LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 29 de abril de 2011

Las cosas pequeñas

Sajambre
20 a 22 Abril 2011

El tiempo no daba para mucho: un manto neto de nubes gris amenazante, por zonas muy oscuras, lo cubría todo opresivamente. Dentro de lo malo, apenas llovió. De hecho, el jueves al mediodía salió un rato el sol, justo cuando salíamos de paseo por la pista hasta el mirador de los Porros. Javi iba cansado de jugar y se quedó dormido en la mochila a media subida. Sus doce kilos y medio se llevan mejor cuando son estáticos, aunque vayan desplazados a un lado… Una vez en el mirador ya volvió a la actividad incansable, corriendo, saltando, explorando los límites que le dejamos: todo es nuevo cuando apenas tienes dos años, los árboles, los caracoles, el canto de los pájaros, las cabras… Cuando la luz del sol penetra, vemos que el bosque está increíble, con un verde especial, joven, de renacer a la vida después del invierno.

Después de comer, enredando por casa, jugando con el crío y charlando con la gente en la bolera, se me ha hecho más tarde de lo que quería, pero igualmente me preparo para salir a correr un rato.
Son ya las ocho, así que creo que repetiré algún circuito conocido, de tiempo controlado: salgo del pueblo (950 metros) por la pista de Vegabaño, con ritmo tranquilo para ir calentando cuesta arriba. Por segunda vez hoy, paso por delante del desvío de los Porros, miro el reloj, dieciocho minutos. Desde aquí la pendiente afloja y la pista serpentea en un falso llano por entre el bosque. La luz va declinando y cae sin parar una lluvia fina, aunque no es suficiente para ponerme el chubasquero que llevo amarrado a la cintura.
Hasta ahora no me he cruzado más que a un chaval bajando (y será el único).
Cuando alcanzo la portilla de cierre para los coches miro otra vez el crono, treinta y seis minutos; voy algo más lento que otras veces. No me preocupa. Ya hace un rato que he decidido ir hasta la majada, por asomarme una vez más a esa vista idílica. Cruzo la portilla y continúo subiendo hasta Vegabaño. Una vez allí, abandono la pista para pisar la alfombra verde y acolchada. No miro el reloj y giro a la izquierda hacia el camino de Carombo y la Jocica. Otra vez dentro del bosque, ahora con menos luz, continúo sube-baja hasta alcanzar el puerto de Barcinera (1345 metros). Cuarenta y nueve minutos. No voy mal, a Paula le dije que correría como una hora (claramente va a ser algo más).
Inicio el descenso por lo que ahora es un camino de montaña, estrecho, irregular, embarrado a ratos, con piedras que sortear, en la luz mortecina de este atardecer nublado de abril. Hay que ir atento a los tobillos. Mi respiración se regula, me siento en equilibrio con el paisaje y con el esfuerzo.
Ya he salido del bosque y ahora troto por la hierba y entre helechos en dirección a la pista de Valdelosciegos, que viene de la Portillera de Beza, por donde pasa el Arcediano. Con los años, por fin me voy aprendiendo los nombres.
Bordeando la falda de peña Beza voy levantando la vista cuando puedo, a intervalos muy breves, para observar las cumbres en el escarpado horizonte que tengo delante: el Niajo, Pileñes, peña Ten, el Jario. Apenas unos pocos parches blancos de nieve agonizan de forma temprana en esta primavera extraña.
Voy pensando que no he visto ningún animal, ni siquiera ganado, que todavía está en cuadra o en tierras más bajas. Hoy nos han dicho que este año, a Adolfo el lobo le ha matado un montón de cabras. En estas estoy cuando de repente un gruñido a unos ocho metros a mi izquierda me indica un jabalí que huye, a los pocos segundos salen otros dos más. Menos mal, echaba de menos ver vida salvaje, aunque sea con los muy abundantes jabalíes. Reconfortado con el encuentro voy acercándome a la pista, la cojo y recorro aún por ella algún kilómetro más, ahora de fuerte desnivel, hasta el pueblo. Arrecia la lluvia y acabo poniéndome la chaqueta. 
Por fin alcanzo la fuente, paro el crono; hora y catorce minutos. No sé calcular bien la distancia, trece o catorce kilómetros, quizá más, quizá menos, y unos cuatrocientos metros de desnivel. Ha estado fenomenal; no el tiempo, sino la experiencia. Lo único malo es la molestia de la rodilla izquierda que ya venía chirriando hace rato. Ya más tarde, una vez enfrió, la molestia se transformó en un dolor sordo, que me recuerda que hay que cuidarse: quizá convendría incluso ir a ver al médico, por si resulta que hay suerte y la cosa tiene solución, y no es como yo creo, fruto de los años de caña y que ya me acompañará para siempre.


Al día siguiente, otra vez bajo cielos encapotados aunque menos,  disfrutamos de la tranquila vida del pueblo; echo una mano a mi amigo Diego a colocar una portilla en un prao, charlamos con los vecinos, jugamos con Javi, leemos mientras duerme la siesta… cosas sencillas que me equilibran. Me recargan las baterías. Es el encanto de las cosas pequeñas, que finalmente son lo importante y dan sentido a la vida, y que poco a poco voy aprendiendo a apreciar.

viernes, 15 de abril de 2011

El Jiso- Inicio Temporada Roca 2011

Sábado 9 Abril 2011
El Jiso, Pico Pozán 2178 m, Arista Sur 650 m, 6a+
Bene Santos


La vida es cambio continuo; la única constante, es el cambio en sí mismo.

Plan original; fin de semana en Pirineos, intentar alguna norte clásica de poca dificultad, que las temperaturas no están para muchos hielos…
Durante la semana, el chequeo diario de las webs de meteo mantenía las temperaturas altas, pero como el objetivo no implicaba hielo, la nieve aún podría estar bien (eso lo hacía claramente mi deseo, que transformaba la escasa probabilidad en algo razonable, que sirviera de excusa para los 600 km). La norte del Taillón y algún pateo por la zona del Marboré no parecía nada imposible… Una norte clásica de Pirineos es algo siempre apetecible, aunque no sea difícil, se ve una montaña imponente y tiene una estampa muy guapa.
Todo cambió el jueves al charlar por teléfono con Luque, sus referencias a través de Mon, de Paco, Iñigo y Damián por el Vignemale con muy mala nieve fueron suficiente. El Taillón quedará para otra vez.
Cambio radical de planes: había que buscar algo por aquí, que se pudiera hacer sin incordio de nieve. La conversación telefónica con Javi me confirmaba que la nieve estaba muy alta, muy blanda y que la roca era una opción buena por la temperatura: las alternativas por Picos eran varias, y el Jiso es una vía bastante larga, alpina, de buen grado para empezar la temporada, y además estaba limpio para aproximar y para bajar, no hacían falta ni siquiera las botas (del piolet y los pinchos ya ni pensar…), y el coche sube toda la pista, con lo que no dependíamos del teleférico.
Bene, después de una semana intensa de trabajo, aceptó el cambio sin problema, a pesar de lo tardío de la decisión: estaba decidido, iríamos al Jiso.

9 Abril, escasísima nieve en Peña Vieja
La carretera está despejada, más que nuestras cabezas, cansadas de la semana y del madrugón. El termómetro a las seis y media no baja de 12 o 14 grados, no vamos a necesitar más ropa que en agosto.
Recorremos las dos horas hasta Espinama charlando de mil cosas: en especial de las carreras de orientación, de su encanto y dificultad, sus técnicas, su reglamento… La verdad es que casi todo lo que se hace en naturaleza me llama la atención, y estas carreras combinan la resistencia física con la habilidad para interpretar el terreno, el intentar moverte por él casi como un animal salvaje, tiene que ser muy interesante… quizá algún día, aunque como siempre, pienso que ya me dedico a demasiadas cosas, que si empiezo otra más, me voy a terminar de dispersar.
La pista tiene repechos fuertes: me vienen a la mente recuerdos de esfuerzos, apretando los pedales y los dientes en la vuelta en BTT al macizo central, habiendo salido por la mañana temprano por el Cares desde Poncebos hacia Valdeón, con Estivi hace ya bastantes años… Soy cabezota y suelo Intentar encadenar las cuestas en bici como si fueran vías de escalada. Ahora las partes más fuertes están hormigonadas y el coche sube sin problema.
Cruzamos Igüedri  y más tarde el enlace con la pista de Peña Oviedo, llegando aquí desde Mogrovejo: de nuevo recuerdos de sufrimientos buscados sobre los pedales en la vuelta al oriental desde Sotres. La vida se va formando de los recuerdos de las vivencias pasadas, del presente fugaz, y de los planes de futuro, siempre muchos y en ebullición.
Por fin aparcamos, nos bajamos del coche y empezamos a preparar la mochila. Gran momento de shock cuando me doy cuenta de que no he traído gatos: cada día estoy peor, esto es lo que tiene el dejar las cosas a medio hacer, la mochila preparada en tandas entre el trastero y casa ha quedado incompleta, y lo que falta es importante… Lo pensamos rápido, la vía es larga pero creo que los gatos sólo sean imprescindibles en unos pocos largos, el resto tendrá que salir con playeros. Los gatos de Bene, aunque muy justos me valen, ya veremos cómo nos apañamos.
Alcanzamos el collado de Cámara en apenas veinte minutos, los prados están sorprendentemente secos para esta época del año, no es sólo que no haya nieve, sino que están muy duros de secos. Iniciamos la bajada sorprendidos por el calor que hace. Un pequeño nevero es el único resto del invierno que nos incordia con su fusión a la entrada del zócalo de II grado que da al pie de vía. 


Una vez organizados y encordados, me aprieto los playeros y empiezo a trepar en este mar de roca fácil, intentando seguir mi lógica, que parece que va coincidiendo con la de los aperturistas, ya que cada cierto trecho voy encontrando seguros; algún clavo, algún cordino, nunca más de uno o dos por largo.


La primera parte hasta los Costillares es relativamente rápida y llevadera en playeros, a pesar de marcar un V inferior en un paso y de la roca polvorienta y algo gastada. 


Bene me sigue a ritmo, ambos sofocados de calor.
Recorremos con cuidado el tramo de Costillares hasta la base del Faraón, donde comemos algo y echamos un trago antes de empezar la parte más difícil de la vía.
De cuando en cuando suena alguna piedra cayendo a lo lejos, a nuestra derecha.


En el Faraón me calzo los gatos de Bene, dos tallas menos de la mía, y con los pies a punto de explotar tiro delante en los tres o cuatro largos de entre IV+ y 6a según la guía de Cholo y Miguel. La vía se ve saneada de bloques y reequipada con clavos nuevos en sitios clave, en las zonas de fisura está limpia y los seguros quedan muy bien. Realmente está muy guapa, disfruto los movimientos. Bene me va siguiendo prácticamente siempre en libre, algo tremendo para ir en playeros.


De nuevo la vía afloja y me vuelvo a cambiar los gatos por los playeros, así tiro otros dos o tres largos hasta otro resalte que me obliga a cambiar: 6a+ compacto, corto pero muy estético. La roca de un tacto excelente. 




Algunas reuniones las tengo que montar completas, pero la roca ofrece mucho: esto es algo que disfruto, el hecho de no necesitar nada más que lo que llevamos en el arnés, y no dejar detrás nada tampoco.
Los largos ahora ya fáciles se suceden, algunos apurando cuerdas e incluso ensamblando tramos, otros acortando para evitar mucho roce. Cabalgamos la arista/espolón, fácil pero alpina, me lo estoy pasando muy bien.


Apenas recuerdo nada de la vía de la anterior ocasión, hace doce o catorce años con Rafa Belderrain, qué tiempos.
La cumbre por fin llega, seis horas y algo después de empezar. Adrados en su guía indica de 4 a 6 horas como referencia; sé que no hemos sido muy rápidos y además está lo de los playeros, pero pienso que para restar 2 horas a nuestro horario hay que correr bastante… Me quedo más con la referencia de Cholo y Miguel (porque me conviene y porque conozco cómo escalan ellos), de 5 a 7 horas.


Después de recoger el material nos comemos el rico Stromboli de Silvia e iniciamos el descenso. La pista de Aliva se ve muy por debajo de nosotros, entre jirones de niebla que se ha ido formando en medio de la calima de la tarde; flanqueamos a media ladera intentando no bajar demasiado para volver hacia la vertiente de Cámara. Pisamos muy poca nieve, muy aguada, que se irá definitivamente en dos días si esto no enfría.
Son las seis cuando llegamos al coche envueltos en niebla. Aunque el termómetro marca diez grados, nosotros llegamos recalentados y deshidratados: yo necesito una cerveza con limón que me bebo de un trago en la terraza del bar de Espinama, seguida de una cocacola de un trago también. Placeres baratos. En el viaje también vamos bebiendo agua y al llegar a casa sigo rehidratando con cervezas…
Una buena actividad en montaña para empezar esta temprana temporada de roca: la vía larga y alpina, me ha gustado y me he encontrado bien,  ha sido una buena elección. Bene como siempre un compañero ideal para este tipo de andanzas (incluso sin gatos). En las fotos buenas se nota su mano.

Gijón 6:30 h
Espinama 8:30 h
Inicio aproximación 9:15 h
Inicio escalada 10:30 h
Cumbre 16:40 h
Coche 18:00 h
Gijón 20:45 h

viernes, 8 de abril de 2011

Beyond the Mountain

No contaba con él.
El pedido de Amazon ha llegado con semanas de adelanto. 
No me he podido resistir y he empezado a leer.
El prólogo de Messner ya me predispone; compara a Steve House con los grandes del alpinismo, y eso viniendo de Messner es la leche. 
Este tío lleva años destacando entre los mejores por sus actividades y el estilo utilizado, me apetece ver cómo las ha vivido y cómo las cuenta.
Apenas he empezado el primer capítulo, pero me gusta su forma de escribir, de contar las cosas en detalle, con muchos matices aunque sin regodeos. Lástima que sea en inglés, que siempre pierdo un porcentaje, pero en español no lo he encontrado.
Voy a intentar apartarlo hasta terminar el libro que tengo en marcha, que ya le falta poco. No sé si me aguantaré...


En mitad de este abril de calor veraniego, que se nos lleva la nieve antes de tiempo, nada como un buen libro de montaña para motivarse.