por la arista entre bloques y lenguas de hielo, en un ambiente alpino espectacular, vamos acercándonos a donde intuimos tienen que estar los rápeles.




Después de unas comprobaciones damos con ellos, en dos rápeles estamos posados en una terraza blanca. Desde aquí ya podemos destrepar fácilmente. Vamos pasando por debajo de las entradas de goulottes clásicas de hielo, como la Escarra, y la Charlet-Bettenbourg, que no estaban en condiciones en estos días. Quedarán para otra ocasión.




Con gran rapidez recorremos de vuelta el glaciar sin más contratiempos. Únicamente el hecho de que, una vez abajo me doy cuenta de que he perdido la cámara de fotos: la llevaba sujeta al arnés con un mosquetón y ya no está. Suerte que cambié el carrete en la cumbre y he podido salvar algunas fotos, aunque sean entre niebla.

Deberes pendientes...
Al llegar de nuevo a Chamonix la Meteo da mal tiempo para el resto de semana. Nos vamos. Hemos podido escalar, aunque haya sido una actividad de envergadura media: se aprende de todas, las pequeñas también enseñan cosas.




En el camino de vuelta a casa pararemos en los Pirineos, donde a mí se me ha antojado ir a ver el Midi D´Ossau, y si se puede, escalar algo (que se pudo). Javi es fácil de convencer… Haremos la Sudeste clásica, una vía preciosa de 450 metros, donde apreté bastante en sus fisuras y chimeneas de V, pero eso es ya otra historia.

Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las cien mejores escaladas" G. Rebuffat
Actividad 43. Espolón Norte 600 metros, D Inf.

"Snow, Ice and Mixed, the guide to the Mont Blanc Range" F. Damilano
Actividad 41. Migot Spur. 500 m  IV AD+


Se acaba el verano, y la mente ya empieza a pensar en blanco...