LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

miércoles, 22 de febrero de 2012

Foqueando por Pajares

Sábado 18 Febrero 2012
Peña Celleros, Pajares
Nando Pozo y Manolo


Arista cumbrera de Celleros, al fondo las Marías como polos
La nieve por fin ha llegado y su ansiado manto blanco se extiende por la cordillera.
Hace tres semanas subíamos a Ubiña sin tocar nieve hasta los 2.300 metros: parecía que este año íbamos a tener un invierno totalmente seco, y ya casi estaba resignado.




Después de las nevadas, a la espera de que los días de estabilidad y sol asienten y transformen la nieve, para poder volver a acercarnos a las cumbres más alpinas con ambiciones de escalada, siempre es para mí un buen sustituto esta otra variante de los muchos placeres invernales: el esquí de travesía.



Una mañana de sol, con un par de amigos, disfrutando las sensaciones de foquear trabajosamente ladera arriba, para descenderlo más tarde en unos pocos pero intensos minutos.
Admiramos las caprichosas formaciones de nieve que el viento ha dejado agarradas a los postes de hierro del cierre de esta arista, arista que separa aguas vertientes y provincias. Afiladas esculturas de nieve helada que marcan, como veletas estáticas, la dominancia de fuertes vientos del suroeste en días pasados.



Hoy reina la calma, y mientras repetimos el ritual de quitar las pieles, abrigarnos, y apretar las botas, nos deleitamos con las vistas. Charlamos despreocupadamente imaginando múltiples excursiones en todas direcciones.



La bajada siempre se disfruta más intensamente después de haberla ganado metro a metro: encadenamos los giros en una pala con la nieve en unas condiciones inmejorables, simplemente perfectas.




Yo, aunque calzo esquíes desde pequeño, nunca llegué a aprender bien la técnica: vamos que sobre las tablas me siento terriblemente torpe. Me esfuerzo por vencer el miedo de los primeros giros de la temporada, y por atender a las indicaciones didácticas de los compañeros. Aunque nunca vaya a conseguir tener ese estilo que tanto envidio, desde la tensión de mis viciados gestos, creo que a mi manera sí podré seguir disfrutando de las sensaciones únicas del esquí de montaña.




Cuando ya abajo alcanzamos la pista de la estación aún es temprano, así que decidimos remontar un nuevo trecho para estirar un poco más la jornada: vuelta a poner pieles y levantar las alzas.




Después de una cerveza en Campomanes, llegamos a casa para comer.
Placeres baratos de la vida.


El curioso efecto del desenfoque de Manolo
8:00 h Gijón
9:15 h empezamos a foquear desde El Brañilín (1.375 m)
10:30 h cumbre Peña Celleros (1.864 m)
11:00 h pista de la estación
11:30 h coche
14:00 h Gijón

viernes, 3 de febrero de 2012

Cuando menos es más

Tengo clara mi posición. Para mí es importante la preservación. El impacto del hombre en el planeta es algo manifiesto, pernicioso e imparable. Las pruebas son más que evidentes: el que no las quiere ver, no las ve, pero están ahí y algunas hacen daño a la vista. Soy consciente de que formo parte del conjunto y que cada día impacto negativamente con mi estilo de vida: me lo recuerdo a diario y hago lo que puedo por reducir ese impacto.
La superpoblación y el modelo de consumo impuesto nos llevarán a la quiebra planetaria: actualmente, la humanidad quema recursos a un ritmo que necesitaría 1,5 planetas (el doble para los europeos, y otra vez el doble para los yankees). No hay opción sostenible para que el resto de la humanidad se acerque a nuestro privilegiado estándar, aunque sí que la hay para que no pasen hambre muchos de los que la pasan.  De esto podría seguir escribiendo mucho rato, de la Iglesia y su muy negativo efecto, de los intereses y la especulación de las Corporaciones, de los hipócritas imperialistas que se venden como salvadores de la humanidad cuando únicamente persiguen su enriquecimiento personal, ni siquiera nacional… Prefiero hablar de montaña.


Me gustan las montañas. Me gusta lo que se respira en ellas. Su limpieza. Su pureza. Su dureza. Me gusta su ausencia de marcas humanas.
Soy escalador hace muchos años, y como escalador que soy, utilizo medios fijos para asegurarme y para descender de las montañas. Estos medios que utilizo son marcas que se van quedando en ellas, haciendo que éstas pierdan limpieza, pureza y dureza. Y soy consciente de ello.
Las montañas y las vías que escalo me dejan tanto mejor recuerdo cuanto menor es la presencia de material fijo, y cuanto más lejos quedan las infraestructuras humanas que facilitan acceder a ellas. Y si además no hay gente alrededor, pues mejor aún. No es que sea masoquista y me guste sufrir (o sí), sino que precisamente son esa falta de marcas y esa lejanía de la gente y de lo asfaltado lo que me llama.
Las montañas son salvajes. Dan miedo. Pasar miedo y dormir mal la noche antes de algunas vías forma parte de lo que me atrae hacia ellas. De eso se trata, de encontrarse a uno mismo afrontando algo no masticado. Al menos no tan masticado como nuestra vida diaria.
Hay muchísimas montañas, paredes y vías que nunca ascenderé, por difíciles o por lejanas. Pero también hay muchas al lado de casa que no creo que nunca vaya a ser capaz de hacer, porque no tengo lo que se necesita: ya sea nivel físico o técnico, o capacidad mental. No me preocupa. Hay más. De eso se trata.

Hace unas semanas se hizo una ascensión en un estilo excelente al Cerro Torre, probablemente la montaña más fantástica del mundo. En el descenso, la cordada en cuestión sacó una parte de las más de cuatrocientas Pes que Maestri metió, compresor mediante, hace ya mucho tiempo. Lo cuentan en detalle en Alpinist. Desde entonces, la controversia se ha levantado por todas partes, y mucha gente opina al respecto, muchos de ellos criticando su acción. Yo estoy a favor.

En 1970 el Torre fue rebajado por Maestri a la altura de su capacidad, por su ego exaltado. Fue rebajado hasta el punto de llevar un compresor para ayudar a meter los buriles. ¡Un compresor! Fue rebajado hasta obviar fisuras que admitían pitones (extrañamente los dejó abajo), y seguir ciegamente metiendo expansiones, muchas de ellas de forma absurda, hasta un número de más de cuatrocientas. Sin todas esas expansiones, hoy día la montaña seguramente tendría menos de un cinco por ciento de las ascensiones acumuladas hasta la fecha. Exactamente igual que el oxígeno embotellado en los ochomiles: esto es trampa. Maestri cometió el llamado entonces por Messner “Asesinato del imposible”.

La escalada artificial no me gusta especialmente, pero no la critico. Me parece difícil técnicamente y sicológicamente dura. Dentro de la escalada artificial, se da más valor a las vías sin expansiones, y también a las hechas sin maza y clavos. De nuevo, también en esta disciplina, se valora la limpieza con la que quedan los largos y las vías. En las vías de montaña se utiliza la escalada artificial ocasionalmente, cuando el libre no es factible por las circunstancias que sean. Sin embargo, se puede recurrir al artificial sin dejar de hacerlo en buen estilo.
Para mí, un largo que consista en una riestra de buriles sin más, simplemente no es escalar. Y si estiras varios largos de esta forma, buril a buril, entonces empieza a ser una aberración. Las directíssimas abiertas por muchos sitios hace unos cuarenta años, para mí eran eso, aberraciones.
Pero no se trata sólo de las buriladas de escalada artificial. En el monte sobra hierro de muchas formas. Hace años se instalaron reuniones de spits con cable para rapelar en la Sur Clásica de Peña Santa de Castilla. En su día, después de escalar otra vía de la sur, rapelamos por ellas: una vía bastante tumbada, con terrazas y con piedras en ellas… poco recomendable. Al cabo de un tiempo, los “escaladores de la noche” desmontaron esas instalaciones. Yo estuve a favor entonces y lo sigo estando ahora. Peña Santa de Castilla tiene una vía normal mucho más sencilla y corta. Rapelar la cara sur no tiene sentido, pero no obstante, si la quisieras rapelar, se pueden montar instalaciones sin taladrar.
Se criticó duramente su retirada y se defendió la instalación con su uso en rescates. He comprobado que cuando hay un rescate se mete lo que haga falta y donde haga falta, y así es como tiene que ser.
En la cara Oeste de Urriellu sucede algo similar con los rápeles de la Murciana. Del Picu se baja por la Sur en dos o tres rápeles: no veo por qué tiene que haber instalaciones ex profeso en la Oeste, donde se requieren diez o doce rápeles. Estas instalaciones rebajan el compromiso de la pared, la hacen más accesible. Yo he utilizado esos rápeles a lo largo de los años para retirarme de la Rabadá, de la Gizon, y de la Directísima en solitario, las tres veces escapando de la lluvia. Si no hubieran estado, la cosa habría sido mucho más complicada. Hoy día ya te puedes bajar sin mayores problemas, al menos parcialmente, por Directísima, Gizon y Murciana, y seguramente por Leiva u otras vías de la derecha de la pared. Cada vez se escala más grado, pero a la vez se rebajan las montañas.

Con Juaco en Sep 2008 retirando desde el largo 13 de la Rabadá
Se montan instalaciones de rápel en montañas que tienen una vía normal por la que se puede bajar caminando… Auténticos sin sentidos.
El material de aseguramiento (friends, fisureros, etc) evoluciona, pero se añaden expansiones adicionales a vías existentes...
Hay montañas como el Cervino o el Diente del Gigante con maromas instaladas, otras tienen cadenas, peldaños, barras, cables… En las ferratas no quiero ni pensar.
Junto con las placas, cruces, buzones... Todo eso sobra, no debería estar.

Abrir vías me parece muy difícil. Yo sólo soy un repetidor (con muchas vías encima, pero un repetidor) y además no estoy totalmente en contra de las expansiones (a veces no hay alternativa lógica), pero los que llevamos un tiempo escalando en el monte sabemos lo que está bien, y lo que no tanto.
Todos comentemos errores. Lo bueno es aprender de ellos para no repetirlos, y si es posible, corregirlos. Si además se pueden corregir desde el consenso, mucho mejor claro.

Comesaña, Fonrouge, De la Cruz, Garibotti, Salvaterra, Haley… son apellidos respetados y con gran trayectoria en Patagonia. Todos ellos critican los clavos de Maestri y están a favor de su retirada. Por algo será.

En Patagonia, igual que en las montañas de aquí, y en todas partes, a menos hierro, más compromiso, más calidad de la experiencia y más respeto por el entorno y por los demás, ya sean estos del pasado o del futuro.

Como también se puede leer en Alpinist, esta acción ha sido, al menos en parte, “la restauración del imposible”.

A veces, menos es más.