LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO
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jueves, 11 de abril de 2024
Grand Tourmalet en familia
Semana Santa 2024
Esquí familiar y con amigos en Grand Tourmalet. Macizo Neouvielle.
La previsión meteorológica era terrible. Una profunda borrasca barría la península con fuertes precipitaciones y viento muy intenso. Hasta el día previo dudamos si suspender el viaje.
Vamos con Rafa y familia, así que aunque no esquiemos demasiado el plan va a ser entretenido.
Viajamos el miércoles hasta Bayona para dormir allí y llegar el jueves pronto para aprovechar el día de esquí. Al llegar a la estación nos encontramos con que la previsión de viento hace que sea muy probable que cierren. Es temprano así que decidimos ir hasta Cauterets a ver si allí pinta mejor la cosa. Al llegar el panorama es similar. Frustrados por no esquiar nos vamos de vuelta hasta Luz y desde allí hasta Gavarnie. El día está raro. A ratos chispea y no hace frío.
Salimos paseando sin grandes expectativas hacia el circo. Los niños a su aire y los mayores charlando. Se me va la mirada hacia los Astazús donde lo pasamos tan bien hace años.
Poco a poco la nieve va aumentando en el camino entre los árboles. Rafa y yo decidimos acelerar a ver cuánto nos queda. Llegamos al mirador del hotel.
El paisaje impresionante. Se ven bastantes cascadas resistir a pesar de las temperaturas altas. Damos la vuelta para encontrar a las chicas: están bien cerca, pero prefieren regresar al encuentro de los niños que han quedado más atrás. Nos reagrupamos y continuamos de tertulia hasta los coches. Hemos pasado bien la tarde.
Volvemos a Luz y nos instalamos. El apartamento está fenomenal, es un duplex completo. Realmente bien. Aprovechamos la piscina y hasta la sauna. Está lloviendo intensamente, pero la previsión para el día siguiente no es del todo mala: el viento irá bajando a lo largo del día.
El viernes madrugamos y subimos a la estación. Apenas 15 minutos de coche y estamos aparcando.
Hoy el día está feo de nubes, pero subimos arriesgando que nos cierren el enlace con La Mongie, que es la parte más interesante del dominio. El día va aguantando y nos deja esquiar hacia la Mongie, aunque las pistas altas están cerradas por viento.
Los niños lo pasan pipa dando saltos en el snowpark. Paula y yo más tranquilos a nuestro aire, pero sin parar de esquiar en todo el día.
Aunque las condiciones tanto de nieve como meteorológicas no fueron buenas, apuramos las pistas hasta el cierre.
Volvemos al apartamento a descansar y disfrutar de la comida y la compañía. Esta noche nieva bastante.
El sábado madrugamos de nuevo: Amanece despejado y vemos la nieve fresca cerca.
Subimos pronto y volvemos a disfrutar un muy buen día de esquí. Hoy hay algo más de gente, pero desde luego no molesta en las pistas y no hay colas en los remontes. Apurada de nuevo la jornada hasta la última hora. Acabamos con las piernas bien exprimidas.
La estación es preciosa y la oferta de pistas azules más que conveniente para nuestro plan familiar. Quizá para gente que esquíe más fuerte convendrá más carga de nieve, para poder aprovechar los numerosos fuerapistas. Hemos estado prácticamente solos, sin colas en ningún remonte.
El paisaje alpino del macizo de Neouvielle le da un gran encanto. Nos han quedado pistas pendientes para futuras visitas.
El apartamento perfecto, muy recomendable. Luz Saint Saveour un pueblo bonito y con todos los servicios.
El plan con los amigos ha quedado redondo. Lo hemos pasado fenomenal.
jueves, 11 de abril de 2019
Intento al Taillon
Sábado 30 Marzo 2019
Rubén Díaz, Pablo Luque
Taillon (3.177 m) Intento Norte Clásica Taillon (700 m, 65º M3)
A la una apago el ordenador y salgo pitando. Conduzco hasta casa, y mientras como algo remato los trastos. A las dos recojo a Rubén y a las dos y cuarto a Luque. Arrancamos destino Gavarnie.
Luque es compañero habitual de andanzas, pero Rubén hace mucho que no. Juntos escalamos hace muchos años, con él subí al Picu por primera vez con diecisiete años, y con él hice mi primer Marqués, y otras cuantas, pero de eso han pasado dos décadas… Este es un reencuentro en toda regla.
Siete horas más tarde aparcamos en la estación de esquí, cerrada desde la semana pasada. La temperatura ha estado más alta de lo que esperábamos en el trayecto: aun llegando a Gavarnie estaba por encima de los diez grados (en Gijón estos días de atrás a esta hora estábamos a 6…). Tras investigar un poco encontramos un buen sitio para vivaquear, resguardados del viento, en lo que seguramente sea una de las barras de venta de bocatas y cervezas para los esquiadores. Cenamos y nos metemos en los sacos. A las diez y media dormidos.
A las cinco pita el despertador. Está muy estrellado y no hace demasiado frío, pero se te quedan las manos tiesas mientras desayunamos. A las seis, en la tenue luz del amanecer, ya estamos caminando por las pistas, sobre lo que parece ser la carretera que sube al Col de Tente.
Una hora después llegamos al collado y vemos nuestro objetivo por primera vez: está mucho más seco de lo que nos gustaría. Con todo, si la nieve sigue como hasta ahora, es decir, helada, puede que lo consigamos. Vemos muchos más tramos de roca de lo normal: ya a la entrada se ve bastante cegado, a un tercio hay una franja grande, más arriba se ven dos vetas totalmente en seco, y arriba del todo parece simplemente infranqueable, pero imaginamos que tendrá algún paso secreto, oculto.
Salimos llaneando hacia el collado del puerto de Bujaruelo. Todo esto es nuevo para los tres y vamos disfrutando el paisaje, especialmente en este tramo que es llano.
En el puerto nos ponemos el arnés, el casco y los crampones.
El tramo final hacia la entrada de la vía se hace más pesado: en ángulo aprieta, pero es que además la nieve ha venido perdiendo consistencia de helada a azúcar, hasta quedar en polvo totalmente sin transformar. Las expectativas se van llenando de incertidumbre, pero son las ocho de la mañana y tenemos que meterle un tiento, que a esto hemos venido…
Al tocar roca montamos una reunión y sacamos el material. Me ato yo para salir delante: vemos por encima dos opciones claras: ambas con tramos largos de mixto o roca viva. La de la izquierda seguro que es el paso habitual cuando la pared tiene la carga adecuada de nieve. La de la derecha que hoy parece menos tiesa y con más hielo.
Salgo primero a la izquierda, remonto en roca después de meter un allien, pero lo que veo no me convence: demasiado compacto y sin relieve. Destrepo y me paso diez metros a la derecha. Con los pies en hielo y un piolet bien pinchado meto un clavo corto en una fisura: lo alondro para restar palanca y me mentalizo a remontar el mixto. Después es más fácil de lo que aparenta, pero me cuesta entrar. Por encima remonto unos doce metros fáciles en mixtos, hago travesía a izquierda y derecha sobre llambrías, y viendo un clavo por encima, me dirijo a él. Mixto tumbado pero delicado. Meto otro clavo, un allien y por fin llego a la altura del clavo, también con mucha palanca. Me coloco, remonto pies gancheando piolets en roca y en hielo fino. A la derecha hay una lengua de hielo y la salida a una campa de nieve, pero no alcanzo a pinchar. Bufo, rebufo, y se me cargan los gemelos. Me recoloco un poco más alto, pero también más precario, los seguros ya por debajo, me tengo que fiar del piolet gancheado para por fin pinchar en el hielo alto a la derecha. Tiro de esa mano y, confiando aguante la chapa de hielo, me remonto de pies sobre ella para ya salir a terreno fácil.
A los ocho metros meto una estaca en la vertical del paso para proteger a mis colegas, porque yo tengo que hacer travesía a la izquierda claramente. Otros quince metros y alcanzo una reunión con dos clavos, cordinos y maillon. Miro el reloj, me ha llevado casi una hora. Así vamos mal.
Rubén y Pablo llegan rápido comparado con lo que me ha llevado a mí, pero Rubén viene sufriendo con un proceso de recalentamiendo de manos frías, que le deja incluso mareado: se apoya en los piolets mientras nosotros nos organizamos. Sabemos lo que es y lo muy mal que se pasa.
Vuelvo a salir delante ahora por nieve tumbada, fácil, sin misterio, pero también inconsistente y pesada. Estiro los sesenta metros para montar reunión. Pablo llega diciendo que esto no está para seguir, y yo no le quiero hacer caso. Tira él delante ahora otro tramo a tope de cuerda y del mismo estilo, solo que la nieve parece incluso empeorar. Te levantas porque está tumbado, pero no ofrece seguridad ni deja avanzar rápido. Cuando llegamos al relevo ya lo vamos comentando los tres, pero vuelvo a ponerme delante para tirar otro largo más del mismo estilo: tumbado, y en nieve continua pero chunga. A los cincuenta y cinco metros monto reunión contra un nuevo muro de roca. Cuando llegan volvemos a debatir la situación. Lo lógico es bajarse, pero con todo, sale Rubén delante a por una nueva tirada, esta vez casi entera en roca y poco evidente. Resuelve rápido unos cuarenta metros hasta encarar una zona más delicada, se para y monta relevo con un clavo y un diente de roca regulero. Pablo no lo ve claro (y tiene razón), pero yo salgo para arriba a ver cómo se ve. Hasta ahora, los tres largos de nieve los hemos resuelto en quince minutos cada uno y los vemos destrepables, caso de tener que retirar.
El panorama por encima no invita a seguir, alcanzo a Rubén y me asomo a la izquierda a mirar un canaleto de nieve: parece que es lo lógico, pero la nieve sigue igual, y esto empezaría a sacarnos de la vertical que venimos llevando de reuniones. Venimos con el material justo para hacer la vía, pero no para retirarnos desde mucho más arriba: simplemente no es lo lógico. Además, el cielo azul de la mañana se ha ido nublando desde el sur, la parte alta de la montaña empieza a no estar visible entre algodón.
Llevamos cinco largos, casi todos a tope de cuerda, pero por encima queda mucho que pelear en estas condiciones. Última mirada arriba, tras un corto debate, asumimos lo más razonable: toca retirar.
Me acerco a la reunión de Rubén: tenemos que reforzarla. Mete otro segundo clavo, no entran completos pero parecen trabajar bien. Triangulamos con el diente de roca y yo añado un allien de respaldo, sin carga, y que deberá retirar si todo va bien.
Rapelo delante que peso más y luego me sigue Rubén. Una vez los tres juntos, ellos dos destrepan asegurados por mí, y me colocan algún seguro de vez en cuando. Yo desmonto la reunión y destrepo “de primero”, es decir, con la cuerda por debajo. Pero el terreno es fácil a pesar del estado de la nieve.
Repetimos esta secuencia tres veces hasta llegar a la primera reunión. Aquí rapelamos los tres el muro de mixtos que antes me hizo sudar en frío.
Una vez fuera de la pared, observamos cómo las nubes han cubierto la parte alta de la montaña, cada vez más densas, empiezan a soltar copos apretados de nieve.
No sabemos qué hacer, si tirar a Serradets a dormir, o dejar el material aquí e ir a dar una vuelta, o tirar para abajo.
Tras caminar brevemente nos sentamos a recoger los trastos. La nieve está pesada, el cielo oscuro y el ánimo bajo.
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Astazús perfilados y nube en Marboré |
Retirar siempre fastidia. Más si has viajado. Pero de todo se aprende.
Hemos conocido la zona, y tenemos claro que volveremos. Confiamos en que la próxima vez saldremos por arriba. Así es esto del alpinismo; unas veces se gana y otras se pierde. Con todo, lo hemos pasado muy bien.
Esa noche dormimos en casa. Al día siguiente quedamos para escalar un poco de roca caliente.
Y lo mejor de todo: a Rubén le gusta el barro, otro para la agenda, que no sobran.
Viernes 29, Gijón 14:30 h
Gavarnie 21:30 h
Inicio Jornada 6:00 h
Pie de vía 8:00 h
Punto más alto 11:45 h
Pie de vía 14:00 h
Coche 16:30 h
Gijón Domingo 00:30 h
viernes, 3 de noviembre de 2017
Arista NO Petit Astazú - Súperclásica pirenaica
14 Octubre 2017
Petit Astazú (3.012 m), Arista NO (700 m, IV+)
Nando del Pozo
Hay líneas que te llaman como imanes desde el valle. Se recortan atrayentes entre el sol y sombra de la tarde, invitando a ser escaladas. Como muchas veces me sucede, no importa tanto el grado o la fama de una vía, como la belleza intrínseca que puede tener. Esto a mí ya me viene de lejos y para muestra esta línea, que ya fue escalada allá por 1892. Más clásico es difícil de encontrar.
La había visto por primera vez en una foto de Fer, que venía de patear con clientes por la zona. Y también en otra de Bene. Me quedé con la copla. Después de leer posts de diferentes blogs y de gente variada que hablaban bien de ella, finalmente este fin de semana la pudimos hacer.
Los Astazus cierran el frente de cumbres de Gavarnie por su izquierda, Este. Son dos cumbres casi gemelas divididas por un corredor clásico de invierno, el Swan. La cima de la derecha, la del Petit, presenta una arista muy atractiva que cae por bastantes metros.
A medio verano ya habíamos intentado venir, pero las lluvias nos cambiaron el destino y la actividad. Esta vez el anticiclón parecía garantizado, y si bien los días ya son más fríos y mucho más cortos, nos vinimos con todas las ganas.
De camino en coche las temperaturas son altísimas para la época del año: alrededor de los treinta grados tanto en España como en Francia. No es hasta que pasamos Lourdes que la cosa empieza a bajar de los veinticinco.
Aparcamos en Gavarnie hacia las tres de la tarde. Rematamos las mochilas mientras comemos algo.
Llevamos una sola cuerda de 9 mm, ocho cintas, seis Friends y un juego de fisureros. Hacia las cuatro ya estamos caminando dirección al Circo, con nuestras mochilas ligeras, aunque no tanto como nos gustaría…
Vemos nuestro objetivo claramente, aparentemente lejos y alto. Salimos de la pista ancha que sube hacia el Circo cogiendo un sendero que se interna en un bosque. Primero es de hayas y algún abedul, para pasar luego a pinos. Los colores distraen de la cuesta. En una fuente casi a la salida de los árboles cargamos agua siguiendo la advertencia de una chica que nos avisó de que en el refugio no hay. Con un kilo y medio más seguimos ahora praderas arriba. Pasamos la cabaña Pailla unos cincuenta minutos después de dejar la pista del circo y comenzamos a remontar por camperas cada vez más pindias hacia el glaciar agonizante.
Llegando a la nieve vieja del glaciar pasamos algunos buenos puntos de vivac, pero preferimos continuar y aprovechar la luz que queda. El desagüe del glaciar es un buen manantial y podríamos habernos ahorrado 3 kilos de porteo cada uno.
A las siete y media estamos instalados en nuestra inmejorable atalaya: vistas hacia el Pimené, Gavarnie, Vignemale, Taillón… Por encima de nosotros la pared norte de los Astazus con el Swan cortando su mitad. La luz dorada del atardecer en esta atmósfera limpia destaca los perfiles en un espectáculo hipnotizante.
La noche llega rápida, y con ella miles de estrellas. La temperatura ha bajado hasta los dos grados, y después de cenar y charlar un rato, nos enroscamos en los sacos para dormir.
Es toda una sensación la de estar tapado hasta la nariz al calor de la pluma, notando el aire frío de la noche, y observar el chorro blanco de la Vía Láctea.
Amanecemos sin prisa, desayunamos y para las nueve ya estamos comenzando a trepar. No hace excesivo frío, pero yo llevo puesta la chupa sobre la camiseta.
La escalada es entretenida en todos sus largos. El croquis de Luichy se hace valer, como siempre.
No nos alcanza el sol en ningún momento: yo me pongo la capucha en las reuniones. A ratos, a medio largo, me paro a calentar las manos.
Vamos admirando la audacia de los primeros ascensionistas, hace nada menos que 125 años. Las vistas son inmejorables tanto hacia el valle como hacia las cumbres vecinas.
La roca es variada: en general muy buena, aunque siendo cara norte exige atención. El recorrido, siendo bastante evidente, obliga a interpretar en algunos puntos. Hay pasos que realmente obligan a escalar.
El pensamiento me vuelve entonces a esos primeros ascensionistas, a saber con qué calzado y equipo, que se subieron por aquí sin saber qué les deparaba el siguiente tramo… Ambos venimos disfrutando mucho.
Con los largos la mochila se va haciendo notar: llevamos a la espalda el saco, esterilla, botas, comida y agua (más de la necesaria seguramente).
Salimos por fin a la cumbre (y al sol) hacia las tres de la tarde: unas seis horas desde el comienzo. Trece largos y unos setecientos metros. Desde aquí las vistas se amplían hacia el sur con el Cilindro, el Perdido, Pineta, Neouville… debajo, el lago de Marboré con ese azul extraño de los lagos de montaña rodeados de roca. Barajamos la opción de subir al Gran Astazú, pero la escala de los Pirineos se hace presente: la desechamos pensando en la gran vuelta que aún tenemos por delante y las horas de luz disponibles.
Después de unas fotos nos tiramos hacia el Col de Astazú. Desde aquí sale una bajada más directa hacia el norte, que seguramente nos ahorraría varias horas, por las llamadas Rocher Blanches. Nosotros vamos a ir por Tucarroya y la Horquette D´Alans para volver girando a Espuguettes.
Enfocamos por tanto hacia el lago de Marboré. El camino hasta el lago recorre un paisaje de montaña espectacular, con las vistas hacia el Cilindro, el Perdido y su glaciar colgado, el balcón de Pineta… Rodear el lago en el caos de bloques es a la vez, por contradictorio que parezca, tedioso y entretenido.
El refugio de Tucarroya está colgado en un collado estrecho entre paredes y aristas: parece un sitio muy extraño para poner un refugio. Al llegar nos encontramos allí con bastante gente que va a pasar la noche. Nos abrigamos de nuevo y salimos hacia abajo para el otro lado en sombra: es este un tramo bastante desagradable de caminar, primero porque la letrina del refugio es el mismo camino, más tarde porque hay cuesta y está muy suelto. Al terminar esa zona paramos a comer un poco y descansar. Nos queda una hora de luz. Tenemos por delante otro tramo de canchal que desemboca en grandes praderías con vistas hacia el valle de Estaube, por las que subiremos cómodamente en zetas hasta la Horquette D´Alans.
La luz declina cuando llegamos al collado. Luces naranjas contra perfiles alpinos. Un espectáculo.
El tramo final hasta el refugio ya lo llevo peor, arrastrando bastante la pierna, como diría un colega, estilo “walking dead”. Llegamos a las ocho de la tarde, casi teniendo que sacar la frontal. Hay bastante gente por la zona, pero el soportal del refugio está entero para nosotros.
Noche más cálida que la anterior. Nos levantamos con calma, desayunamos algo y salimos para abajo. El paseo hasta el pueblo se nos hace corto, así que todavía nos acercamos un poco hacia el Circo, para coger perspectiva. Espectacular.
De regreso en el pueblo nos tomamos una temprana cerveza (son las once de la mañana), muy merecida a nuestros ojos. Compramos un poco de queso y embutido locales y arrancamos de vuelta para casa.
Gran fin de semana. De los de recordar. Actividad totalmente recomendable. Pirineos nunca defrauda.
Ahora a planear la siguiente.
Petit Astazú (3.012 m), Arista NO (700 m, IV+)
Nando del Pozo
Hay líneas que te llaman como imanes desde el valle. Se recortan atrayentes entre el sol y sombra de la tarde, invitando a ser escaladas. Como muchas veces me sucede, no importa tanto el grado o la fama de una vía, como la belleza intrínseca que puede tener. Esto a mí ya me viene de lejos y para muestra esta línea, que ya fue escalada allá por 1892. Más clásico es difícil de encontrar.
Los Astazus cierran el frente de cumbres de Gavarnie por su izquierda, Este. Son dos cumbres casi gemelas divididas por un corredor clásico de invierno, el Swan. La cima de la derecha, la del Petit, presenta una arista muy atractiva que cae por bastantes metros.
A medio verano ya habíamos intentado venir, pero las lluvias nos cambiaron el destino y la actividad. Esta vez el anticiclón parecía garantizado, y si bien los días ya son más fríos y mucho más cortos, nos vinimos con todas las ganas.
De camino en coche las temperaturas son altísimas para la época del año: alrededor de los treinta grados tanto en España como en Francia. No es hasta que pasamos Lourdes que la cosa empieza a bajar de los veinticinco.
Aparcamos en Gavarnie hacia las tres de la tarde. Rematamos las mochilas mientras comemos algo.
Llevamos una sola cuerda de 9 mm, ocho cintas, seis Friends y un juego de fisureros. Hacia las cuatro ya estamos caminando dirección al Circo, con nuestras mochilas ligeras, aunque no tanto como nos gustaría…
Vemos nuestro objetivo claramente, aparentemente lejos y alto. Salimos de la pista ancha que sube hacia el Circo cogiendo un sendero que se interna en un bosque. Primero es de hayas y algún abedul, para pasar luego a pinos. Los colores distraen de la cuesta. En una fuente casi a la salida de los árboles cargamos agua siguiendo la advertencia de una chica que nos avisó de que en el refugio no hay. Con un kilo y medio más seguimos ahora praderas arriba. Pasamos la cabaña Pailla unos cincuenta minutos después de dejar la pista del circo y comenzamos a remontar por camperas cada vez más pindias hacia el glaciar agonizante.
Llegando a la nieve vieja del glaciar pasamos algunos buenos puntos de vivac, pero preferimos continuar y aprovechar la luz que queda. El desagüe del glaciar es un buen manantial y podríamos habernos ahorrado 3 kilos de porteo cada uno.
A las siete y media estamos instalados en nuestra inmejorable atalaya: vistas hacia el Pimené, Gavarnie, Vignemale, Taillón… Por encima de nosotros la pared norte de los Astazus con el Swan cortando su mitad. La luz dorada del atardecer en esta atmósfera limpia destaca los perfiles en un espectáculo hipnotizante.
La noche llega rápida, y con ella miles de estrellas. La temperatura ha bajado hasta los dos grados, y después de cenar y charlar un rato, nos enroscamos en los sacos para dormir.
Es toda una sensación la de estar tapado hasta la nariz al calor de la pluma, notando el aire frío de la noche, y observar el chorro blanco de la Vía Láctea.
Amanecemos sin prisa, desayunamos y para las nueve ya estamos comenzando a trepar. No hace excesivo frío, pero yo llevo puesta la chupa sobre la camiseta.
La escalada es entretenida en todos sus largos. El croquis de Luichy se hace valer, como siempre.
No nos alcanza el sol en ningún momento: yo me pongo la capucha en las reuniones. A ratos, a medio largo, me paro a calentar las manos.
Vamos admirando la audacia de los primeros ascensionistas, hace nada menos que 125 años. Las vistas son inmejorables tanto hacia el valle como hacia las cumbres vecinas.
La roca es variada: en general muy buena, aunque siendo cara norte exige atención. El recorrido, siendo bastante evidente, obliga a interpretar en algunos puntos. Hay pasos que realmente obligan a escalar.
El pensamiento me vuelve entonces a esos primeros ascensionistas, a saber con qué calzado y equipo, que se subieron por aquí sin saber qué les deparaba el siguiente tramo… Ambos venimos disfrutando mucho.
Con los largos la mochila se va haciendo notar: llevamos a la espalda el saco, esterilla, botas, comida y agua (más de la necesaria seguramente).
Después de unas fotos nos tiramos hacia el Col de Astazú. Desde aquí sale una bajada más directa hacia el norte, que seguramente nos ahorraría varias horas, por las llamadas Rocher Blanches. Nosotros vamos a ir por Tucarroya y la Horquette D´Alans para volver girando a Espuguettes.
Enfocamos por tanto hacia el lago de Marboré. El camino hasta el lago recorre un paisaje de montaña espectacular, con las vistas hacia el Cilindro, el Perdido y su glaciar colgado, el balcón de Pineta… Rodear el lago en el caos de bloques es a la vez, por contradictorio que parezca, tedioso y entretenido.
El refugio de Tucarroya está colgado en un collado estrecho entre paredes y aristas: parece un sitio muy extraño para poner un refugio. Al llegar nos encontramos allí con bastante gente que va a pasar la noche. Nos abrigamos de nuevo y salimos hacia abajo para el otro lado en sombra: es este un tramo bastante desagradable de caminar, primero porque la letrina del refugio es el mismo camino, más tarde porque hay cuesta y está muy suelto. Al terminar esa zona paramos a comer un poco y descansar. Nos queda una hora de luz. Tenemos por delante otro tramo de canchal que desemboca en grandes praderías con vistas hacia el valle de Estaube, por las que subiremos cómodamente en zetas hasta la Horquette D´Alans.
La luz declina cuando llegamos al collado. Luces naranjas contra perfiles alpinos. Un espectáculo.
El tramo final hasta el refugio ya lo llevo peor, arrastrando bastante la pierna, como diría un colega, estilo “walking dead”. Llegamos a las ocho de la tarde, casi teniendo que sacar la frontal. Hay bastante gente por la zona, pero el soportal del refugio está entero para nosotros.
Noche más cálida que la anterior. Nos levantamos con calma, desayunamos algo y salimos para abajo. El paseo hasta el pueblo se nos hace corto, así que todavía nos acercamos un poco hacia el Circo, para coger perspectiva. Espectacular.
De regreso en el pueblo nos tomamos una temprana cerveza (son las once de la mañana), muy merecida a nuestros ojos. Compramos un poco de queso y embutido locales y arrancamos de vuelta para casa.
Gran fin de semana. De los de recordar. Actividad totalmente recomendable. Pirineos nunca defrauda.
Ahora a planear la siguiente.
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