LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

jueves, 17 de enero de 2019

Retirando, que es gerundio

Sábado 22 diciembre 2018
Nando del Pozo, Joaquín Piñera
Arista Sureste Portillín Oriental (2.229 m, 400 m IV)


Primer día de invierno y primera retirada. Empezamos bien.
Y digo invierno porque es lo que dice el calendario, porque la realidad es que desde la gran nevada de finales de octubre no ha caído más. Y no solo eso, sino que las temperaturas parecen casi veraniegas.

Llevábamos mucho sin quedar, así que además de convocar a Nando, había llamado a Juaco: la actividad propuesta encajaba bien para los tres en todos los sentidos.


En el parking de Tuiza, además de disfrutar una espectacular luz de amanecer,  coincidimos con Emilio, Julio y otro amigo que van con nuestra misma intención. No me preocupa porque es una arista tumbada, es decir, vayamos delante o detrás no hay riesgos. E imagino que si hay que adelantar, sea quien sea, no habrá tampoco problemas de espacio.
Salimos cuesta arriba con esfuerzo, a pesar de que vamos ligeros: somos tres y yo he decidido llevar una sola cuerda (algo que luego desencadenará decisiones).



La subida hasta el Meicín es rápida y cómoda. Desde aquí camino a la Forqueta la cosa se pone más cuesta, pero los prados por los que circulamos, las vistas del amanecer del macizo y las ganas de escalar lo atenúan.  Cogemos agua en la fuente Bachao  y desde aquí ya vamos mirando hacia la entrada a la arista objetivo del día. Los otros tres amigos nos siguen los pasos de cerca.


Una vez debajo del corredor que da acceso a la arista, empezamos a trepar desencordados. Nando y yo llegamos al colladín en la arista y le echamos un cabo a Juaco que viene por detrás. La verdad es que el terreno aquí está un poco desagradable: nieve blanda, tierra resbaladiza y roca fracturada con hierbajos en medio.


Una vez agrupados nos ponemos los trastos y arranco yo atado en la mitad de la cuerda para dejar dos cabos a 30 metros a cada uno de ellos. Son las diez y media de la mañana: no hemos madrugado demasiado, y llegar hasta aquí lleva su tiempo (casi dos horas a buen ritmo). Vamos todos de botas, pero el terreno es ideal para esto: trepada muy sencilla entre bloques.


 La roca, para ser Ubiña y ser los Portillines es realmente buena: ofrece bastantes fisuras en las que colar Friends y fisureros, así como múltiples bloques para lazar.
Vamos remontando la arista: es tumbada pero muy bonita. Yo que voy delante tengo buenas vistas de mis colegas y de la otra cordada recortados contra el vacío del valle Covarrubias, con el telón de fondo de la Mesa y el mar de nubes en los valles. A la derecha se levantan Cerreos  y peña Ubiña, esta última grande  y aún con algo de nieve en la vertiente norte. Continúa la vista hacia Puerta de Arco y los Castillines. El macizo es pequeño pero muy alpino.
Estiramos tramos ensamblados con pequeños largos. Vemos a Juaco algo desentrenado. Yo intento estirar más los ensambles, pero la cuerda se tensa a menudo, y siempre es más seguro tener una reunión montada.


La otra cordada viene en cuerda doble y estirando largos, pero no más rápido que nosotros. Mantenemos la distancia con ellos a pesar de lo lento de nuestro ritmo.
La escalada es bastante uniforme, y salvando algún paso puntual, la dificultad muy similar todo el tiempo. Llegamos a un tramo más tumbado que por unos cuantos metros nos deja en la base del tramo final, más aéreo, y donde se intuye el diedro que da el máximo grado a la arista. Tenemos intriga por cómo será. De repente, una voz de Emilio, la cordada amiga, nos anuncia que se retiran: van lentos y no lo ven claro. Nosotros, que les sacamos unos ochenta metros de arista, seguimos adelante. Pero pocos metros después, mientras espero con Nando a que llegue Juaco a un relevo, echamos cuentas de nuestra propia situación. Son las dos de la tarde. No hemos traído frontal. No traemos gatos. Venimos con una sola cuerda y el descenso les da respeto. Y Juaco viene extrañamente despacio desde hace rato.
Sumamos horas por tramos y el resultado nos da que vamos a bajar a oscuras…
Con Juaco confirmamos la decisión. Damos una voz a Emilio y Julio para que nos dejen las cuerdas en el rápel, que se las bajaremos nosotros.


Ahora nos queda bajar hasta allí.
Juaco se para antes de llegar a nuestro punto más alto, monta un bloque. Nando destrepa asegurado desde arriba por mí, y a continuación destrepo yo.


Ahora, sin perder tiempo, monto una reunión con dos Friends y ato la cuerda en simple. Baja delante Juaco y apurando hasta el último metro alcanza la reunión del rápel con las cuerdas de los amigos.
Nando rapela ahora colocándome seguros a mí, que tengo que destrepar.


Destrepo los sesenta metros de cuerda sin problemas: los seguros que me ha dejado Nando estaban perfectos. Antes de llegar yo, Juaco ya ha rapelado hasta los neveros, luego Nando y por último yo. Retiramos las cuerdas, las recogemos y bajamos hasta el Meicín para devolvérselas a nuestros benefactores.



En el refugio, mientras comemos algo, miro la hora: son las tres y media.
Después de todo, pienso, podríamos haber continuado. Se nota que no me gusta retirarme, pero a veces, una retirada es una victoria…


Juaco es uno de mis compañeros habituales de cordada desde hace veinticinco años, y va a seguir siéndolo. Voy a ponerlo a entrenar…
Una cordada es tan rápida como su miembro más lento.
La cordada es un equipo, y como tal funciona: para lo bueno y para lo malo.

Volveremos.

sábado, 12 de enero de 2019

El inspector de Hacienda Alpinista

Uno tiende a flipar con las fotos y los vídeos de los gallos que pululan por ahí, haciendo cosas increíbles. En general estos son chavalería aún sin miedo a la muerte o verdaderos profesionales de la montaña y la escalada, dedicados en cuerpo y alma al asunto. Muchas veces son una combinación de ambas cosas. Eso desde luego no le quita mérito a lo que hacen. Pero es que cuando uno ve las cosas que hace el amigo Mick Fowler con sus colegas, a mí los otros simplemente me impresionan menos.

El tipo es un currante de oficina a tiempo completo (ahora ya está jubilado), con esposa y dos hijos (y lo que esto supone) y encima viviendo en Inglaterra, donde las posibilidades de hacer montaña o escalar son realmente escasas, es simplemente alucinante lo que escala el señor.
El tío tiene una trayectoria simplemente espectacular, que empezó en grandes cordilleras en 1987 en el Spantik, casi nada.

Acabo de leer su último libro, y lo he leído en inglés:

"No easy way, the challenging life of a climbing taxman"

que lo que podríamos traducir por:

"Sin camino fácil, la desafiante vida de un inspector de hacienda escalador"

Descripciones espartanas de escaladas increíbles (algunas de ellas ganadoras de Piolets D´Or), sin hablar ni una sola vez de grados de dificultad, sin apenas fotos (pero las que hay son alucinantes), sin croquis... Con una sorna y una ironía buenísimas, especialmente cuando se ríe de sí mismo.

Te puede estar contando de un vivac en el que se estaban escurriendo de una mínima plataforma en mitad de una tapia tremenda en una montaña virgen con expresiones del tipo "no era tan cómoda como nos hubiera gustado".
O de cómo su colega con una cagalera total, continúa escalando cagado encima durante cinco días y dos de bajada. Y lo que supone compartir con él una tienda mínima:"no era el ambiente más agradable en el que he estado"...
Te habla de las aproximaciones, de los yaks y de la gente con el mismo detalle que de las escaladas. Describe sus entrenamientos en casa o te cuenta cómo a veces, entre un viaje al Himalaya y el siguiente (va con carácter anual), no se ha puesto los crampones ni una sola vez!! Y entonces llega allí, a un valle completo sin explorar, y va y se abre un viote de miedo en un pico de esos que te retraen las gónadas.
Y con ese mismo tono te habla de su diagnosis de cáncer y de cómo seguir tirando palante.
Sesenta y pico tacos y con planes como para varias vidas...
Le quita importancia a lo que hace, y destila una pasión incontenible por las montañas y el alpinismo en su estilo más puro.

El libro es pura flema británica. Recomendable al cien por cien. Un crack total Mick Fowler.