LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

sábado, 19 de junio de 2021

De paisanos, Ogros y Margaritos


"The games climbers play" es un tocho de 600 páginas que recopila relatos variados de escalada, desde expediciones a bulder, de roca y de hielo, divertidos y serios, trágicos y cómicos. Eso sí, casi todos ellos tienen 40 años o más. 

Compré este libro en Inglaterra hace más de veinte años, y de cuando en cuando lo cojo, me leo dos o tres historias, y lo vuelvo a colocar en la estantería, junto con los demás. 

Uno lee aquí el relato del señor Doug Scott acerca de su odisea para bajar de una de las montañas más difíciles del mundo, habiéndose roto los dos tobillos cerca de la cumbre, y no puede más que flipar, y darse cuenta de cuán margaritos somos... Tamos de yogur, de actimel... 


lunes, 14 de junio de 2021

Mi juguete favorito

Soy como un niño. Y espero seguir siéndolo. Tengo mis juguetes. Muchos y variados. 

Tengo juguetes para la nieve, para el hielo, juguetes para la roca, juguetes para el agua... Juguetes para acampar, para esquiar, para escalar, para bucear. También hay por casa algunos juguetes de mis hijos, pero mayormente son cosas mías. 

A lo largo de mi vida, los juguetes han ido variando, o ganando protagonismo unos sobre otros, según las temporadas y las modas. Pero hay uno que se ha mantenido presente desde muy niño, y que aún hoy lo está: la bicicleta. 

Recuerdo bien todas las bicicletas de mi vida. La primera fue una pequeña BH, de niño, azul, preciosa. Mi hermano la tenía igual pero roja, también muy bonita. En ellas aprendimos a pedalear, en ellas nos dimos nuestras primeras vueltas a nuestro aire, en radio corto claro.

La segunda fue una Bicicross, roja, también preciosa. Con esta descubrí la libertad. Fue la bicicleta de la preadolescencia. Primeros escardeos fuera de las fronteras acordadas. 

La tercera fue una California, azul y amarilla, muy viva. Saltos, derrapes, caballitos...

A partir de esta empezaron las bicicletas de montaña. Recuerdo leer una revista Pirenaica con un artículo sobre mountain bike. Me quedé alucinado leyendo y viendo las fotos, imaginando las posibilidades... 

Mi primera bicicleta de montaña la compré con el dinero ganado en un concurso, no recuerdo si fue de dibujo o de redacción. Lo que sí recuerdo bien es la bici: una MBK roja, dieciocho marchas, frenos cantilever. Maravillosa. Me la robaron a los pocos meses, vaya disgusto, pero ya había probado sus muchas posibilidades y había visto ampliarse mis horizontes. 

Después del robo tuve por unos años otra mountain bike BH, azul, un fierro... No iba bien. 

Con un dinero ganado dando clases particulares durante el verano me compré mi siguiente bici: mi primera Trek, azul, de acero, frenos VBrake, preciosa. Se la compré a Javi y Rosa en su tienda Ciclos Morán en Oviedo. 

Con esta hice mil excursiones. Primero sin horquilla de suspensión, luego con ella. Frenos V brake. Dormía en el garaje de mi padre. Un día descubrí que me habían robado los frenos. Desanimado la guardé una larga temporada en el trastero de mi gran amigo Estivi. La sigo teniendo. En ella he llevado a mis dos hijos desde bebés , y en ella se han aficionado ellos a la bicicleta. 

En la misma época que nació Javi me compré mi segunda Trek. Aluminio, negra, preciosa. También se la compré a Javi y Rosa. Gasté varios juegos de coronas, cadenas. Cambié de horquilla y sigue funcionando perfecta. 

Este año, cuando la Negra ya había cumplido diez años, me surgió una gran oportunidad a través de mi grupo BT-Tú. Le compré a un amigo una bicicleta de 29", carbono, roja, preciosa, y casualidades de la vida, Trek de nuevo. 

Pepino de bici que ya me está dando alegrías desde el primer día...

Tres décadas, tres Treks. Acero, aluminio, carbono. 




La negra la ha heredado Javi, con un cambio de potencia para adecuar la geometría a su talla. 

Sin duda alguna, mi bicicleta, cada una en su momento, ha sido siempre mi juguete favorito. 

jueves, 3 de junio de 2021

El renacer

Primavera en Sajambre.

Levantarme antes que la familia, y sin desayunar, salir a caminar. 

Salgo del pueblo remontando con esfuerzo por el camino que sube hacia los Collados. Al llegar a Valdelosciegos me desvío a la derecha, hacia el puerto de Barcinera. 


Niebla densa, a ratos casi moja. En Llagubeño admiro la luz tenebrosa a pesar de la época del año y la hora.

Entro en la zona de bosque, esplendoroso con su nuevo manto. Mágico con esta nube, brotes verdes en cada rama. El renacer de la vida.

Me paro de trecho en trecho a disfrutar cada recodo, siempre con la esperanza de ver algún bicho. No tengo suerte más allá de algún pájaro que, escandaloso, denuncia mi presencia.

Las nubes bajas impiden ver los perfiles. La perspectiva limitada a lo cercano.


Llegando a la Cotorra, con caminar silencioso, pisando con atención, bruscos galopes cercanos de corzos asustados, huyendo veloces.

Me siento un rato en la cumbre, rodeado de nube, con menos de veinte metros de visibilidad. A los pocos minutos llega el primer rebeco, no me ha visto, avanza tranquilo a su aire hasta que me descubre y asustado pega dos saltos al vacío y desaparece en el gris.

Minutos después aparece otro rebeco, este me ve de más lejos y ya no se acerca más.

Emprendo la bajada y a los pocos metros tengo que volver a subir al hito de la cumbre a reorientarme: es increíble cómo la niebla te deja descolocado a pesar de conocer bien el lugar.

De camino hacia la pista se me cruza un nuevo corzo al galope.

Soledad acompañada, acompañada por los animales.

Cuando llego a Barcinera, dudo entre volver por donde he venido, o cortar directo por el bosque. Me echo al bosque: entre los regatos de la Regona y los Cañedos, buscando el mejor camino, orientado únicamente por la cuesta abajo a seguir. Angulo pronunciado. Sin camino. 

Caminar entre ramas y hojas en la pendiente, ayudado por los bastones. Encuentro de cuando en cuando trazas de animales, bien marcadas, en sus idas y venidas, secretas para nosotros. Casi siempre son horizontales, así que apenas me sirven. 

Más abajo, en lo más profundo del bosque, me encuentro el rastro claro de lo que en su día fue un camino: mi suegro me habla de estos caminos hoy perdidos, me relata cómo patrullaban estos lares, siempre atareados, siempre arriba y abajo, de acá para allá, tras las vacas, tras las cabras, la dura vida del monte. Tan vigente hasta hace pocas décadas, desde que hay memoria...

Sigo bajando hasta llegar a Miraño. Prados, antaño joyas para la gente que necesitaba la hierba para sus animales, para sus inviernos. Hoy día, poco a poco, abandonados por unos, cercados por el bosque que recupera su terreno.

Casi tres horas de paseo sin ver a nadie.

Llego a casa. Al rato salimos todos de paseo. 

Primavera en Sajambre. Pilas cargadas. 

Cuánto lo había echado de menos estos meses.