LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO
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martes, 30 de abril de 2024
Integral de Ubiña
Sentados en el hormigón de la base del vértice geodésico mientras comemos un bocado, observo a la gente que nos rodea.
Cuando llegamos no había nadie, pero en pocos minutos esto se ha puesto muy concurrido. Gente en pantalón corto y camiseta, algunas hasta de tirantes. Zapatillas más que botas. Algunos bastones, pero no piolets.
Unos charlan animadamente, otros buscan el mejor encuadre y se graban vídeos para sus redes sociales.
Toda esta gente viene de la normal desde el collado Ronzón, la normal de Peña Ubiña. En esta cumbre y en esta época del año, lo normal es que las botas, piolet y hasta crampones sean casi imprescindibles. Este año se ha adelantado la primavera-verano y casi suben en seco.
Nosotros aún tenemos el arnés puesto con material colgando, y por supuesto el casco. Acabamos de llegar de hacer la integral del macizo y eso requiere nuestro equipo.
Claramente estamos fuera de lugar.
Al rato recogemos y nos tiramos abajo por la pala de nieve de la Fana, perdiendo altura rápidamente, rodeados de ambiente de montaña y volviendo de nuevo a la soledad que nos ha acompañado todo el día.
13 abril 2024
Integral de Ubiña: Fontán Norte, Fontán Sur, Crestón Pasumalu, Siete, Tercer, Segundo y Primer Castillín, Puerta de Arco, Peña Ubiña.
Rubén Díaz
El invierno se ha pasado sin darnos opción. Venimos a Ubiña buscando un poco de ese ambiente de montaña que echamos de menos.
Salimos de Gijón a las siete.
La previsión para el día es de buen tiempo y temperatura alta. Llevamos poca ropa. El cielo está despejado.
De material hemos cogido 2 cuerdas de 30 m y 8 mm, 6 express, 6 friends, piolet y crampones.
A las ocho y media arrancamos de Tuiza.
Al llegar al Meicín empezamos a derivar hacia la Forqueta. Vemos bien por encima dos figuras remontando la cuesta. Paramos a coger agua en la fuente y continuamos hacia arriba.
La Forqueta no tiene nieve ya, pero hacia Cuevapalacios se ve bien blanco. La pareja que nos precedía y con los que coincidimos en el collado van a tirar hacia el Portillín por la normal. Nosotros, después de comer algo y echar un trago, nos ponemos el arnés, las polainas, el casco y sacamos el piolet. Salimos a ver qué tal está la nieve.
No hay huella así que buscamos el mejor trazado. Por zonas pisamos nieve nueva, reciente de los días previos. Por tramos está cada vez más pesada: hasta la rodilla en ocasiones. Rubén va como una moto y yo apenas le doy algún relevo testimonial. Se ha currado casi toda la apertura de huella él.
Con esfuerzo llegamos al collado con el Crestón: dejamos las mochilas y vamos hasta el Fontán Norte, que da inicio a la Integral completa que es nuestro objetivo de hoy. Al llegar a su cumbre miro la hora: son las once menos diez de la mañana. Desde aquí Peña Ubiña parece lejana.
Desandamos el tramo hasta el collado y tras sentarnos un momento a comer algo, arrancamos la arista propiamente dicha.
En el Crestón hacemos un pequeño rápel para librar un destrepe aéreo.
Este nos deja al comienzo de la expuesta travesía que hace famoso a este pico: pasos fáciles pero con mucho aire bajo los pies. La roca es típica de Ubiña, pero hoy está seca y no hace frío, hay buen tacto. Con atención voy siguiendo los pasos de Rubén que se conoce el terreno como la palma de la mano.
Superada la zona delicada del Crestón continuamos por al afilada arista, a ratos una vertiente a ratos otra, a ratos por el propio filo. La siguiente cumbre es la del Siete.
En su cima volvemos a sentarnos a echar un trago. Miro hacia los Castillines que son nuestro próximo objetivo.
Bajamos hasta el collado con el Tercero, y en su base sacamos las cuerdas para la vía de escalada de hoy: los Mierenses.
Rubén escala el primer largo, pocos metros pero más tieso, V+ atlético.
Después salgo yo delante a por el siguiente, es súper estético. Asegurando desde la reunión, con el sol recortando mi sobra y la de Rubén contra el collado sombrío, recuerdo la misma foto hace treinta años cuando pasaba por aquí con Elías y Miguel, haciendo la misma Integral con mochilas con sacos de dormir. Qué jabatos.
El siguiente largo ya es más trepada sencilla, llegamos a la cumbre y sin mucha dilación montamos el rápel para bajar hasta el collado con el Segundo Castillín.
Aquí recogemos las cuerdas y continuamos con las trepadas fáciles que pasan por la cumbre del segundo, destrepe y cumbre del Primer Castillín. Aquí nos sentamos a comer de nuevo, disfrutando el momento. Desde aquí la vista hacia la Norte de Peña Ubiña es muy buena: hay poca nieve pero algo nos va a tocar.
Destrepamos y nos acercamos a la afilada Puerta de Arco. Esta pequeña cumbre tiene en su destrepe hacia el sur algunos de los pasos aéreos más expuestos del día, especialmente por lo rota de su roca.
Bajamos con cariño y atravesamos hasta que el Pilar Norte de Ubiña nos cierra el paso. Trepadas buscando el paso entre resaltes de roca tiesos, campas de nieve, nuevos resaltes, tramos de arista aérea. La cumbre se intuye cercana.
Vemos algunas personas recortadas contra el cielo mientras nosotros seguimos escalando. Al llegar a la cima, en los metros finales la tenemos entera para nosotros. Muy contentos por la actividad, nos sentamos a descansar y disfrutar el momento. Miro la hora, nos ha llevado cuatro horas desde la cumbre del Fontán, aunque hemos venido relajados y haciendo paradas frecuentes, lo poco que nos hemos encordado hace que el horario parezca breve. Fui más rápido con Bene en el sentido contrario hace unos años, pero aquello fue en verano. Hoy venimos con los trastos de alpininismo.
Lo hemos pasado fenomenal, disfrutando de este macizo tan a mano y a la vez tan alpino.
En la bajada, al llegar al refugio nos encontramos bastantes conocidos del Club, bajamos de charla hasta el pueblo y allí rehidratamos con una buena cerveza.
Tuiza Tuiza ocho horas y media.
Gran día de montaña.
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Ubiña
viernes, 22 de septiembre de 2017
Bodas de Plata
Verano 1992
Rubén Díaz Gutiérrez, Iñaki Diez Maneiro,
Alejandro Seoane, Iván Blanco...
Urriellu, Canalona, Coteros, Peña Santa, Tajahierro, Porrubolu, Tercer Castillín...
Érase una vez hace veinticinco
años… Yo tenía diecisiete por entonces.
Llevaba poco más de un año
escalando; básicamente en escuela (antes, a las zonas de escalada deportiva se
las llamaba escuelas, porque la escalada “de verdad” era otra, en montaña).
Este verano, empecé a escalar en
montaña.
El 28 de Junio tuve mi bautismo en
escalada en montaña: había hecho mi primera vía alpina en la zona de Ubiña. Fue la vía San Claudio al Tercer Castillín (180 m, V+), con Rubén y con Ramón Juidía. Allí
Rubén tiraba de primero, metía clavos, organizaba, tenía experiencia. Ramón me
indicaba a mí las cosas en las que debía fijarme.
En aquella ocasión había ido toda
la vía de segundo.
Con trece o catorce años había
estado en Vega Urriellu con unos amigos.
Recuerdo estar allí sentado en una piedra, mirando pa la tapia flipaocon
la boca abierta, identificando las pequeñas figuras de escaladores que por ella
se movían como hormigas. Me quedé impactado. Cuando más tarde empecé a escalar,
tenía claro que allí quería subirme.
Llevábamos subiendo a la Vega Urriellu tres
fines de semana seguidos. Los dos primeros, el tiempo no acompañó. Era temprano
en la temporada y recuerdo estar con mi amigo y tocayo Diego vagando perdidos
por la nieve del Jou tras el Picu, en mitad de una niebla que podías cortar con
cuchillo. Resistiéndonos a retirarnos hasta el último momento. Al siguiente
fin de semana llovía, otra vez para abajo
con el rabo entre las piernas.
Al tercer fin de semana, por fin, el
tiempo era mejor.
El día antes subimos Rubén y yo al
refugio y matamos la tarde por allí, yo nervioso con la escalada del día
siguiente. Rubén y yo nos conocimos en las excursiones del club Torrecerredo. Un
tío muy majo y fuerte deportista. Habíamos subido el material que teníamos,
poco. En mi caso seguramente cosas prestadas. Quizá incluso el arnés. No tenía
nada. Nada, menos ganas y empuje.
Madrugamos y salimos Celada arriba
con prisa por ser los primeros en la vía: la Directa de los Martínez (180 m,
IV+). Al llegar nos preparamos y sorteamos quién tiraba: yo estaba allí para
escalar, no para que me subieran. La escalada la recuerdo vagamente, pero lo que
sí recuerdo era el buen rollo entre nosotros, cómo resolvíamos sin problema los
largos, y las maniobras en las reuniones fluidas. Al llegar arriba, la grandeza
del escenario histórico. En la cumbre, la Virgen. No la de ahora, ni la
anterior, sino la anterior a esas dos.
No tengo fotos: yo desde luego no
tenía cámara, y creo que Rubén tampoco.
Fue llegando más gente y nosotros
nos fuimos hacia los rápeles. Volví a casa feliz. Creo que yo ya estaba por entonces
enganchado a la montaña y a la escalada. Aquel 19 de Julio fue un día muy especial.
Una semana después escalé con
Alejandro en la Aguja de la Canalona, y en la torre de los Coteros Rojos. Luego en
Tajahierro… El Porrubolu con Iván, con su padre y con Iñaki, con aventura previa incluida... Semana tras semana, al monte, a
caminar o a escalar. Sin fallo.
Al mes siguiente, en agosto, hice mi
primeravía en la cara Este del Picu: la Martínez-Somoano (280 m, V+), con
Iñaki, en su primera escalada al Picu. A largos. Desde entonces fuimos cordada.
Ya en septiembre Iñaki y yo hicimos nuestra primera vía larga de verdad: la Sur clásica a Peña Santa de Castilla
(600 m V). A largos. Éramos dos mindundis. Cómo lo pasamos de bien!
Al año siguiente, en Junio, nuestra primera Oeste, ya con Miguelón. La Leiva. A largos. Siempre.
La única foto que tengo de todo ese
verano de escaladas es esta que me sacó Alejandro en la cumbre de la Canalona,
camisa de franela y pies colgando al vacío…
Así que, desde
hace ya veinticinco años, Bodas de Plata, de cuando en cuando, aún me da por ir a
subirme por las rocas. Será que lo paso bien.
Para mí sin duda fue un verano mágico el del año 92.
lunes, 3 de junio de 2013
Fin de temporada en Ubiña
Domingo 26 Mayo 2013
Pablo Luque
A veces me cuesta encontrar compañero. Y no es de extrañar.
Estos planes no le apetecen a todo el mundo:
- la previsión meteorológica era regular tirando a mala,
- las referencias en cuanto a condiciones de la nieve muy pobres,
- las probabilidades de pegarse el madrugón, pegarse el pateo-porteo y
encontrarse con que finalmente no consigues hacer nada, eran muy altas.
- era mucho más inteligente ir a trepar en roca en alguna escuela leonesa
y cuando empezara a llover tirar para casa
…Pero la cabra tira al monte.
A las diez y media de la noche del sábado, haciendo la
mochila en el trastero, me llama Pablo para negociar: de la idea inicial de
tirar a Picos con objetivo poco claro (inicialmente al Neverón) me convence
para cambiarnos hacia Ubiña. Parece que el mal tiempo (que seguro va a llegar)
entra antes por el oriente, así que cuanto más hacia Galicia, más horas de
estabilidad. En teoría.
Con este cambio tampoco madrugaremos tanto. Hay menos
coche y menos aproximación.
A las siete en la Pola hay seis grados, no ha helado. A
las ocho en Tuiza hay ocho grados, y aquí tampoco ha helado.
Visto desde el parking hay menos nieve de la que
esperábamos encontrar, y con este calor previsiblemente estará blanda, aunque
nunca se sabe. Con idea de poder adaptarnos a la opción que se presente mejor,
llevamos hasta pies de gato. Con una cuerda cada uno, algo de hierro repartido,
los dos piolets, los crampones… llevamos una mochila de verdad: parece que nos vamos
al Trango. Al menos dejamos en el coche los tornillos (mis tornillos tienen
muchas horas en la mochila y muy muy pocas en el hielo), que ya vamos a pasear
bastantes trastos… quién sabe si para nada!
El Meicín llega pronto. De camino vemos en las laderas
las marcas dejadas por las grandes avalanchas de este largo invierno. Sabemos
que está Luis porque abajo aparcamos detrás de su coche, pero es temprano y no
queremos molestar, así que cargamos agua y seguimos para arriba. Seguimos ahora
en dirección a los Castillines.
La Norte clásica de Peña Ubiña parece que se podría hacer, pero la nieve que estamos empezando a pisar está algo blanda… no la íbamos a disfrutar. Seguimos hacia arriba pensando ahora en hacer la integral de los Castillines, y continuar luego si podemos en dirección a los Fontanes, para sumar alguna cumbre más.
La Norte clásica de Peña Ubiña parece que se podría hacer, pero la nieve que estamos empezando a pisar está algo blanda… no la íbamos a disfrutar. Seguimos hacia arriba pensando ahora en hacer la integral de los Castillines, y continuar luego si podemos en dirección a los Fontanes, para sumar alguna cumbre más.
La huella que venimos aprovechando es de bajada, y las
zancadas no le valen ni siquiera al 1.90 de Pablo. Charlando de la omnipresente
crisis, de la burbuja inmobiliaria y otros apasionantes temas, con esfuerzo
ganamos finalmente la línea que divide Asturias y León.
En el collado entre el Puerta de Arco y el primero de los Castillines hay poca nieve, vamos pisando entre la roca suelta y la gravilla. Cuando nos dirigimos a la segunda cumbre, un tramo de nieve helada nos obliga a poner los crampones. Aprovechamos ya para poner el arnés. La nieve dura se termina pronto y volvemos a pisar roca.
En la cumbre del segundo Castillín, la cosa se afila: los cortes hacia ambas provincias ya son de decenas de metros y los pasos empiezan a ser aéreos: nos encordamos a treinta metros y ahora sí, vamos disfrutando de la trepada: fácil pero aérea, con ambiente. Alternando la cabecera progresamos a ratos en una vertiente y a ratos en la otra, a veces en roca y a veces sobre nieve.
En el collado entre el Puerta de Arco y el primero de los Castillines hay poca nieve, vamos pisando entre la roca suelta y la gravilla. Cuando nos dirigimos a la segunda cumbre, un tramo de nieve helada nos obliga a poner los crampones. Aprovechamos ya para poner el arnés. La nieve dura se termina pronto y volvemos a pisar roca.
En la cumbre del segundo Castillín, la cosa se afila: los cortes hacia ambas provincias ya son de decenas de metros y los pasos empiezan a ser aéreos: nos encordamos a treinta metros y ahora sí, vamos disfrutando de la trepada: fácil pero aérea, con ambiente. Alternando la cabecera progresamos a ratos en una vertiente y a ratos en la otra, a veces en roca y a veces sobre nieve.
Llego al colladito entre el segundo y el tercer pico: escarbando
un poco en la nieve encuentro una reunión con un par de clavos. Me anclo y
recupero cuerda hasta que aparece Pablo. Por encima tenemos ahora un paso de A0
para salir después a unas llambrias con canalizos que dan a la cumbre del
Tercer Castillín.
Da pereza, pero habiendo traído los gatos sería tontería
no usarlos. Haciendo equilibrios me quito las polainas. Luego una bota, me
calzo un gato. Ahora otra bota, me calzo el otro gato… Menos mal que hemos
sacado la otra cuerda, porque aunque no haga falta, porque si me tengo que
levantar por aquí con ese petate y con el peso añadido de las botas… Son solo
dos movimientos de A0: primero me agarro a un clavo que ya era viejo cuando
Udaondo empezó a escalar, y estirando a tope llego a chapar un spit también con
solera. De ahí para arriba es fácil y está muy clavado. A los pocos metros
llego a la reunión y recupero cuerda. Las manos se quedan algo tiesas al contacto
con la roca.
El cielo empieza a tener una capa de nubes altas cada vez más densa. Por debajo, el mar de nubes antes sólo en el valle, también va ganando cota. Estamos en una franja limpia, que se supone que desaparecerá a eso de las dos de la tarde. Sin viento ni frío, disfruto de las vistas.
Llega Luque que continúa trepando hasta la cumbre buscando la reunión para rapelar hacia el collado con el Siete. No se ve bien, pero yo creo recordar dónde está: la localizo y empiezo a montar el rápel. Salgo delante colocando las cuerdas. Una plancha de hielo de varios metros se desprende cuando la piso: “el invierno se acaba ya” pienso. Como precaución contra atascos, hacemos dos rápeles de treinta metros. En el collado con el Siete recogemos los trastos. La tentación de echarnos hacia el valle nos asalta, pero es pronto y podemos hacer algo más aún.
Después del Siete yo creía que podíamos coger bajada antes de llegar al Crestón. En la arista, nos asomamos sobre Cuevapalacios: primero tenemos grandes cornisas de nieve húmeda, después unas palas inclinadas de nieve pesada con solución incierta, eso unido a un cielo cada vez más cubierto nos hicieron pararnos en seco. Las opciones eran claramente dos: seguir hacia el Crestón y los Fontanes, o darnos la vuelta y volver a hacer cumbre en el Siete por terreno conocido. El estado de la nieve no parecía bueno como para tirar al Pasu Malu, así que en poco más de un minuto teníamos clara la decisión y ya retrocedíamos.
La bajada del Siete es aérea y conviene no despistarse. El tramo final para llegar a la nieve nos obliga a agudizar los sentidos: cara a la pared destrepamos un diedro de roca de calidad dudosa, mojado a tramos por chorretones de nieve fundida. Vamos encontrando primero un clavo con un cordino (parece un descuelgue), luego un puente de roca equipado, luego otro clavo: sin duda estamos destrepando un largo de escalada…
El cielo empieza a tener una capa de nubes altas cada vez más densa. Por debajo, el mar de nubes antes sólo en el valle, también va ganando cota. Estamos en una franja limpia, que se supone que desaparecerá a eso de las dos de la tarde. Sin viento ni frío, disfruto de las vistas.
Llega Luque que continúa trepando hasta la cumbre buscando la reunión para rapelar hacia el collado con el Siete. No se ve bien, pero yo creo recordar dónde está: la localizo y empiezo a montar el rápel. Salgo delante colocando las cuerdas. Una plancha de hielo de varios metros se desprende cuando la piso: “el invierno se acaba ya” pienso. Como precaución contra atascos, hacemos dos rápeles de treinta metros. En el collado con el Siete recogemos los trastos. La tentación de echarnos hacia el valle nos asalta, pero es pronto y podemos hacer algo más aún.
Después del Siete yo creía que podíamos coger bajada antes de llegar al Crestón. En la arista, nos asomamos sobre Cuevapalacios: primero tenemos grandes cornisas de nieve húmeda, después unas palas inclinadas de nieve pesada con solución incierta, eso unido a un cielo cada vez más cubierto nos hicieron pararnos en seco. Las opciones eran claramente dos: seguir hacia el Crestón y los Fontanes, o darnos la vuelta y volver a hacer cumbre en el Siete por terreno conocido. El estado de la nieve no parecía bueno como para tirar al Pasu Malu, así que en poco más de un minuto teníamos clara la decisión y ya retrocedíamos.
La bajada del Siete es aérea y conviene no despistarse. El tramo final para llegar a la nieve nos obliga a agudizar los sentidos: cara a la pared destrepamos un diedro de roca de calidad dudosa, mojado a tramos por chorretones de nieve fundida. Vamos encontrando primero un clavo con un cordino (parece un descuelgue), luego un puente de roca equipado, luego otro clavo: sin duda estamos destrepando un largo de escalada…
Una vez en la nieve la única preocupación es no fastidiar
una rodilla en esta masa tipo pescadería. Finalmente no está tan mal y perdemos
altura rápidamente.
Inmersos en la nube llegamos delante del refugio, donde nos
encontramos con un chaval, el primero que vemos en el día. Viene ataviado de Trail
runner hasta el último detalle, con bastones y tal. Nos saludamos y sale trotando
grácilmente por delante de nosotros. Desaparece engullido por la niebla de la
bajada. Sorprendentemente llegamos al pueblo casi a la vez. Por lo bajini
comentamos que si yendo charlando, con botas de invierno, diez o doce kilos de
mochila y mi hándicap de cadera, nos ha sacado apenas medio minuto, como lo
hubiéramos cogido hace una temporada y en plan ligero, de la pasada le arrancamos
las pegatinas de Salomón... Claro que el tipo igual venía desde el Espigüete,
eso no lo sabemos… ¡Qué boca tenemos!
En el parking reconozco algún coche: sé que hoy está por
aquí Rosa, con las Unaauna, y con compañeros y amigos míos que han venido a la
Ubiña. Seguro que lo están pasando bien.
Quitarse las botas húmedas, un placer barato.
1.100 metros desnivel, algo de nieve, algo de roca, algo
de incertidumbre. Aunque Pablo reniegue ahora, sé que la próxima vez picará de
nuevo: lo pasamos como los indios. Si es que, como dice uno que yo me sé, a los que nos
gusta el barro…
Gijón 6:40 h
Pola Siero 7:00 h
Tuiza 8:00 h
Inicio pateo Tuiza (1.230 m) 8:20 h
Cumbre Tercer Castillín (2.396 m) 12:15 h
Cumbre Siete (2.356 m) 13:00 h
Tuiza (1.230 m) 14:45 h
Gijón 16:30 h
viernes, 7 de enero de 2011
Cierre de año en Ubiña
31 Diciembre 2010
Pablo Luque
Puerta de Arco (2221 m), antecima Primer Castillín (2252 m) y Segundo Castillín (2299 m)
Quedamos para cerrar el año en ir hasta Ubiña, ya que los esquíes estaban mejor en casa que rayándose por encima de las piedras: la nieve que quedaba era poca y seguramente de mala calidad. Con todo y eso, uno nunca sabe y vale más cargar con los trastos por si resulta que una helada inesperada pone las cosas crujientes: metimos una cuerda, unos fisureros y unos pitones roca, y cómo no, flipaos de nosotros, un par de tornillos de hielo.
El ambiente está muy guapo con jirones de niebla que se enganchan en las aristas, rayos de sol que se cuelan a ratos, nieve helada en zonas, roca coloreada de líquen...
Pablo Luque
Puerta de Arco (2221 m), antecima Primer Castillín (2252 m) y Segundo Castillín (2299 m)
La nube empieza a asomar desde León |
En Tuiza la nube entraba y salía de Peña Ubiña, la nieve estaba muy alta y el verde de los prados se destapaba más de la cuenta para la época del año. Sin más coches en el parking, a las nueve y media arrancamos por las empinadas cuestas de la salida del pueblo sin tener claro el objetivo: la norte clásica asturiana a Ubiña, el canalón del Infierno al Fariñentu, intentar la integral de los Castillines... La primera parecía escasa de nieve, el segundo seguramente igual, así que optamos por intentar la tercera alternativa, a ver si hay suerte.
Al Meicín llegamos rápido, seguimos ganando altura a la vez que vamos dando alcance a tres tíos que suben por delante. Los pasamos a la altura del desvío a la Forqueta del Portillín.
Los Castillines, con su clásica estampa |
La nube que entra y sale de Ubiña deja ver la escasa carga de nieve en la diagonal primera de la norte, y si está tan blanda como la que pisamos, mejor dejarlo para otro día. Tiramos hacia los Castillines: la cuesta abriendo huella cansa, así que nos vamos alternando delante. No hace mucho frío, pero sí algo de viento que nos hace ponernos las chaquetas cuando nos paramos en el collado entre Puerta de Arco y el primer Castillín: nos ponemos el arnés y el casco y salimos hacia arriba. A los pocos metros paramos a poner los crampones, que empiezan a hacer falta.
Caprichos geológicos |
La trepada a la cumbre del primero tiene un pequeño resalte de roca desde el que salimos a la arista, que hace una antecima: la cumbre real está a unos diez metros a la derecha, pero está muy aéreo y decidimos dejarla sin hacer.
El ambiente está muy guapo con jirones de niebla que se enganchan en las aristas, rayos de sol que se cuelan a ratos, nieve helada en zonas, roca coloreada de líquen...
Antecima Primer Castillín, al fondo el Segundo |
Destrepamos con cuidado los pasos que acabamos de escalar y tiramos hacia el segundo. Una pala de nieve, un colladito y un corto resalte mixto nos ponen en la cumbre.
Nos ponemos a mirar lo que tenemos para llegar hasta el collado con el Tercero: aquí empieza la escalada, arista aérea que requerirá cuerda y colocar algún trasto. Vemos una chapa que sirve de instalación de rápel hacia León. Antes de liarnos, echamos una cuenta rápida: si no tenemos problemas nos llevaría como mínimo unos cuarenta minutos hasta el collado, de ahí a la cumbre del Tercero otra media hora mínimo, siendo rápidos. De la cumbre hay un pequeño paso de arista y dos rápeles de treinta metros hasta el collado con el Siete, ponle otros cuarenta minutos, y de ahí el canal hacia el Meicín, otra media horuca. Eso si no se tuerce nada, y el cielo indica que por poder, se puede torcer y rápido...
Entre una cosa y otra ya son la una y cuarto: Hoy no es día para armarla, hay que estar en casa pronto. Nos retiramos.
El equipo Amarras batiéndonos en retirada |
Nada más darnos la vuelta pensamos en Puerta de Arco, para hacer otra cumbre antes de tirar para abajo.
Al fondo primer y segundo Castillines |
Charlando recorremos el camino ya cubierto y pasamos a la pala que sube a la siguiente cumbre: en pocos minutos estamos en la cima y volvemos a emprender el descenso, esta vez sí, hacia el Meicín.
La nieve en la bajada está peor que cuando subimos: una calidad que decidimos denominar "Pescadería", o incluso "Pescadería-de-país-tropical-a-las-cuatro-de-la-tarde" en la que te hundes hasta el eje y no cuesta abrir zanja (hacia abajo): da bastante mal rollo. Que no falte el humor.
Como esto no enfríe, lo que queda se va en dos días; vamos a tener que sacar de vuelta la bicicleta y los pies de gato. Llegamos al coche a las dos y media pasadas, comemos algo mientras nos cambiamos y para casa. A las cuatro estoy en el trastero deshaciendo la mochila, contento con el paseo de fin de año, y con la decisión tomada; quién sabe si ahora estaríamos intentando desatascar la cuerda de un rápel, en mitad de la nube...
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