LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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viernes, 27 de mayo de 2011

Valle de Samuño “Memorial Marcos Hernández”

15 Mayo 2011
Valle de Samuño “Memorial Marcos Hernández”
22.4 km, 1.500 m desnivel
Dani Martínez, Chus Rivas
lagueyo


Mi primera carrera de montaña oficial.
Después de muchos años corriendo, o como dice un buen amigo “gastando zapatillas”, y gracias a Dani que insistió bastante, por fin me animé a apuntarme a una carrera oficial.
El día amaneció nublado como viene siendo habitual esta primavera. Cuando llegué a Ciaño a recoger el dorsal,  el ambiente en la zona de la salida se veía animado de participantes y muy profesional por parte de la organización. Nos entregan una bolsa regalo con varias cosas con las que no contaba.
Va llegando más gente y entre ellos mis compañeros Chus y Dani. Estamos todos con ganas, yo con algo de nervios por empezar.
Llegada la hora, en el recinto acotado de la salida nos amontonamos los participantes bajo una lluvia fina, un buen grupo que rondará los 150. Por megafonía reclaman la firma pendiente de alguno de los apuntados. Charlando con Iván, que corre el circuito completo de carreras de montaña de Asturias, más alguna otra fuera de la región, le pregunto por la estrategia a seguir: la cosa está clara, cada uno según se ve, correr o caminar, comer y beber o no, pero en principio salir siendo conservador, que la cosa es larga…


Por fin empezamos y mientras el pelotón se va estirando ya nos vamos metiendo en un bosque espeso con cuesta pronunciada, camino embarrado y muy estrecho. Las primeras sensaciones son buenas, vamos calentando y poco a poco empiezo a coger ritmo, aún así, cada poco, la cuesta y el atasco de gente obliga a caminar.
Cuando alcanzamos el primer punto de avituallamiento me parece que llevamos una eternidad, y todavía estamos en el kilómetro 4…
Las rampas entre árboles, con piso embarrado son muy duras y lo serían mucho más aún si no fuera por el gran trabajo previo de la organización tallando escalones, marcando las curvas, balizando…


Chus y yo vamos acoplados al ritmo de un pequeño grupo que nos parece que podemos aguantar (aunque más tarde se nos escaparon), y a mí se me van sucediendo las fases de euforia, de pensar estoy como un cañón, con las de pesimismo y sensación de cansancio total, y esto no necesariamente en función de subir o bajar, cosa que vamos alternando.
Nuevo avituallamiento, km 7.5, en un pequeño collado verde, muy guapo: comemos algo de fruta y bebemos agua y acuarius. Recuperados arrancamos entonces en un descenso vertiginoso  hasta el valle, para arrancar de nuevo hacia arriba por dentro de un denso bosque donde incluso remontamos algún tramo de escalera hecha de troncos. A ratos tiro de Chus, a ratos es él quien tira de mí. El ambiente general es muy positivo, tanto entre participantes como con la gente de los controles y el poco público que nos saluda abrigados en la mañana nublada y húmeda.



El cansancio va afectando y me concentro en dosificar, acabamos de pasar la mitad del recorrido y ahora afrontamos un tramo largo de subida sobre el cordal de varias cumbres que toca crestear: aquí el terreno es más abierto, hay más luz, más de montaña, entre arbustos y rocas vamos siguiendo las banderitas que nos marcan cada pocos metros el camino. Con niebla estas banderas habrían sido imprescindibles. Chus delante me marca el paso, las sienes me laten con fuerza, el corazón acelerado en los repechos, los cuadriceps no quieren más... Por fin coronamos la última cumbre y empezamos a bajar: todo es distinto ahora, revivo, parece que no cansa y que puedes correr eternamente, aunque continuamente me recuerdo ser cuidadoso con las rodillas. Llegamos al punto kilométrico 15 y empiezo a ver más color a esto, llevamos dos horas y veinte minutos, calculamos que como mucho nos debería llevar otra hora, es el optimismo de la bajada… Volvemos a adentrarnos en un denso terreno boscoso, de luz atenuada, de atención al barro, de agarrarse de los árboles, de patinaje controlado. Las zapatillas van muy bien, suela nueva, mejor que las de Chus que resbalan más. A ratos me separo y lo espero, pero poco a poco me voy distanciando y pronto ya corro solo.

Tramos cortos de subida en medio de la gran bajada, algún llano pero muy corto y excepcional. Empiezo a notarme muy cansado. Los chavales de los controles me animan, me recomiendan por dónde afrontar los tramos complicados, y uno de ellos, mientras me tira fotos, me avisa de la cercanía del último avituallamiento, km 18. En un tramo de subida con barro profundo en el que se me quedan los pies clavados, como tantos otros en la carrera, ahora me está costando mucho mantener el trote y llegar al control.

Por fin llego, y algo colocado me paro a comer y beber un poco como en los anteriores, me noto muy cansado. Arranco de nuevo con la sensación de que los 4 km que quedan me van a costar un montón. El “hombre del Mazo” me ha visitado sin contar con él: intento mantener el ritmo a duras penas, voy solo y me cuesta. De lejos empiezo a oír las voces alegres que ya escuché varias veces a lo largo del día, siempre por detrás: vienen de un elemento veterano, con barba y pañuelo a la cabeza, que va dando ánimos a voz en grito: “Jerónimoooo!!!! Somos los mejores!!!”. Me alcanzan él y un colega, y sin contemplaciones me obliga a engancharme a ellos, me pregunta cómo me llamo y me empieza a animar sin parar, parece que revivo, me acoplo a su ritmo y nos lanzamos al tramo de bajada final de bosque, abrazando árboles, deslizando en el barro y adelantando a otros corredores a los que también anima a unirse a nosotros. En el último kilómetro ya hay más gente a los lados del camino animando y aceleramos el ritmo. Vuelvo a sentirme bien y en la recta final estiramos la zancada casi hasta el sprint, cuando por fin cruzamos la línea de meta me abrazo a Miguel, que así se llama, que me ha salvado de mí mismo y del “hombre del Mazo” en esta fase final de la carrera.

En el medio Miguel, pura energía y motivación
3 horas 21 minutos: el doble de tiempo que en mi única media maratón, pero es que los 1500 metros de desnivel y el tipo de terreno embarrado, me han hecho imposible correr más.
Ha sido una experiencia buenísima: correr y sufrir por el monte (porque he sufrido bastante), con este ambiente de compañerismo, con una gran organización. Desde luego para repetir. Me ha encantado.

4 comentarios:

  1. Sana envidia..., algún día de estos volveré a los orígenes; a pesar de la hernia y del atrapamiento acetábulo-femoral...porque lo más parecido a correr por el monte hasta el límite, es perderse por el trazado de una de sus inmensas paredes...y renunciar a eso es muy, muy difícil.

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  2. Diego, yes una máquina. La única carrera de montaña que hice fue en 2008 en Montseny.29 kms,tardé 4h y media(y eso que estaba en forma),después de arrastrame como una fregona.
    Pero lo peor vino después,4 días caminando como Chiquito...
    Es lo que hay cuando se tienen unas canillas como las mías,uno tiene que saber donde se mete. Y ye una pena, porque la sensación de correr pol monte es única.
    Saludos

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  3. Brojos, se puede disfrutar mucho sin castigarse tan a fondo, sólo hay que buscar el sitio y la compañía adecuados, y tú sabes hacer las dos cosas, ánimo que el verano ya llega, un saludo

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  4. David, máquinas los que ganan en estas cosas, que me sacan más de una hora. Lo de arrastrarse como una fregona me resulta muy gráfico y me identifico totalmente, yo bebi y comí en los avituallamientos y la verdad que apenas tuve agujetas, también cuenta que el día estuvo fresco y deshidratas menos. Mi récord son diez días de dolores y andares tipo Chiquito.

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