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martes, 1 de abril de 2025

En recuerdo de Seoane

26 Julio 1992, 
Aguja de la Canalona (2.530 m), vía Normal (AD sup, IV, 90 m)
Torre de las Corteras Rojas (2.453 m), vía de la Chimenea (IV, 160 m)
Invierno 1993,
Los Argaos (2.160 m), Corredores Izquierda (II,2, 170 m) y Derecha (II,2, 170 m)
Con Alejandro Seoane

Mis primeras escaladas en montaña, en los Picos de Europa, fueron el verano de 1.992, cuando yo tenía 17 años, y algunas de ellas las hice con mi amigo Alejandro Seoane.

Las que hoy recuerdo aquí son algunas escaladas sencillas en una zona espectacular del macizo Central y del Cornión de Picos de Europa:

La Aguja de la Canalona es una torre que cualquier escalador que la vea querrá ascender. Nuestra vía de escalada fue su Normal, como es lógico cuando estás empezando en el tema, como era mi caso. Arrancó delante Alejandro en el primer largo y luego me dejó a mí tirar el resto de la vía, otros tres largos cortos. ¡Qué disfrute llegar a esa cumbre espectacular!

Después de bajar de esta, nos dirigimos a la pared vecina, justo al otro lado de la canal.

Los Coteros Rojos, o las Coteras Rojas como también se llama, es una cumbre muy cercana a la anterior. Es una cima secundaria adosada a la Peña Vieja que ofrece una pared interesante en la vertiente que mira hacia Cabaña Verónica. Tiene varias vías en torno al llamado Pilar de Nazaret: a su derecha, la vía de la Chimenea es quizá la menos atractiva, pero a la vez es la más evidente, fácil y clásica. Hicimos la vía alternando cabeza de cuerda en cinco tiradas cortas.

En la cumbre de la Canalona, con Alejandro aquel día, la única foto que tengo

Escalamos las dos vías seguidas, en la misma jornada. En mi libreta de escaladas indica que la primera nos llevó una hora de ascensión y veinte minutos de rápeles. La segunda nos llevó dos horas y cuarto de escalada. De esta se baja caminando.


Aunque el recuerdo que tengo de aquellos días está ya muy difuminado, ha pasado mucho tiempo, poniéndolo en perspectiva resulta que fue iniciático para mí; vivaqueando, vagando por esas paredes y cumbres.

Y mi compañero de acampada y de cordada, compartiendo la experiencia aquellos días, fue Alejandro Seoane. No tengo ni una foto con él...

En aquellos años también compartí cuerda con Alejandro en temporada invernal. En el macizo del Cornión escalamos juntos algunos de los corredores de los Argaos, típica actividad de iniciación, que era lo que yo estaba haciendo por entonces. Recuerdo escalar con un piolet, una maza de invierno y crampones de correas, todo ello alquilado en el club Torrecerredo. Recuerdo meter clavos montando reuniones, rapelar de vuelta hacia la vertiente de la Llampa Cimera… 


Mismas temporadas, mismos corredores, pero aquí con Rubén

Por Ubiña también hicimos alguna cumbre invernal juntos.

A lo largo de los años he hecho otras escaladas a esas mismas cumbres o paredes. Más difíciles, más estéticas e interesantes, con compañeros y amigos variados, también he repetido algunas de estas mismas escaladas en solo. Pero aquellos días están en lugar destacado por el hecho de ser de los primeros vividos en este plan en los Picos; vivaqueando, caminando y escalando.

Después de aquello creo que ya no escalé más con Alejandro en las montañas. Sí que compartimos cuerda alguna vez más en zonas de deportiva. No obstante Alejandro continuó siempre presente.

Apenas hace cuatro meses Alejandro se puso malo. Un día se empezó a encontrar mal, le costaba respirar, y cuando le revisaron en el hospital ya era demasiado tarde para nada. Y así fue la cosa, en apenas unas semanas se apagó, consumido por el bicho. Rapidísimo. Terrible.

Alejandrón, como yo acostumbraba a llamarlo, por su metro noventa. Mis recuerdos suyos son muchos. Tantas sesiones de entrenamiento en el Grupo, saliendo a correr, entrenamientos en el gimnasio: teníamos muchos amigos comunes así que las tertulias eran continuas, largas y entretenidas.

Recuerdo tardes en el Café Gregorio, del que él era un cliente habitual, con charlas de temas variados, pero casi siempre sobre montaña.

Durante unos años estuvo en la organización de la Semana de Montaña de Gijón. En esta tarea recuerdo su invitación para que yo hiciera de traductor para Steve House. Aquello me hizo mucha ilusión.

También recuerdo vernos alguna vez en Soto de Sajambre, él al volante de un Landrover largo cargado de turistas, camino de Vegabaño, para seguir más tarde hacia Valdeón.

Una persona especial, a la que le encantaban las montañas, y que siempre las tuvo entre sus prioridades. Adaptando la actividad a su nivel de cada momento, es decir, como todos. Siempre subiendo al monte a caminar, a escalar, en bicicleta, a sacar fotos.

Recuerdo vernos múltiples veces atravesando Gijón en bicicleta, y parar a charlar. Siempre una palabra amable, preguntándome por Paula o por los niños. Ese ritmo propio sin prisas, ese estilo a medias entre lo desordenado y lo agudo.

Una de las últimas veces que coincidimos fue precisamente dando un paseo por el Muro, frente a la playa, lugar habitual tanto para él como para mí. Apenas unas semanas antes de su hospitalización.

En su funeral en la iglesia de San José estaba una buena representación de los aficionados a la montaña de Gijón. Me gustó ver a mucha gente de la montaña despidiendo al amigo.

No somos nada. La vida sigue. Nos olvidamos rápido.

Alejandro, se te recuerda y se te echa de menos.

miércoles, 15 de enero de 2025

"Maripaz de la suerte"

29 diciembre 2024
José Antonio Estévez, Rubén Díaz 
Peña Ubiña (2.417 m), Combinación corredor "Maripaz" y "Elixir de la suerte"

Vamos cerrando el año y con las buenas referencias del mismo sábado por parte de Rubén en la vertiente norte asturiana de Ubiña, decidimos probar suerte en la otra vertiente norte, la leonesa. 

Me contacta Estivi el mismo sábado para preguntarme por las condiciones, para subir él a dar un pateo, así que nos juntamos los tres. Salir de monte con Estivi es en sí mismo un acontecimiento; ¡no somos capaces de cuadrar agendas! 

El hecho de salir juntos ya pone en segundo plano lo que finalmente hagamos. No importa. Lo importante es pasar el día juntos por el monte como antaño, como tantísimas veces.

Salimos de Gijón a las siete de la mañana y vamos charlando sin parar.

Al salir del Negrón el termómetro baja a 5 bajo cero. En Torrebarrio, mientras ponemos botas y repartimos zarrios, son 9 los grados negativos... Las manos se quedan como de madera rápidamente.

El cielo está despejado y hay pocos coches, algo raro por aquí. Arrancamos calentando poco a poco por la pista, con el barro duro como el hormigón. El andar es cómodo. El panorama nos muestra la vertiente Oeste de Ubiña muy seca, bastante triste, pero confiamos en que una vez superado el espolón y girados al Norte aparezca más blanca. Al rato adelantamos a una pareja que parece que van a caminar (1 piolet).

Pisando la primera nieve vemos que está totalmente helada. Bien. Mientras remontamos el lomo hacia la Aguja buscamos el seco, que lo blanco resbala... ya en el collado aprovechamos para poner arnés, crampones y casco, y picar algo. Hace frío. 

Mientras comemos observamos el aspecto de las vías; nos decidimos a probar suerte en la "Maripaz"; no la hemos hecho ninguno de los tres. Así pues salimos en travesía hasta el cono de deyección que da entrada al corredor de la vía. Hay que cruzar casi hasta la entrada de la "Hielo dulce".

De acuerdo a los croquis la vía tiene un primer largo encajado que puede llegar a los 70° o tener algún paso en roca.

Cuando vamos entrando hacia el corredor, la nieve cada vez más empinada nos calienta los gemelos. Está perfecta para escalar; apenas entra la punta de las botas y las hojas de los piolets transmiten esa sensación de seguridad (tacto, sonido) que tanto nos gusta. 


La duda es los resaltes secos. Montamos una reunión y sale para arriba Rubén disparado estirando el largo a tope hasta debajo del bloque empotrado que mencionan las reseñas. Estivi y yo subimos hablando sin parar. Trepamos el paso de roca desnuda hasta el collado y allí nos cambiamos cabos.

El segundo largo se ve más feo, seco. Tiro yo y voy buscando el mejor paso por entre los resaltes rocosos, tapín tracción y algo de nieve. Al consumir las cuerdas monto reunión con dos friends y un fisurero. Aseguro a los colegas a los piolets (unidos a la R), que han entrado muy duros en la nieve.

La tercera tirada de nuevo blanca y sencilla para Rubén.  De transición y sin nada reseñable más allá de la buena calidad de la nieve.

Tiro después delante de nuevo yo y ahora surge la duda de si podremos completar la salida por "Maripaz" o tendremos  que buscar alternativas. A los veinte metros corto unas huellas que vienen de la derecha y siguen por la travesía de "Elixir de la suerte", esta es la más clásica de esta vertiente porque conjuga poca dificultad y las mejores condiciones habitualmente. Por encima se ven las salidas secas. Remonto unos quince metros a la derecha para ver si quizá "Gligli" nos dejará pasar; nada, misma pinta, tramos largos secos.


Decido continuar hacia la "Elixir" y esperar a los colegas para ver qué hacer. Estiro cuerdas y monto reunión con friend y dos fisureros. 

Una vez agrupados no hay mucha duda; decidimos seguir por "Elixir". La vía "Maripaz" hasta aquí es guapa. La parte de arriba quedará para otra ocasión. 

Tras cuatro largos de cuerda apurados a tope, ahora nos desencordamos y seguimos cada uno a nuestro aire. Hay que ir con atención pues el terreno es sencillo pero la nieve está dura y el tobogán por debajo es definitivo...

Estivi completando la travesía 
 

La falta de actividad se nota; Estivi viene cansado, así que vamos regulando. Rubén se entretiene con los pocos resaltes helados que encontramos. 

Nos sentamos a comer algo unos metros antes de salir a la cresta. Estirando la vía un poco más. 


Una vez salimos al sol y ganamos vista a la normal, nos sorprendemos al comprobar que estamos solos.  

Todo un lujo en esta cumbre tan transitada, con un buen día de fin de semana y con buenas condiciones. Realmente una suerte.

Cumbre. Fotos. Comer. Charlar.

Con mis grandes amigos Estivi y Rubenín

La bajada hasta Torrebarrio, con sus 1200 metros de desnivel, se hace valer. Llegamos al coche muy contentos. Nos cambiamos y recogemos las cosas al sol. Cerveza en San Emiliano.

Un placer compartir esta jornada de montaña con estos dos amigos, especialmente Estivi, que no se prodiga nada... A ver si de esta lo reenganchamos.

Buena manera de cerrar el año de monte.




miércoles, 16 de marzo de 2022

Hasta siempre Checha

Ayer por la tarde coincidí en la sala con Chusón. Hacía mucho que no entrenábamos juntos. Juntos en el espacio y en el tiempo, aunque él estaba a su nivel, y yo en el mío,  en el subsuelo... 


Viéndolo montar su trave de 40 movimientos, para darle unas cuantas series, la cabeza se me iba a años atrás, y claro, llegué a Checha. 

Hoy día apenas voy a entrenar, pero hubo una época de gran intensidad y entusiasmo. 


En aquella época, lejana ya, conseguía levantarme con cierta dignidad en escalada deportiva por los 7bs, 7cs, algún 7c+, y hasta tocando por una vez la mágica cifra del 8a. Por aquella época escalaba mucho, muchos días me refiero, y entrenaba más aún. Y todo eso daba resultados.


Como siempre, además de entrenar fuerte e ir a dar pegues, muchos, también cuenta la gente de la que te rodeas. El que sea gente positiva, que anime y empuje, facilita los éxitos.


En la sala éramos una buena banda, unos más ordenados que otros, con más o menos planificación para entrenar. Lo pasábamos fenomenal. Recuerdo entrenar muchos días con Santi, Dani, Chus, Virgi, Chusín, el otro Chus, Kike, Pitu, Bene, tanta gente... Y claro, recuerdo entrenar muchos días con Checha. Traves largas y cortas, pasos de bloque, resistencia, fuerza pura, juegos varios... Recuerdo bien a Checha haciendo tracciones de un solo brazo.


Si alguien me mostró que las ganas y el centrarse en un objetivo siendo concienzudo trae resultados, ese fue Checha. Consiguió transformarse físicamente, y lograr grandes encadenamientos.


Recuerdo estar con Checha en Teverga, en Planeta X, apretando por allí. Y lo recuerdo muy bien en Cueva Boyu, yo estaba probando Burricada o Supergen, o las dos. Él ya las tenía hechas ambas, y me aseguraba dándome ánimos y consejos, empujándome a por la cadena…


Recuerdo coincidir con Checha en el Picu, un día muy especial en el que yo iba con mi amigo Chusín, y por allí andaba Boza con María, Marto currando, Luisón por la norte… tantos amigos. Me encantó verlo a él por el monte. Un buen día aquel.






Dani ha contribuido a su memoria de la mejor manera: un pepino de vía en Olvena, Huesca, 40 metros de 7C que lleva su nombre para siempre.  Grande Dani!


En los últimos tiempos nos veíamos menos. La vida te enreda con el trabajo y los niños. Yo apenas escalo y él había aflojado mucho también. Solíamos coincidir en el Grupo, en esas breves visitas que hago un rato al gimnasio o a recoger niños. En estas ocasiones Checha, como él siempre fue, tenía en la cara una sonrisa de oreja a oreja, y una palabra amable. Solíamos acompañar estos momentos de breve charla con algún recuerdo de los buenos tiempos y una esperanza de volver a ponerse fuertes.




A ver si siguiendo su ejemplo, me pongo a entrenar. 

Grande Checha. Se te echará de menos.

sábado, 1 de agosto de 2020

Bautismo de acampada

Bautismo de acampada
Viernes 10 Sábado 11 Julio 2020
Taranes-Tiatordos-Taranes


Se me había escapado el verano anterior sin hacerlo, y tenía unas ganas de la leche. Sabía que iba a ser una experiencia estupenda para ellos, y así fue. 

Lo hablamos Rafa y yo: sus niños y los míos son buenos amigos, e iguales de edad. Buscamos un buen fin de semana a efectos de coordinación de agendas. Cuando lo teníamos ya organizado se apuntaron varios sobrinos más de Rafa, eran dos y de catorce años, así que más autónomos que los nuestros. A última hora se nos unió otra sobrina más, de once años. Finalmente éramos toda una expedición: Rafa y yo de adultos, una niña de siete (Jimena), un niño de ocho recién cumplidos (Félix), tres de once (Carmen, Javi y Rafa), y dos de catorce (Jaime y Javi).



Buscar un sitio donde plantar unas tiendas de campaña para pasar la noche en una región como Asturias, donde la naturaleza es exuberante y la variedad y cantidad de paisajes idílicos  es enorme, empieza a ser absurdamente complicado. Las restricciones de los distintos parques y territorios son muy grandes. En algunos casos rozando el absurdo. Es mi opinión.


Rebelde por naturaleza, tiendo a pasar de estos temas y hacer lo que me parece. Por supuesto siendo respetuoso con el medio y con la gente que lo habita. Simplemente me parece absurdo prohibir que alguien llegue a un sitio por la tarde, plante su tienda para pasar la noche, y la retire a la mañana siguiente. 
Con los años acumulo experiencias sorprendentes, como que vivaqueando al pie de la canal de Pedabejo un guarda nos despierte a las siete de la mañana y nos obligue a levantarnos porque está prohibido vivaquear, mientras él subía en ese momento con cuatro cazadores a pegar tiros, que sí está permitido. Que yo no pueda vivaquear en Áliva, pero que sí puedan estar pasando  los todoterrenos taxi durante todo el santo día por la pista... O que hablen de cerrar al tránsito remotas canales del Cares, pero a la vez organicemos carreras de montaña con cientos de participantes…
En algún punto de mi interior, me resisto a que me digan que no puedo tirarme a descansar en el suelo, ya sea en una tienda o incluso al raso. Me parece simplemente el colmo.
Lo cierto es que, al ir con unos cuantos niños, lo razonable era buscar un sitio “legal”.
Así las cosas, las opciones estudiadas por Rafa nos dirigían hacia Ponga. Esto nos hacía tener algo más de coche, pero podíamos estar más tranquilos con el plan. Ponga es un paraíso. El plan era:
Salir el viernes tarde desde Taranes (573 m), subir la Foz de la Escalada y seguir hasta la majada de Entregüé (1.350 m) para acampar. Esto nos daba unos 800 metros positivos para la primera jornada: más que suficiente para niños pequeños y para padres cargados más de la cuenta.
Al día siguiente el plan era subir al Tiatordos (1.951 m), es decir, otros 600 metros positivos. Luego volver a la majada, recoger las cosas que habríamos dejado allí, y bajar de vuelta al coche: unos 1.400 metros de bajada, que con los típicos acumulados adicionales andarían más por los 1.600… 
Es decir, el plan era ambicioso, como nosotros.
Menos ambiciosa se me quedó la cara cuando antes de salir de casa pesé la mochila: rondaba los 18 kilos... Hace años que evito portear más de la cuenta: la cadera sufre mucho y con ella el resto del cuerpo. Lo cierto es que escalando en el monte, es más que habitual portear 12 o 13 kilos, especialmente en invierno cuando le sumas los piolets, los crampones y ropa adicional. Pero si hasta ese rango parece que lo llevo más o menos bien, estos 5 kg extra los voy a notar. Y cuánto!
El tiempo está algo revuelto: en el trayecto en coche ha llovido a ratos, y al llegar a Taranes el cielo está gris marengo y la nube baja no deja ver las cumbres. Tras un rato organizando mochilas, comprobando que todo el mundo lleva lo que tiene que llevar, y que no nos dejamos en el coche nada importante, arrancamos desde el pueblo en una cuesta intensa que no nos va a dar cuartel en mucho rato. 
Los niños van frescos, y con ciertas maniobras de despiste con los más pequeños vamos cogiendo altura sin mayores protestas a pesar de ganar desnivel de manera continua. La primera parte, la Foz de la Escalada, tiene el camino empedrado y está resbaladizo. Hay que prestarle atención para no tropezar. Al salir de la Foz, cambiamos de desfiladero a bosque: un hayedo precioso en el que nuestro camino está absolutamente embarrado: esto, de nuevo, que a priori es un hándicap, resulta ser beneficioso porque despista a los niños respecto a la cuesta. La misma nube que nos envuelve y empapa, no deja ver cuánto queda, y eso siempre es mejor para la cabeza. No hace calor, pero el esfuerzo hace que vayamos cómodos en camiseta. Lo único malo los pies, que se van mojando.
Fuera del bosque nos queda remontar hasta un collado y luego llanear algo hasta las cabañas.
Aún por debajo del collado nos cruzamos con un pastor, que con un perro y un mulo, viene de la majada de nuestro destino. Nos informa de que la nube lleva instalada allí varios días. También nos confirma que tenemos agua en la fuente. Esto nos relaja porque era una preocupación adicional para Rafa y para mí. Nos orienta de que nos queda aproximadamente hora y media.
Desde aquí las quejas y reclamaciones ya se generalizan. Excepto Rafa niño, Jaime y Javi, que van en cabeza tirando del grupo y esperando cada poco, los demás nos increpan, nos protestan, nos amenazan. El motín parece cercano…

Cuando ya afloja la cuesta, empezamos a verle color al tema. En pocos minutos llegamos a la majada de Entregüé en mitad de la niebla. Hemos tardado dos horas y media: ¡lo hemos hecho realmente bien! 
Buscamos el punto óptimo para acampar y nos ponemos inmediatamente a ello. Nos abrigamos porque con la sudada, al parar se nota el fresco. Mandamos a los niños más proactivos en busca de la fuente (que no encuentran). Mientras, Rafa y yo montamos las tres tiendas. Tan pronto están listas nos metemos directamente cada uno en la nuestra. 



El termómetro de Rafa indica 13 grados. Cambio de ropa integral para los niños: tienen los pies totalmente encharcados (los míos están bastante bien). Una vez cambiados y abrigados, el hambre es la siguiente necesidad a atender. Cenamos empanada, macarrones con chorizo, fuet, galletas, chocolate… Como limas. Llamada a casa para saludar a Mamá; a pesar de la mala cobertura lo conseguimos. Al terminar, un pis y para el saco. Entre una cosa y otra han dado las once de la noche y tras unas pocas risas intercambiadas entre tiendas, nos dormimos como lirones.  





Amanecemos a eso de las siete, de nuevo entre risas. Es lo que tienen los niños, que se ríen mucho. Deberíamos copiarles algunos.
Seguimos medio metidos en la nube, pero ya se intuye el sol cerca. Después de desayunar y vertirnos, desmontamos las tiendas y metemos todas las cosas en el soportal de la cabaña del paisano de ayer.
Así, de ligeros, arrancamos hoy hacia nuestra montaña destino. El Tiatordos (1.951 m) es una montaña emblemática de la Cordillera Cantábrica. Su prominencia a pesar de la cota moderada, su espectacular caída en la vertiente Este, sus vistas, el entorno que lo rodea… lo convierten en una cima destino.
Salimos de la majada bordeando en subida suave, cruzando laderas de helecho, algún bosquecillo aislado, y camperas más abiertas. Pronto el sol nos acompaña, y por debajo de nosotros se extiende un espectacular mar de nubes que deja a los niños con la boca abierta.
Tras un rato de cuesta suave, nos enfrentamos ahora a la ascensión propiamente dicha, donde la pendiente vuelve a ser intensa. Tenemos que debatirnos entre frenar a los impetuosos, Rafa y Javi, y animar a los pequeños. 
Un rebeco sobre un saliente rocoso se recorta contra el mar de nubes: los niños encantados.


Subimos muy bien y alcanzamos la cumbre sin sobresaltos. Las vistas son tremendas.
Llegan otros montañeros que nos saludan, especialmente a los más pequeños, que se sienten ufanos.
Comemos y bebemos, nos sacamos fotos, identificamos cumbres en la distancia… Lo clásico de hacer monte.


Al cabo de un rato emprendemos la bajada, con cuidado en las zonas más rocosas, y vamos recorriendo de vuelta el camino de hace un rato.


De regreso a la majada hacemos alguna parada breve a descansar. Cruzamos bastante gente que viene de la vertiente de Caso, Pendones, pero también algunos de nuestro lado, Ponga, Taranes.
En la majada, a mediodía ya, hacemos una comida copiosa y rearmamos las mochilas. 




Un buen rebaño de vacas con toro incorporado nos acompaña, han venido a la majada a beber. La nube vuelve a bajar y para cuando salimos caminando ya estamos metidos en niebla otra vez.




La bajada se hace larga, especialmente para Jimena y Félix. Los demás van entretenidos con los resbalones en el barro, alguna culada, y su charleta.
Llegamos al coche cansados, yo tengo una buena fundida.
Nos cambiamos de ropa y calzado, totalmente embarrado, y nos vamos a tomar una cocacola-acuarius-helado-claraconlimón según el gusto de cada cual.


Ha sido una experiencia estupenda. Los niños lo han pasado fenomenal, y a pesar del cansancio ya nos van preguntando por cuándo va a ser la siguiente…

martes, 23 de junio de 2020

Facciamo finta che tutto va ben

27 Mayo 2020
Picos de Europa, Macizo del Cornión, Contrafuertes del Jou Lluengu, 
2 vías de unos 150 metros, máximo 6a
Alberto Boza

No hay nada como que te quiten algo, para apreciar realmente cuánto lo necesitas.


Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che tutto va ben
Che il cielo sia costantemente azzurro
Che il sole splenda sempre allegramente
Che tutto quanto sia sempre sereno
Ruscelli, prati verdi e arcobaleno
Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che tutto va ben


Che il povero sia in fondo un gran signore
Che il servo stia assai meglio del padrone
Che le persone anziane stian benone
Che i giovani abbian sempre… un’occasione


Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che tutto va ben

(Tutto va ben, tutto va ben)


C’è la salute (tutto va ben)
Sian tutti amici (tutto va ben)
Siamo felici
Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che tutto va ben


Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che tutto va ben


Facciamo finta che…
Tutto va ben, tutto va ben
Facciamo finta che... tutto va ben


Primera salida al monte tras el encierro.
Tres días desde que nos levantaron parcialmente las restricciones y ya no podemos esperar más. 



Madrugón. Quedamos en Nava. Mascarillas en el coche, comentando el episodio tan excepcional en el que seguimos inmersos. Dos horas de pateo hasta la Mazada, aquí ya hablando menos, el ritmo de Alberto no me da tregua. 
Dejamos las mochilas en la collada. Bajamos caminando con el material hasta el fondo del Jou, y empezamos a trepar eligiendo el camino por entre las múltiples opciones. Después de un primer zócalo muy disfrutón de unos cien metros, llegamos a la terraza donde arrancan las vías que Alberto abrió con Marco Rodríguez, conmigo y no sé si con más gente, en ocasiones diferentes. Elegimos una combinación de las que yo no conozco. Entramos por la “Tumbarrial Extremo” y a la mitad derivamos a su izquierda a por otra con una estética fisura. La tónica es la que recordaba: grado moderado, muy pocos seguros emplazados, y un tacto de roza increíble que recuerda a la Este del Picu (o mejor) y sin nada de vegetación a pesar de la cota moderada en la que estamos. 
Llegamos arriba, saludamos a unos chavales y bajamos a las mochilas a echar un trago. El sol aprieta. Diez minutos después estamos bajando de nuevo al pie de vía, esta vez nos vamos más a la izquierda, a la llamada “Objetivo Braila”. Esta busca un característico techito y lo cruza aprovechando una fisura ancha (paso de 6ª a controlar). Luego continúa más suave pero igual de buena. 
Yo estoy cansado, noto en las manos y los pies la falta de escalada. Decidimos dejarlo por hoy.
Después de comer y beber, y recoger las cosas, arrancamos tranquilamente de vuelta para abajo disfrutando las vistas.



Dos vías de escalada sobre roca de una calidad excepcional, con vistas próximas a Fuente Prieta, las Cebolledas, la Torrezuela, y más lejanas a la cordillera. Reencuentro sensorial.
Qué guapos son los Picos, qué caliza tienen y qué poco se necesita para disfrutar de la vida. 

La mascarilla en el coche nos vuelve a recordar la extraña situación que vivimos, pero Facciamo finta che tutto va ben.

Gran día con Alberto.


viernes, 1 de julio de 2016

El fuir de las cosas

Miércoles 8 Junio 2016
Fernando Calvo
Segunda Torre Cebolleda (2.445 m) Vía “Sorpresa” (320 m, V+)

Cuadrar agendas con los colegas no es fácil. Si a esto le sumas el impacto de lo variable de la meteorología cantábrica, a veces se pasan las semanas en blanco sin remedio. El mensaje de Fernando me animó a coger el día en el curro y a hacer la mochila con la ilusión de siempre.

Pie de vía: esta estampa bien merece las tres horas de pateo

Para estar a las seis de la mañana en Llovio, el despertador pita hacia las cinco, pero este es el juego al que jugamos los que nos gusta el barro…
Vamos amaneciendo en la carretera de los Lagos, con un imponente mar de nubes por debajo. Los perfiles de los Picos se recortan y los blancos de la nieve, aún abundantes, resaltan la belleza de nuestras montañas.

Aparcados en Pandecarmen, sólo la furgo de Javi Malo nos acompaña. Aunque la temperatura es alta, no dejamos de coger piolet y crampones junto con el resto de aperos habituales para una escalada en roca en los Picos. Con esto y la falta de costumbre, la mochila “estilo ligero” pesa que no veas. Fernandín arranca cuesta arriba hablando sin parar. Me cuesta bastante seguirle el paso y más aún la conversación.

Llegando a Vegarredonda cruzamos a Javier y compañía que bajan con los caballos a hacer un porteo. Nos pregunta el destino y nos da mala referencia sobre la roca… Bueno, habrá que ir a verlo en directo, que es como mejor se juzgan las cosas. Además, por la zona hay múltiples alternativas caso de ser necesarias.

Con esfuerzo vamos tachando etapas de la aproximación: parada en el refugio viejo a coger agua (otro kilo pa la chepa), zetas hasta la base del Porru Bolu, collado de la Mazada, y flanqueo hacia Fuente Prieta a media ladera para llegar al pie de vía. Llevamos casi tres horas, y desde hace bastante rato todo sobre nieve. Y aunque la temperatura es alta, no nos hundimos demasiado.
Llegando al pie de vía vemos que el primer largo de canalizos está prácticamente tapado por la nieve, y en el nicho de la primera reunión ¡hay un rebeco! La estampa de la tapia desde esta perspectiva es motivante. A ver qué pasa cuando la empecemos a catar.


Nos colocamos en la rimaya a la derecha del nicho de la primera reunión: parece que podremos pasar fácilmente, por aquí se escapó el rebeco. Como suele pasar en estas circunstancias, tenemos que hacer delicados equilibrios entre la roca y la nieve, con cuidado de no dejar caer nada por la pala abajo, ni por el hueco de la rimaya, bastante profunda, y que puede frustrar el día irremediablemente. 

Primeros pasos en la vía
Con delicadeza nos vamos poniendo el arnés, quitando las botas, poniendo los gatos, sacando las cuerdas y los trastos de trepar… Finalmente empezamos a escalar.

Fer bavareseando en el segundo largo
Desde el nicho de la reunión, donde hay un puente de roca equipado, sale Fernando a por una fisura discontinua en bavaresa que se levanta serpenteante. La roca es mosqueante en algunos puntos, escachada, pero Fer resuelve con destreza. De acuerdo al croquis monta reunión en una pequeña terraza donde no hay nada, pero un clavo y un seguro flotante se dejan colocar.


Navegasao
Llego yo al rato a su lado y tras recuperar todos los cacharros salgo a navegar por un muro sin referencias claras, donde la única dificultad consiste en buscar la mejor calidad de roca y los mejores emplazamientos de seguro. Estiro los sesenta metros de cuerda y algo más; Fer tuvo que salir ensamblado unos metros hasta que mi voz le confirmó la reunión montada.
Toca ahora una transición fácil que Fernando empalma con el siguiente largo encajado en una especie de chimenea.


Sentado en la terraza mientras aseguro y me como una barrita, me recreo en el paisaje. Los recuerdos de amigos y vivencias me llegan por oleadas. Miguelón aparece una y otra vez en ellos…
Estirados unos cincuenta metros, Fernando monta reunión bajo una panza amarilla, una vez más sin nada emplazado pero que se deja equipar sin problema. La roca mejora por momentos y vamos ganando altura sobre la nieve.
Estamos en cara Oeste y apenas nos da el sol, así que aunque haga calor, trepamos con el forro puesto.


Me toca ahora un largo que gira inicialmente a la derecha, y en el que la roca empieza a ser la caliza de Picos que tanto nos gusta. De nuevo, apurando unos cincuenta y pico metros, sin encontrar ninguna referencia o seguro, monto reunión bajo una panza con un par de fisureros y un friend.



Fernando llega cantando feliz como una perdiz; se ve que nos gusta lo que hacemos y lo disfrutamos intensamente. Se coloca los trastos y arranca a por el último largo de la vía, que conforme ganamos altura nos va convenciendo más. 


Esta tirada marca un paso de V+ que coincide con el único clavo existente y que da nombre a la vía, tal fue la sorpresa de Adrados y compañía cuando se lo encontraron creyéndose hasta el momento aperturistas. No le veo por una panza, pero decide colgar la mochila para dar el paso más cómodo. A continuación sale veloz hasta la arista, desde donde me asegura al sol.
La secuencia de segundo no se me hace difícil, pero es verdad que la mochila echa para atrás: botas, crampones, piolet, agua, comida, algo de ropa… ¡Alpinismo!


Por esto venimos...

Desde aquí salimos desencordados trepando los filos de arista que nos llevan hasta la cumbre de la segunda Cebolleda. Seguimos cabalgando hacia la tercera: después de destrepar con cuidado al collado entre las dos torres, nos encordamos de nuevo para un largo de IV muy guapo, que antes de estar en su base parece imposible...


Cumbre de la Tercera Cebolleda: paramos a comer y echar un trago. De nuevo, me pongo las botas (Fernando ya se hizo el largo de cuarto en botas el muy clasicorro).



Destrepes aéreos hacia los rápeles que nos llevarán hacia la Aguja del GUA: en uno a sesenta metros alcanzamos la reunión de su base. El día ya nos ha rendido bastante, así que desde aquí salimos hacia abajo. La opción de hacer el Gua y el espolón Oeste de Santa María hoy la dejamos. En las reuniones Fernando me va señalando cómo algunos de sus clavos y argollas son cosecha de Miguel: fabricación casera que están aquí aportando a la gente…

El Guide currando


En tres rápeles a tope de cuerda nos posamos de nuevo en la nieve que remonta a la Horcada de Santa María, que a esta hora de la tarde aún nos deja caminar bastante bien a pesar del calor. Las grietas de retracción nos hacen pensar en otros macizos.

El pateo de regreso hacia Vegarredonda se hace más llevadero al poder deslizar muchos cientos de metros por los neveros. Llegamos con sed para tomarnos una cerveza con limón en casa del Malo.
De vuelta en el coche compruebo la hora: las siete y media: doce horas y media casi sin parar. Con una buena fundida por mi parte, vamos comentando en el coche lo bien que lo hemos pasado. Gran jornada de montaña, que es lo que veníamos buscando.



Respecto a la vía, la roca quizá no está a la altura de sus vecinas, pero por otro lado, es una vía larga, moderada de grado y que no tiene prácticamente nada de material, con lo que da juego para practicar el cacharreo. Concluimos ambos que es una vía para coleccionistas. Nos alegramos de haberla hecho.

En estas semanas, mi amigo Alberto ha publicado un nuevo libro que ayuda a disfrutar de estos lugares tan espectaculares: Ediciones Cordillera Cantábrica
Ya apetece ponerse a caminar con ver la foto de la portada...

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Gijón 5:20 h
Llovio 6:00 h
Pandecarmen 7:00 h
Pie de vía 10:00 h
Arista 14:00 h
Cumbre 3ª Cebolleda 15:00 h
Fin Rápeles 16:00 h
Vegarredonda 18:00 h
Pandecarmen 19:30 h

Con Fernando un placer, como siempre.
Al día siguiente, jueves, a currar como si tal cosa.