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sábado, 14 de septiembre de 2024

Ailfroide escalada placer

2 Agosto 2024

Nando del Pozo, Rubén Díaz

Ecrins, Ailefroide, Palavar-les-Flots (430 m, V)


Estamos bajando de las alturas. Nos echa el mal tiempo anunciado; ya empiezan a formarse los cúmulos. De retirada ya en el teleférico nos tomamos una coca cola en el Plan de la Aiguille, para alargar un poco más la cosa. Tras llegar al pueblo a mediodía nos instalamos en la gité, y pasamos la tarde por Chamonix de paseo, tiendas y escaparates, todo regado por cervezas y chubascos varios ya anunciados. Más tarde cena animada con Kico y Nahuel. La noche fue tranquila oyendo las trombas de agua caer…

Por la mañana, revisando la guía de escalada “Plaisir Selection” (gracias por la recomendación de mi amigo Toni), y la de “Pirineo Norte”, y cruzando las distintas opciones con las mejores condiciones meteorológicas, hemos decidido arrancar viaje abandonando este sitio mítico para buscar dónde completar la semana con alguna actividad más relajada. Lo mejor habría sido ir quitando horas al viaje a casa, pero tras revisar lo previsto en Pirineos (el tiempo iba a peor), nos decantamos finalmente por Ecrins, donde parece que va a estar más tranquilo y creemos que nos dejará escalar. Como contrapartida, nos vamos a meter casi cuatro horas de coche sin recortar ni un minuto al trayecto de regreso… La zona elegida es Ailefroide: aquí, Rubén y yo hemos estado ya en dos breves visitas (esta va a ser incluso más breve!). Aquí hay multitud de opciones de vías de roca largas, fáciles, bien equipadas, y muy cerca del camping. Claro, todo esto hace que sea un sitio concurrido, así que probablemente tendremos compañía en la vía que elijamos. Consultados Luque y Fernando, que han escalado por la zona, me quedo con un par de opciones para confimar una vez lleguemos.

De camino para allá pasamos por zonas preciosas, como Saint Gervais y Albertville. Luego un atasco para acceder al túnel de Frejús que nos mete en Italia (previo pago de un caro peaje). Una vez cruzada la frontera, nombres evocadores como Bardonecchia me traen a la cabeza fotos mil veces vistas de gente sentada en un prado, con camisetas y pantalones de deporte, de apellidos como Hill, Destivelle, Edlinger, Glowacz, Zanolla, Moffat… primera competición de escalada allá por 1985.

Seguimos luego por un espectacular puerto de montaña, muy guapo todo. Al volver a entrar en Francia abandonamos la carretera principal, acercándonos ya al macizo de Ecrins. No hay mucho tráfico pero las curvas y las cuestas aumentan. En una de esas zonas viradas, nos damos un buen susto con una Ducatti Multistrada que sale adelantando sin mirar y termina estampanda contra nuestra defensa. No hubo grandes daños, pero te das cuenta de lo rápido que se puede torcer todo… 

Tras firmar el parte amistoso con el francés seguimos algo agitados a por el último tramo para llegar ya a Ailefroide.

El camping es muy chulo (es la tercera vez que estoy aquí pero la primera que estoy dentro!): grande y bastante salvaje: prados arbolados en una llanura rodeada de varios ríos rugientes de aguas frías que bajan de los glaciares. Alrededor hay grandes paredes a tiro de piedra.

Buscamos el sitio que más nos gusta, hay gente pero quedan bastantes zonas libres. Acampamos tranquilamente, nos vamos a tomar una cerveza y aprovecho para comprar unos salchichones de la tierra. Después decidimos ir a buscar el pie de la vía elegida para el día siguiente. Desde el último parking aún pegado al camping se coge el camino que tomamos hace un par de años para subir al Pelvoux. Al poco rato se abandona hacia la derecha entre enormes bloques con marcas de magnesio y en una media hora de cuesta llegamos al pie del espolón por donde discurre.

Palavar les Flots (430 m, 5b) es una vía placer, con seguros fijos en todos sus largos (12) y un grado muy fácil, y recomendada. La guía marca media hora de aproximación desde el parking. Con todo esto seguro que tendrá tráfico (ya lo advierte la guía). La bajada se hace rapelando por la derecha, pared mucho más vertical e intimidante.

El nombre de la vía se parece al de una localidad turística costera cercana a Montpellier asociada con descanso, relax, placer, disfrute… ¡Lo que venimos buscando oiga!


Madrugamos bastante para evitar el tráfico y también el calor que dan a media mañana, y porque queremos estar de vuelta pronto para salir de viaje ya a quitar algunas horas a la paliza del día siguiente. A las siete de la mañana ya estamos caminando por los prados del camping.  


Llegamos al pie de vía los primeros, pero a la vez que una cordada de jovenzuelos alemanes (creo), chico y chica. Me ato sin dilación y salgo para arriba. Son apenas las ocho. Buena roca y seguros en su sitio. A veces cuesta localizarlos más por el color que otra cosa. Segundo largo repito delante. Luego pasa Rubén delante y tira tres largos que en realidad son cuatro porque ha unido dos en uno. Esto es mala idea tanto por el roce como porque no nos oímos por el rugido del río abajo.





La vía es tal y como leímos y nos dijeron: fácil y muy guapa. Buena roca. 



Vamos cogiendo altura y perspectiva sobre el fondo del valle: con paredes todo alrededor, montañas grandes por encima, el camping abajo en las praderías, y por el medio bosque de grandes árboles. Nos recuerda estampas yosemiteras. Muy chulo.


Tomo de nuevo el liderazgo y después, cuando ya enfrentamos los tramos finales, es Nando el que se pone delante, así tiramos todos. 







Llegamos al final de la vía. Son las once. Tres horas. Contentos. La vía ha sido lo esperado, y sobre todo lo buscado: disfrutar de una vía larga en roca caliente, bien asegurada y con excelentes vistas. Escalada placer en toda su definición.


Tenemos aún por delante la incertidumbre de los rápeles. La primera reunión está apenas a una docena de metros de la última de la vía. Nos movemos para allá y salgo yo delante. Pared más tiesa, muchos metros de roca compacta. Llego al siguiente relevo. Bajan los colegas. Repetimos. Ahora Rubén delante. 


La bajada es sin duda más intimidante que la vía, con diferencia, pero no nos da ningún problema. Son 6 rápeles y unos destrepes después. Los 4 primeros rápeles son largos, en torno a 50 metros, luego una transición más corta tumbada y el último, de nuevo, largo. 


Llegamos a la terraza intermedia donde un cable ayuda en los destrepes finales que nos llevan ya hasta la zona del camino de subida. Nos ha llevado unas dos horas. Todo ha ido bien. Sudando como pollos bajamos los últimos tramos hasta el camping. Llegamos a eso de las dos de la tarde. Perfecto.



Una ducha, comer y salimos carretera a´lante dirección Marsella (no nos queda nada!). Después de un par de horas, al poco de salir de la zona de montaña y lagos (lago de Serre-Poncon espectacular), buscamos camping en los pueblos que nos cogen de camino (no podemos apurar más porque cierran las recepciones). Tras varios chascos encontramos uno con plazas y piscina cerca de Sisteron. Nos instalamos y nos damos un chapuzón para cerrar la jornada. Cena en el bar y pérdida de la llave del coche para mayor emoción. Suerte que traemos la de repuesto.

Al día siguiente toca filosofía: tráfico infernal, atascos tremendos, Google que nos ofrece alternativas por auténticas caleyas. Parece mentira que para ir a casa, a 1200 km, estemos circulando por estas comarcales… Con todo y como siempre, aunque cansados, al final del día estamos en casa. 

Ailefroide, un sitio espectacular para realizar un montón de actividades diferentes, ya sea caminar por sus enormes montañas, hacer Alpinismo de todos los niveles posibles, o escalar en roca en espectaculares paredes, bien en vías comprometidas, o vías placer como ha sido nuestro caso. Habrá que volver. 

Felices con nuestra visita a los Alpes que si bien no cumplió con algunos objetivos alpinísticos, hemos conocido otras zonas, ha sido fructífera y sobre todo lo hemos pasado fenomenal.





martes, 29 de octubre de 2019

Otoño en los Alpes: la Barra de Ecrins

6 Octubre 2019
Barre des Ecrins
Rubén Díaz Gutiérrez



El verano se pasó entre una cosa y otra, y el otoño ya recortaba los días. Dado lo avanzado de la temporada, la opción inicialmente pensada era Pirineos, pero en paralelo hablamos de los Ecrins. La previsión de la meteo era buena, y llevaba varias semanas muy estable, así que no iba a haber nieve de más. Yo ya había escalado en octubre varias veces en los Alpes satisfactoriamente. El problema era que en el curro tenía un apurón y me estaba siendo muy difícil coger los días, así que hasta el mismo miércoles no lo vi nada claro. Y con todo, lo que conseguí nos daba para una escapada ultrarrápida: de viernes a lunes ¡cuatro días con los viajes incluidos! 

Irte a los Alpes así puede llegar a sonar absurdo, pensando que desde Asturias tenemos no menos de 13 horas de coche, pero era lo que había: o esto o nada, y a por ello fuimos.

Nunca había estado en el macizo de Ecrins, y ya llevaba varios años con ganas. Mi lista de objetivos aquí es larga, desde la aguja Dibona a la Meige, pasando por el Pelvoux. Pero desde siempre había tenido grabada en la cabeza la foto tamaño póster de la cara norte de la Barra que estaba en el pasillo de casa de Estivi: una montaña muy grande, atravesada por enormes barreras de seracs, y con una arista somital muy afilada.
Hace unos años me compré un libro de la zona, “Alpinismo fácil en el macizo de los Ecrins”. De este me salían muchas ideas. Otras las sacaba de hablar con amigos, como el Pilar Sur de la Barra, que hizo el máquina de Villa coche-cumbre-coche del tirón hace unos años (vaya jabalí), o la Allain Steiner a la Sur de la Meige, que hizo Javi hace tiempo… La referencia de la guía la tomo con cuidado porque también tengo la equivalente del macizo de Chamonix, y alguna de las vías que lista y que conozco, no son tan fáciles… El caso es que en esta época del año, y con tan poco tiempo disponible, hacer la Barra por la Normal ya se me antojaba más que suficiente.

Día 1. Viernes 4 Octubre

Salimos de Gijón a las nueve de la mañana, después de dejar a los niños en el cole. Por delante un viaje bien largo, y empezamos con lluvia intensa que nos acompaña casi hasta Pau. Después, tráfico denso cerca de Toulouse y de nuevo más tráfico cerca de Marsella, unas cuantas horas más tarde. El tramo final, ya por carreteras de montaña, lo hacemos de noche, así que no podemos apreciar el paisaje, pero sí lo mucho que va subiendo la carretera. Llegamos a Ailefroide y tomamos hacia Pre de Madame Carlé: en ese tramo vemos un corzo. Al llegar arriba, a unos mil ochocientos metros, noche estrellada total, buscamos un sitio donde plantar la tienda al pie del coche, cenamos algo y nos tiramos a dormir bastante cansados del viaje.

Día 2. Sábado 5 Octubre

Por la mañana, al levantarnos, descubrimos que estamos rodeados de grandes paredes y cumbres.



El glaciar Blanche asoma en la lejanía. Cuando se disipan las nubes vemos lo que parece la parte alta de la Barra. Sin prisa, desayunamos, rematamos las mochilas y salimos para arriba con ganas de ver lo que nos rodea. El camino enseguida remonta muchos metros y podemos admirar el valle hacia el glaciar Noire, y por detrás los contrafuertes del espectacular monte Pelvoux.




Por delante asoma la morrena terminal del glaciar Blanche, hacia el que vamos nosotros. A las dos horas aproximadamente nos tiramos a descansar y comer algo en el refugio del mismo nombre, Glaciar Blanche. Está cerrado. Se agradece tirar la mochila. Hay bastante gente de paseo por aquí. Las vistas impresionan.




Al cabo de un rato volvemos a ponernos en marcha. Tenemos que remontar bastantes metros más hasta ponernos por encima del glaciar y coger vistas. Bajamos a la morrena donde nos cambiamos de zapatillas a botas, nos ponemos el arnés, los crampones y nos encordamos: ya estamos disfrazados de alpinistas. 
El glaciar apenas tiene huella y acabamos dando algunos rodeos, pero finalmente llegamos a la altura del refugio, donde una chica catalana funde nieve para beber mientras espera a sus colegas que bajan del Dome de Neige. Cuando llegan les preguntamos por las condiciones y nos confirman que está buena la huella y que ellos no han tirado a la Barra por haberse levantado muy tarde (el día antes habían hecho la Dibona, normal!). 

Subimos al refugio (que también está sin guarda ya). Hemos tardado unas seis horas: calculamos unos mil quinientos metros positivos acumulados. Estamos solos. Nos instalamos en el comedor y el dormitorio y salimos a fundir nieve para beber. Hay poca alrededor del refugio, pero la que hay está limpia: nosotros la cogemos de la cubierta del edificio. Cada vez que subimos a coger un cazo, disfrutamos de la tremenda perspectiva del glaciar y todo el circo de cumbres rodeándolo, especialmente la cara Norte de la Barra, nuestro objetivo para el día siguiente.




Ese proceso de fundir nieve se alarga un par de horas: durante el mismo vamos comiendo y bebiendo, y haciendo más reserva de agua para cocinar, para el desayuno del día siguiente y para la larga jornada. Primero aprovechado el sol en el exterior, y luego ya dentro cuando la sombra trae la caída de temperaturas. Entre tanto han ido llegando unas cuantas cordadas más, cuatro de franceses y una pareja de neozelandeses. 

A las ocho de la tarde ya estamos tirados en la litera y yo me duermo casi de inmediato. Las horas de aproximación y el peso de la mochila me han pasado factura… Eso sí, durante la noche me despierto un montón de veces y para cuando a las cuatro le pita la alarma a un vecino, ya casi tengo ganas de levantarme. 

Día 3. Domingo 6 Octubre

Desayunar a estas horas intempestivas (cuatro y media) no apetece, pero hay que meter gasolina al motor, que el día va a ser largo. Ibuprofeno 1. A eso de las cinco estamos caminando pedrera abajo hacia el glaciar, en fila india y con cuidado, que la cosa está fina... Al llegar al glaciar dejamos guardados bajo un bloque los sacos, la comida de más, el hornillo y más cosas que no necesitamos para la ascensión. Nos encordamos a seis metros y salimos a la luz de la frontal detrás de la primera pareja que arranca ya glaciar alante. Son las cinco y media de la mañana.

El plató inicial es largo pero de pendiente suave. Ideal para calentar. En la oscuridad casi total apenas podemos ver nuestro objetivo. Pronto la pendiente aumenta e intuimos los enormes seracs por encima. Esta es una zona a liquidar rápido, no vaya a ser... Algunas cordadas nos superan, luego los volvemos a pasar nosotros a ellos. Somos seis o siete parejas, y nosotros vamos los segundos o terceros. 

Va amaneciendo cuando hemos librado la vertical de la barrera de seracs y con ella la primera pendiente más fuerte. Ahora tocan largas travesías a izquierda y luego a derecha buscando el paso entre grietas tamaño XXL. La luz mágica del amanecer nos trae vistas espectaculares de lo recorrido, y de perfiles cercanos como los de la Meige, o lejanos como los del Montblanc. 




Vamos detrás de los neozelandeses, a veces los alcanzamos pero casi siempre detrás de ellos. Por detrás vienen descolgadas el resto de cordadas, pequeños puntitos en la inmensidad de la cara norte.






Por fin llegamos a la última diagonal que cruza la pared de izquierda a derecha, para acercarse a la Brecha Loury y al Dome de Neige. En este punto hay que remontar un muro de hielo de unos quince metros en el que sacamos el segundo piolet. Los otros chavales, con uno solo, meten tornillos para superarlo con seguridad.



Desde aquí nos vamos todos al collado. Son las ocho y media de la mañana.
Hace bastante frío y viento. Un trago. Sacamos el poco material que hemos traído mientras miramos el aspecto del primer largo de roca: se ven varios cordinos ondeando al viento, que marcan el camino, imaginamos que sujetos a clavos, hay incluso restos de un abalakov en el tramo de hielo. Le pido permiso al chaval de Nueva Zelanda para pasar delante y me lo cede sin problema.



Tras una corta travesía sobre hielo vivo a unos 60 grados, me remonto al pilar de roca escalando en mixto fácil. La roca se deja asegurar bien y voy encontrando cosas puestas. A unos cuarenta metros monto reunión y Rubén sube veloz hasta mi sitio.



Desde aquí sale él escalando delicado pues hay bastante nieve posada, sin transformar, sobre placas de roca. Con cuidado estira los sesenta metros. Después de esto, la cosa suaviza pero se hace más espectacular en sensaciones: vamos montados en la afilada arista. Tiene buena roca y nos deja trepar bien. En algún punto menos evidente volvemos a montar largos de una media cuerda, pero luego volvemos a ir en corto. El cielo ya no está tan despejado como a primera hora, y el viento continúa castigando. Hace frío. Por detrás vienen los chavales de las antípodas y nadie más. El resto de cordadas se han conformado hoy con la Dome de Neige…. Y mira que Rubenín los veía como auténticos máquinas en el refugio!




El tramo final es rápido. Cresteo sencillo que nos deja en la cumbre. Hace viento y frío y la cosa no está como para pararse. Nos sacamos unas fotos de rigor. Apenas comemos algo rápido y nos preparamos para salir de vuelta. El cielo empieza a avisar del cambio anunciado para esta tarde. Arrancamos atados a cinco metros y ahora no paramos. Vamos muy rápidos, destrepando con confianza, pasando la cuerda por detrás de bloques o dientes de roca entre nosotros. A lo lejos vemos recortados a la cordada neozelandesa que se está retirando: el chaval que venía delante iba muy bien, pero su compañero era más lento... 



En poco más de una hora estamos de vuelta en la reunión para rapelar desde la Punta Loury. Lo hemos hecho más rápido que a la subida, quizá más precavidos sin saber lo que nos esperaba.



En un rápel estamos de vuelta en el collado. Se comenta brevemente la posibilidad de hacer la cumbre del Dome de Neige, pero la desechamos por varios motivos: realmente la vemos como una protuberancia secundaria de la Barra (otra cosa sería no haber hecho la cumbre principal del día…). Además tenemos por delante lo que va a ser sin duda una larga bajada. Más de dos mil metros de desnivel que perder y una buena calcetinada.



Total, que después de comer algo, volvemos a rapelar ahora unos quince metros muy verticales para librar una grieta-rimaya. Desde aquí desandamos el trayecto de la mañana: vueltas y revueltas en la cara norte, esquivando grietas enormes, pero sin mayor complicación. Cuando nos acercamos a la zona debajo de los seracs, la alerta se nos enciende. Pasamos lo más rápido posible por ella y perdemos toda la altura posible para salirnos de la zona de descarga, donde se ven restos de bloques de hielo por todas partes.
Una vez en el plató glaciar ya relajamos.


Pateada de vuelta hasta la altura del refugio a recoger los trastos dejados esta mañana. Son las tres de la tarde y el cielo empieza a nublarse. Ibuprofeno 2. La mochila ahora pesa más… Salimos siguiendo las huellas de la gente de esta mañana: no queda nadie por detrás de nosotros, somos los últimos en la montaña. 
El glaciar es entretenido en sí mismo, pero las mochilas lastran. El cielo se ha cerrado totalmente: a ratos nieva, a ratos llueve. Las horas de bajada hasta el coche se alargan, pero solo queda agachar la cabeza (para mí, Rubén va tan tranquilo). 
Llegamos abajo con la última luz, sin agua. Siete y media de la tarde. Catorce horas desde que empezamos. 
Atechados  en un tendejón del parque, mientras nos cambiamos la ropa mojada y el calzado, y rehacemos las mochilas, un descarado zorro se empeña en robarnos la comida: es realmente increíble su atrevimiento incluso tras amenazas variadas. 



Llevamos sin cobertura de móvil desde el día antes, ni siquiera en la cumbre, así que bajamos a Ailefroide a  llamar por teléfono a casa para informar de nuestra suerte. Una vez abajo buscamos agua sin éxito hasta que una amable señora de un bar cerrado nos llena un par de botellas. Es triste tener tanta sed mientras nos mojamos miserablemente por la lluvia…
Después, a la luz de la frontal, montamos la tienda en un soportal de un camping cerrado en Ailefroide, cenamos restos y nos derrumbamos en los sacos. Dormimos plácidamente la paz de los justos.

Día 4. Lunes 7 Octubre

El viaje de vuelta a casa se hace muy pesado, pero vamos muy contentos. Los planes para futuras visitas bullen a tope. Y que no falten.



Rubén, gran compañero de aventuras.